Es difícil ver, hoy en día, un buen melodrama. Como sucede con la comedia y el horror, el melodrama es un género subestimado y a veces banalizado. En el horror, prima el miedo. En la comedia, la risa. En el melodrama, la aflicción. Pero así como hay comedias complejas y comedias ramplonas, hay melodramas como telenovelas llenas de clichés, y melodramas profundos y sutiles que se atreven a explorar la condición humana.
Este último caso es el de “Pequeños fuegos por todas partes”, que se puede ver por Amazon Prime Video. Hay que advertir también que el melodrama, en su versión más noble, es una especie de forma moderna de la tragedia griega: incorpora, como conflicto dominante, al choque de clases y tipos sociales, en medio de un examen minucioso de las relaciones familiares, sobre todo en las maternidades o filiaciones problemáticas.
Basada en una novela de Celeste Ng, y concebida en ocho capítulos –en formato de miniserie– por Liz Tigelaar, “Pequeños fuegos…” presenta la historia de dos mujeres: Elena Richardson (Reese Witherspoon) es blanca, acomodada y tiene una familia supuestamente perfecta; por otro lado, está Mia Warren (Kerry Washington), afroamericana sin hogar que, con su hija adolescente, va a salto de mata en un automóvil viejo.
La serie empieza cuando Elena alquila una de sus casas a Mia y, además, la contrata para que sea su empleada doméstica: alianza que no tardará en resquebrajarse. Muy en sintonía con la reciente ola de protestas por abusos contra la comunidad negra en EE.UU., la serie desmantela una utopía falsa, lo que explica el comportamiento descreído y a la defensiva de Mia, recién llegada en un mundo tan perfecto como ilusorio.
Supuestamente, Elena es una mujer progresista, pero de raíz conservadora; es una periodista profesional, y luego vemos que tuvo que contentarse con ocupar un cargo en el pequeño periódico local para poder criar a sus cuatro hijos. Shaker Heights, condado en el que viven, es a la vez “de avanzada”: proyecto residencial que busca integrar a blancos y negros en una convivencia armónica, superando así las discriminaciones históricas.
No obstante, la serie presenta tanto el desplome de una mujer que esconde una frustración terrible, como el aire enrarecido de hipocresía en este proyecto vecinal integrador. De hecho, Mia, con su libertad nómade e identidad de artista y madre autosuficiente, se convierte en imagen fascinante que provoca envidia y cierta curiosidad morbosa por parte de Elena, mujer que aún no supera los sacrificios que ella misma se impuso.
Whiterspoon está brillante, y renueva su catálogo de mujeres arribistas que sufren la represión que impone su búsqueda de perfección. Mientras que Washington da una réplica magnífica como artista atormentada por sus propias dudas morales, y que huye de su pasado como de la peste. La relación de poder que se establece entre ellas, sin embargo, se invierte continuamente, en un duelo que, a pesar de ellas, involucra a sus propios hijos.
Lynn Shelton, la realizadora principal, reinterpreta lo mejor del cine clásico y lo moderniza. La serie empieza con una casa en llamas y todo lo que vemos después es un largo ‘racconto’. Hay a la vez ocasionales ‘flashbacks’ que permiten escudriñar el difícil pasado de Elena y Mia. Parte de esa sensación de estar ante el cine de la vieja escuela es la fotografía rica en claroscuros y lados de sombra, poética de atmósferas densas que replican lo esencial de un destino de luminosidad solo aparente. Pocas miniseries como esta son tan empáticas, emocionantes, rigurosas y agudas en su disección social y psicológica.
LA FICHA
Título original: “Little Fires Everywhere”.
Género: miniserie, drama.
País: EE.UU., 2020.
Directores: Lynn Shelton, Nzingha Stewart, Michael Weaver.
Reparto: Reese Whiterspoon, Kerry Washington, Joshua Jackson.
Calificación: ★★★★