Descubre la ruta de 3 días por Arequipa en esta nota. (Foto: iStock/ Rosa Aguilar).
Descubre la ruta de 3 días por Arequipa en esta nota. (Foto: iStock/ Rosa Aguilar).
Rosa Aguilar

Cuando le dije a Emilia —mi hija de 9 años— que pronto la llevaría a conocer la ciudad de , sus ojos de inmediato dibujaron miradas inquietas y llenas de asombro. “¡Mamá, allá hay volcanes inmensos! ¿Crees que lleguen a botar lava? ¡Mamá, allá vive la Momia Juanita! Por favor, ¿podemos visitarla?”, me dijo de prisa con mucha curiosidad, esperando algún gesto de aprobación. Desde luego, esa señal no tardó en llegar. Agradezco su entusiasmo, pues me permitió alimentar —sin enredos y con ligereza— un itinerario que tiene de relajo y exploración: dos cosas muy necesarias si viajas con .

Si creas el escenario perfecto para sus mentes exploradoras, las historias que transportan a mundos lejanos —como las de nuestro Antiguo Perú— pueden despertar muy rápidamente su interés, sobre todo si añades una cuota de misterio. Y Arequipa —un destino fascinante de arquitectura colonial, con calles esculpidas en sillar, paisajes coronados por imponentes volcanes, museos y espacios culturales a cada paso y un estilo propio que no hacen más que reafirmar que es una República independiente— es un destino con millones de historias por contar. Ahora sí, sin más vueltas, te detallo lo que hicimos en tres días para conocer amablemente (y sin apuros) los rincones de la Ciudad Blanca.

DÍA 1: conociendo a una Dama ‘congelada’

Cruzamos la calle Ugarte y el taxi llega a la esquina del Hotel San Agustín Posada del Monasterio. Más allá de lucir zonas comunes para capturar momentos aesthetic, se trata de un patrimonio arquitectónico de la ciudad. La casona tradicional con arcos y columnas gigantescas fue construida en sillar en el siglo XVIII. Su nombre, por supuesto, se debe a su ubicación: está justo al frente del Convento de Santa Catalina, punto estratégico para recorrer el casco histórico a pie con una niña, sin sufrir en el intento.

Después de un viaje largo, conviene reponer fuerzas con un buen almuerzo. La Nueva Palomino es un paso obligado en la ruta ‘picantera’ y está a solo 15 minutos a pie desde el centro. De un plato de malaya dorada (S/39) ambas comimos muy bien. Para saciar el antojo de dulce, a pocos pasos del restaurante se encuentra la Plaza de Yanahuara y, justo al frente, conocimos La Oveja: la única heladería en Perú que ofrece helados con 100% leche de oveja. Un cono generoso con muchos toppings coloridos nos costó S/10.

Vistas de Yanahuara. (Foto: iStock).
Vistas de Yanahuara. (Foto: iStock).
/ Edson Flores Silloca

Después de un breve descanso en el hotel, caminamos hacia la Plaza de Arequipa por la calle La Merced. Rápidamente, llegamos al Museo Santuarios Andinos para conocer a la momia Juanita (entradas: adultos S/5 y niños S/3). Vale la pena decir que la antesala para apreciar a la ‘niña congelada’ nos refrescó un poco la memoria: en un cuarto oscuro apreciamos un video sobre el instante en que hallaron su cuerpo en el volcán de Ampato (1995) y cómo su vida fue una ofrenda para los dioses del imperio Inca hace más de medio siglo. Acto seguido: visitamos varias salas para contemplar las piezas halladas junto a Juanita. A mi juicio, su corona de plumas de guacamayo es una de las joyas más excéntricas.

Ni bien llegamos a la última sala, Emilia hizo caso omiso a la secuencia del recorrido y pegó los ojos en la enorme cámara de vidrio donde se halla la ‘niña congelada’. Allí estaba Juanita —en perfecto estado de conservación y a menos de 18 grados de temperatura— con una mirada tétrica e inquietante: la piel de sus brazos, la textura de su rostro, la finura de sus dedos, cada parte de ella casi intacta. ¿Quién diría que han pasado más de 500 años desde su muerte? En su frente, tres huecos tan minúsculos nos revelaban la causa de su deceso. Según la historia, Juanita creció y se educó con la seguridad de que su sacrificio traería prosperidad al imperio Inca.

DÍA 2: adrenalina sobre ruedas en Chilina

Para este día elegimos recorrer en cuatrimoto el Parque Ecológico de las Rocas del valle de Chilina, a unos 25 minutos en carro desde el centro de Arequipa. Aunque es un atractivo poco concurrido, me atrevo a recomendarlo porque es un excelente plan con niños. Para empezar, decidimos tomar el servicio de Tawax Tour, una agencia de deportes de aventura en Arequipa. ¿Cuánto costó? S/120 por el alquiler de una cuatrimoto para un adulto y un niño, movilidad desde el hotel y guiado. Debes saber que cada sol vale la pena: el recorrido sobre ruedas es de más de 15 km y la experiencia es realmente insuperable.

Puedes hacer esta travesía en tres horarios: 8 a.m., 11 a.m. o 2 p.m. Nosotras apostamos por despertarnos muy temprano para aprovechar el día. Nos recogieron del hotel y fuimos de inmediato al distrito de Selva Alegre, desde donde salen las cuatrimotos para visitar el valle de Chilina. Con los cascos bien puestos, mucho bloqueador encima y una explicación muy acertada de manejo, empezamos la ruta hasta el ingreso al Parque Ecológico de las Rocas. No puedo pasar por alto que Ronald —nuestro guía— se ocupó de avivar las expectativas de Emilia, quien no dejó de buscar con la mirada algún gato andino, vizcacha, puma o zorrito que habita la zona, ante su recomendación.

Ruta en cuatrimoto por el Parque Ecológico de las Rocas del valle de Chilin. (Foto: Rosa Aguilar).
Ruta en cuatrimoto por el Parque Ecológico de las Rocas del valle de Chilin. (Foto: Rosa Aguilar).

Debo decir que esta área desértica de Arequipa tiene senderos bien señalizados y está configurada para hacer tres paradas estratégicas: la primera permite una panorámica privilegiada de las volcanes Misti, Chachani y Pichu Pichu; la segunda, un encuentro con el cañón de Charcani; y la tercera, una vista de la exuberancia verde del valle de Chilina. De hecho, en muchos lados se pueden avistar rocas con formas de animales —originadas naturalmente por las erupciones volcánicas del Misti y la fuerza del viento y la lluvia—, detalle que sorprendió a Emilia.

Por la tarde, visitamos Mundo Alpaca. Un espacio de ingreso gratuito para apreciar el arte y la textilería ancestral. Ni bien llegamos, Emilia corrió a alimentar a las alpacas Suri. No puedo evitar mencionar que las alpacas son verdaderamente amigables, se acercaron con tanta confianza y permitieron que Emilia las acariciara un largo rato. Con esta cálida bienvenida, pasamos a descubrir su crianza responsable, las maravillas de su fibra y cómo se mantienen vivas las tradiciones textiles. En el interior se encuentra el Museo de Maquinaria Textil, que nos remontó a los inicios de la industrialización de la fibra de alpaca en el mundo; así como el Museo Precolombino Amano - Michell, que asegura una ruta corta y teatral por la textilería del Antiguo Perú. Todo esto, repito, lo hicimos gratis.

DÍA 3: entre aventuras acuáticas y llenas de historia

Una escapada con niños y, sobre todo, con Emilia, siempre requiere de una actividad acuática. Pensando en ella y en permanecer cerca del casco histórico, visitamos el Costa del Sol Wyndham: hotel de cinco estrellas que ofrece un buen almuerzo (más bebida) y el uso de sus piscinas y bañera de hidromasajes por un único pago: S/100 los adultos y S/50 los niños. De hecho, esta experiencia (con ciertos cambios) también la ofrece BTH Arequipa Lake, un hotel con vistas únicas del lago Estelar.

Tomamos la tarde para hacer varias paradas. Entre ellas, los Claustros de la Compañía, el barrio de San Lázaro y el mirador de Carmen Alto. Este último es el lugar perfecto para contemplar el Misti: un volcán que, como me explicó mi querido amigo Jorge Concha —especialista del Instituto Geofísico del Perú— presenta a diario entre 20 a 30 sismos en su interior, recordando que aún tiene muchas erupciones pendientes en su vida geológica.

Volcán Misti. (Foto: iStock).
Volcán Misti. (Foto: iStock).
/ alessandro_pinto

Ahora, no podíamos irnos de la ciudad sin visitar el Museo de la Basílica Catedral de Arequipa (adultos S/10 y niños S/3). Allí, exploramos distintas salas con reliquias religiosas de oro y plata, y nos dirigimos a su famoso campanario. Emilia no podía resistir las ganas de tocar la descomunal campana de cinco toneladas que corona la catedral, un verdadero lujo.

Así cerramos este escape lleno de lecciones y aventuras por la Independiente. “¿Mamá, cuándo regresamos a Arequipa?”, me dijo Emilia mientras empacábamos las maletas. Con ese mensaje, me aseguraba que había disfrutado cada instante del viaje. “El otro año volvemos con tu hermano y papá”, le respondí.

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