¿Se ponen metas ambiciosas?
Seguro que a estas alturas del año ya tiene sus metas claras y bien establecidas. Pero igual quiero invitarlo a revisar si sus metas son lo suficientemente grandes y ambiciosas.
Y es que veo – y me preocupa – cómo muchas personas se ponen metas muy poco ambiciosas para su desarrollo y para su futuro en general. Si bien el que se pone metas ya tiene una ventaja competitiva importante frente a quien no se las pone para nada, muchos parecen preferir exigirse poco a sí mismos, pedirle poco a la vida. Es más, hay quienes incluso sienten que la ambición es una debilidad de carácter, que incita a quienes no temen pasar por encima de los demás y hacer toda clase de incorreciones para lograr sus poco loables objetivos.
Pero nada más equivocado. La verdad es que para tener éxito – siempre definido en términos muy personales – se debe tener un nivel de sana ambición. He escrito de esto antes, pero no me canso de repetir que es esa ambición la que nos mueve y propulsa a querer hacer o saber más, a poder hacer o lograr más, a ser más o mejor, a dar más y – ¿por qué no? a tener más -. Y hacerlo no sólo en beneficio personal, sino también para los nuestros y/o para el bien común.
Me encuentro a veces con jóvenes que caminan por la vida sin metas o con metas poco ambiciosas y eso me parte el alma. ¡Los siento tan perdidos, tan sin rumbo! Igual me pasa cuando veo personas de edad media que se sienten atrapadas en su día a día, sin voluntad, ánimo o fuerzas para aspirar a más o ponerse nuevas metas. Y más doloroso aun es cuando veo gente mayor que cree que ya es muy tarde para soñar o aspirar a más y que se conforma con lo que la vida le dio hasta ese momento, sin mirar hacia delante con ilusión. Y viven sin objetivos, metas o un plan.
Y todo eso me preocupa porque he sido testigo de excepción de la gran importancia y del valor de ponerse metas más grandes, más ambiciosas y hacerlo a cualquier edad, sin excusas. Porque llegamos tan lejos como nos lo proponemos, logramos lo que decidimos lograr, conseguimos lo que nos atrevemos a soñar para nosotros mismos si de hecho lo planeamos, lo trabajamos, nos esforzamos y perseveramos hasta conseguirlo.
Cuando nos ponemos metas grandes, nos esforzamos más. Tenemos un rumbo claro que hace que nuestro consciente e inconsciente se alineen con el universo y juntos conspiren para ayudarnos a llegar. Ponernos objetivos ambiciosos impacta mucho en nuestras vidas y en nuestra vitalidad. Nuestro entusiasmo aumenta al punto de sentir que podemos hacer frente casi a cualquier obstáculo, motivados como estamos hacia nuestro objetivo. Así, veo a diario personas que descubren esa pasión y disfruto ver el brillo de sus ojos cuando hablan de sus sueños, objetivos o ambiciones. ¡Y sienten una nueva fuerza para lograrlos!
Pongámonos metas más grandes para este 2017. No es tarde aún si nos comprometemos con ellas y perseveramos hasta conseguirlas. Nada es fácil ni gratis, pero que se concreten nuestros sueños de este año – para empezar -, vale todo el esfuerzo y nos harán sentir tan satisfechos y plenos. ¡La vida es muy corta, no hay tiempo que perder!