Muy alejado de la costa, a unos 240 kilómetros de Puerto Progreso, en Yucatán, existe un gran arrecife bajo el agua. Llegar allí implica una compleja travesía de más de 20 horas a través del inmenso azul del Golfo de México. Eso lo ha hecho un sitio poco estudiado. Entre los años 2021 y 2022, un grupo de científicos se embarcó en un par de viajes para desentrañar los misterios de sus profundidades y así buscar pistas sobre lo que allí habita.
Los resultados de aquellas expediciones tuvieron un logro que los expertos consideraron histórico. La información recolectada sirvió como base para que, a inicios de 2024, este lugar conocido como Bajos del Norte, fuera declarado por el gobierno de México como una nueva Área Natural Protegida, la primera cien por ciento marina del Golfo de México.
“Fue impresionante, como bióloga, saber que debajo de ese sitio en donde prácticamente no ves nada y te imaginas que sólo hay profundidad eterna, hay tanta vida, tantos arrecifes, tantos corales. El nombre de Bajos del Norte está dado porque, en medio del mar, estos sitios justamente son más bajos. Entre los primeros cinco y diez metros de profundidad, ya empiezas a ver formaciones”, describe la bióloga Mariana Reyna, coordinadora de ciencia de la organización Oceana y líder de las expediciones.
En enero del 2024, el gobierno de México anunció la creación de 20 nuevas Áreas Naturales Protegidas (ANP), entre las que se incluyen ecosistemas como manglares, semidesiertos y humedales. El Parque Nacional Bajos del Norte, de acuerdo con el decreto presidencial, contará con 1 304 114 hectáreas marinas protegidas, lo que la convirtió en el ANP más grande de dicha región.
El área se conecta con el Parque Nacional Arrecife Alacranes —ubicado en el Banco de Campeche, a 140 kilómetros de Puerto Progreso— para conformar un corredor de conservación que será refugio para especies amenazadas como tiburones y tortugas. También favorecerá la migración de animales marinos y la recuperación de especies comerciales como el mero rojo, el pulpo y la langosta espinosa, importantes para la pesca local, pues al conservar los arrecifes también se busca permitir el aprovechamiento sustentable de los recursos marinos de la zona.
¿Qué fue lo que los científicos encontraron allí? ¿Qué retos implica la protección de un sitio como este? Mongabay Latam conversó con algunos de los impulsores de este logro.
Los hallazgos
La creación del Parque Nacional Bajos del Norte se logró tras la unión de esfuerzos de científicos nacionales, organizaciones de la sociedad civil, pescadores locales y el gobierno mexicano. Previamente, los especialistas de Oceana hicieron un rastreo de lugares de importancia y con necesidad de protección para seguir brindando recursos y resiliencia a las comunidades de pescadores. Allí fue donde el nombre de este sitio salió a relucir.
“Empezamos a explorar el Golfo de México y los investigadores de la zona y algunos prestadores de servicios turísticos nos comentaron sobre Bajos del Norte, que es muy especial porque está cercano a otro arrecife, el Parque Nacional Arrecife Alacranes. Nosotros sabemos que aunque no haya publicaciones, los pescadores, académicos y la gente que está en las regiones o en las localidades conocen mucho más. Así planeamos dos expediciones con el objetivo de ver qué tan especiales eran estos dos sitios”, narra Mariana Reyna.
El equipo estuvo conformado por investigadores especialistas en corrientes marinas, arrecifes de coral, ADN ambiental, invertebrados, fotogrametría y mapas 3D, así como en peces y pesquerías. Juntos y con el apoyo de Blancpainy en colaboración con el personal de Arrecife Alacranes, crearon el “Proyecto Alacranes”, con el que demostraron la importancia de los arrecifes de Bajos del Norte en temas como el enriquecimiento de larvas, la variabilidad genética y la protección de especies claves como tortugas marinas, tiburones y corales.
El 9 de agosto de 2021, el grupo de la expedición científica salió a bordo de la embarcación Caribbean Kraken, desde Puerto Progreso con rumbo a Bajos del Norte. Los tres días siguientes se realizaron 116 buceos diurnos y nocturnospara obtener la información necesaria de las condiciones y biodiversidad del lugar.
La diversidad en peces encontrada fue impresionante: se registró un total de 162 especies, de las cuales 159 fueron de peces óseos —como cabrillas, meros y roncadores— y tres de tiburones, como el tiburón curro (Carcharhinus brevipinna), el tiburón martillo común (Sphyrna lewini), y uno más del que se identificó el género Carcharhinus. Con la presencia de estos grandes depredadores naturales, los científicos advierten que se trata de un sitio saludable al poder mantener al eslabón más alto en la cadena alimenticia.
Sin embargo, también se identificó la presencia del pez león (Pterois volitans), una especie invasora originaria del Indo-Pacífico que no tiene depredadores naturales en esta zona. Además, al ser un depredador muy competitivo por la comida de especies nativas, con la capacidad de reproducirse y dispersarse a gran velocidad, representa una amenaza para la diversidad y el equilibrio de los arrecifes del mar Caribe y Golfo de México.
Asimismo, se identificaron 87 nuevos registros de especies de invertebrados: 35 crustáceos, 30 moluscos y 22 estrellas quebradizas.
En cuanto a la comunidad de corales escleractinios —conocidos como corales duros o pétreos—, se utilizó el protocolo del Programa de Evaluación Rápida de Arrecifes del Atlántico y Golfo (AGRRA), que consiste en registrar todas las colonias de corales duros a lo largo de una banda de diez metros de largo. Se registra su tamaño, heridas y enfermedades presentes, además de la toma de fotografías de cada especie.
“Los arrecifes coralinos son sistemas marinos que proveen de muchos servicios a la humanidad. Se estima que los arrecifes sirven como hábitat para más o menos el 25 % de las especies marinas que existen en el mundo y eso incluye a las especies que consumimos los humanos”, describe Quetzalli Hernández, técnica académica de buceo científico en la Unidad Académica de Sisal, en Yucatán, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En los muestreos de Bajos del Norte se identificó un total de 19 especies de corales, con un total de 1158 colonias registradas. La especie coral Porites astreoides fue la más abundante en cuatro de los sitios. Sin embargo, su salud se encontró en la categoría de “Regular”, por lo que los especialistas apuntan la necesidad de prestar atención a los sitios identificados para idear estrategias de recuperación.
“Bajos del Norte, en el 2019, era increíblemente bellísimo. Sus arrecifes estaban en súper buen estado. Sin embargo, hemos visto que, probablemente por el efecto del calentamiento global, hemos tenido un blanqueamiento masivo de colonias de coral. No solamente ha ocurrido en México, sino en todo el Caribe”, explica Hernández, quien ha visitado Bajos del Norte en varias ocasiones.
El blanqueamiento de corales es un síntoma de su mortandad —explica Hernandez— y se caracteriza por la pérdida de las microalgas que ayudan a la alimentación del coral y que le dan sus colores. Esto puede ocurrir, entre otros motivos, por el incremento de la temperatura del mar por períodos prolongados. En Bajos del Norte, se registró en siete de los nueve sitios estudiados y las colonias que presentaron esta afectación tenían un área alrededor del 10% blanqueada. Aunque se considera una afectación baja, es importante continuar el monitoreo de los arrecifes para conocer si hay recuperación o avance del blanqueamiento.
También se detectaron otras enfermedades, síndromes y parásitos en los corales. En Bajos del Norte el síndrome de manchas oscuras —cambio de coloración en la superficie del coral en forma de manchas, como parches marrones— estuvo en ocho de nueve sitios, mientras que la enfermedad por banda negra —una banda oscura que avanza progresivamente dejando a su paso el coral muerto—, sólo fue registrada en dos. Los gusanos poliquetos, un parásito común de baja letalidad que causa lesiones leves no letales, estuvo en seis de los sitios monitoreados.
Una novedad en la expedición científica, es que se trata de la primera en la que se realizan mapas 3D del fondo arrecifal en Bajos del Norte. El equipo experto tomó 58 706 fotografías digitales de alta definición que fueron procesadas para reconstruir en 3D el terreno muestreado.
“Tomamos muchas fotos del fondo marino y, mediante software especial, encimamos estas fotografías en el laboratorio digital. Con esto podemos hacer análisis de lo que sucede en el arrecife sin estar ahí. Podemos medir cosas tan pequeñas como de un milímetro, hasta ver cosas más grandes que están sucediendo a nivel ecológico. Esto nos permitió hacer una evaluación de cómo están los arrecifes en Bajos del Norte y Alacranes y así identificar si valía la pena o no protegerlos por su estado de conservación”, describe Mariana Reyna.
Otra metodología novedosa empleada en el sitio fue el ADN ambiental. Esta técnica consiste en tomar y filtrar muestras de agua del mar para después, en el laboratorio, estudiar el ADN de los organismos y determinar las especies que se encuentran presentes en la columna de agua.
“Esta técnica no se había hecho en esta región de México. Es algo que podemos llamar ciencia de punta, porque te permite obtener información que, de otra manera, te tomaría cientos o miles de horas de buceo para identificar todo lo que está ahí. Te llevas toda la información en ADN y después la comparas contra bases de datos y te das cuenta de lo que existe”, explica Reyna.
En Bajos del Norte se tomaron muestras de agua para la investigación de ADN ambiental a profundidades de entre 15 y hasta 91 metros, lo que permitió registrar 2 116 especies, en donde el grupo más diverso fue el de las algas con 44 %, seguido de animales multicelulares, con el 25 %.
Los retos
Miguel Rivas, ecólogo y director de Santuarios Marinos en Oceana, señala que conocer la conexión entre Alacranes y Bajos del Norte es de suma importancia para poder tomar decisiones de política pública que ayuden a conservar ambos arrecifes. Evidenciar su conexión sería una oportunidad para que la autoridad ambiental pueda impulsar el crecimiento de estas Áreas Naturales Protegidas.
Sin embargo, no es una tarea sencilla y tiene varios retos por delante.
“Bajos del Norte es un ANP que se encuentra lejos de la costa, por lo que la inspección y vigilancia se vuelve más compleja. Requiere de embarcaciones que deben navegar grandes distancias, por lo tanto también requieren presupuesto, gente y combustible. Este desafío debe suplirse con una mayor asignación de presupuesto o que el presupuesto que se destine sea coherente con las actividades que ahí se van a realizar”, describe Rivas.
Eso se determinará en un proceso que tomará alrededor de un año, estima el especialista, pues se tiene que crear el programa de manejo, un documento que —de acuerdo con el reglamento Áreas Naturales Protegidas— señalará qué se puede hacer, qué no se puede hacer y bajo qué condiciones.
“En este caso, el ANP tiene más de 900 000 hectáreas que se van a destinar a un ordenamiento de la actividad pesquera. Ahí se tendrá que definir qué pesquerías necesitan Manifestación de Impacto Ambiental, cuánto y cómo se puede extraer, con qué artes de pesca, etcétera. Todavía queda trabajo por hacer. Sin embargo, el ANP tiene además una zona núcleo de más de 300 000 hectáreas en donde no se permite ningún tipo de actividad extractiva”, dice Rivas.
En cuanto al tema presupuestal, el especialista recuerda que el sistema de Áreas Naturales Protegidas en México tiene un déficit “que no es sólo de este gobierno, sino que es histórico. Viene al menos de los últimos dos sexenios, donde el presupuesto a la conservación ha venido disminuyendo cada vez más”, sostiene.
Esto significa que cada vez hay menos capacidad financiera para poder solventar todos los programas y subprogramas de conservación que se destinan a ello. Esto incluye, por ejemplo, la extracción de especies invasoras, la inspección y vigilancia para detener la pesca ilegal e incluso programas para poder evaluar la recuperación de las especies que se pretende proteger, explica Rivas.
“Nosotros desde Oceana hemos sido muy críticos sobre el sistema nacional en su conjunto, sobre cómo en realidad se tienen que abordar y se tienen que mejorar ciertas cosas de la protección, de lo cual Bajos del Norte no es ajeno”, agrega el experto.
Uno de los planteamientos a mejorar que Oceana ha puesto sobre la mesa, es que el presupuesto que se recoge por la visita a las Áreas Naturales Protegidas debería ser 100 % reintegrado a la actividad de conservación. Es decir, que el dinero que la gente paga para ingresar a un sitio, no vaya directo a la Secretaría de Hacienda, como ocurre hoy en día, sino que las ANP cuenten con él y que además sea incrementado por el gobierno federal.
Sin embargo, algo que el especialista considera muy positivo en el proceso de creación de este Parque Nacional, es que fue concebida a través de la gente y escuchando las preocupaciones de los pescadores, por lo que serán ellos quienes colaboren en tareas como la inspección y vigilancia.
“En el Parque Nacional Arrecife Alacranes, los mismos pescadores se organizan para hacer una vigilancia comunitaria. Se turnan, a veces sólo pidiendo el apoyo del combustible, y ellos ponen las embarcaciones y el personal. Un esquema similar podría funcionar para Bajos del Norte, porque son áreas que están muy pegadas. Ahí es donde este sistema comunitario de participación se tiene que fortalecer a través de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) para buscar estas herramientas que favorezcan la participación de la gente”, dice Rivas.
Mientras se buscan soluciones para enfrentar los retos presupuestarios, los especialistas coinciden en que es mejor que Bajos del Norte sea ahora mismo un Área Natural Protegida, a que no lo sea.
“Ya después nos toca pedir una implementación eficaz y relevante, y para eso hay muchas formas de hacerlo”, señala la bióloga Mariana Reyna. “A veces se habla sólo de presupuesto y número de personal, pero creo que ya estamos avanzando a nivel tecnológico y científico como para proponer otras estrategias que no impliquen solamente esto”.
Reyna recuerda que la colaboración entre instituciones y organizaciones es clave para avanzar en temas como la vigilancia, pues se puede trabajar, por ejemplo, con sistemas satelitales.
“Nosotros trabajamos con Global Fishing Watch [una plataforma que usa la tecnología para monitorear la actividad humana en el mar]. Eso te permite —sin tener a 10 personas en campo— ver qué embarcaciones están ahí, qué permisos tienen”, precisa Reyna. “Nosotros creemos que ya no nos tenemos que estancar en este discurso del presupuesto y del personal, que sí es importante, pero también podemos empezar a explorar otro tipo de colaboraciones entre instituciones”, afirma la experta.
Además, señala que hay otras situaciones que deben atenderse a nivel normativo y jurídico. “Por ejemplo, muchas veces sucede que si Conanp quiere levantar un acta de pesca ilegal, tiene que estar ahí alguien de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca), porque ahorita hay toda una batalla entre quién es el que tiene que estar vigilando. Son cosas más profundas que podemos atender y que no implican solamente presupuesto por hectárea”, explica Reyna.
La esperanza
Mariana Reyna se recuerda a sí misma en agosto de 2021, navegando entre las marejadas que anuncian el inicio de la temporada de ciclones y tormentas tropicales; insignificante en medio de la vastedad del mar, sin islas cercanas para refugiarse.
“Pensábamos que no se iba a poder bucear porque estaba todo muy movido. Estuvimos casi cuatro días y medio en buceos. Aprovechamos para hacer lo que necesitábamos, pero después tuvimos que regresar por el mal tiempo. Eso te hace apreciar por qué es tan especial ese lugar, estando tan lejos. Hay barcos de pesca de mediana altura que se acercan a la zona. No fuimos los primeros, pero cuando estás allá entiendes por qué es poquita gente la que llega”, narra la especialista.
“Estos son sitios en los que me encantaría bucear después con mi hijo. Que pueda ver lo que yo vi una década atrás y que la protección haya funcionado”, dice Reyna. “Eso es lo que me mueve día a día para querer proteger estos lugares: que nuestras generaciones futuras tengan la oportunidad de ver lo que nosotros tenemos ahora, porque no es justo que se los estamos arrebatando y que lo vean solamente en fotos y videos del pasado. Esa es mi esperanza”.
*Imagen principal: Paisaje submarino que muestra la riqueza biológica del Parque Nacional Bajos del Norte. Foto: Oceana / Carlos Aguilera
El artículo original fue publicado por Astrid Arellano en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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