A los 22 segundos del partido, las uñas de Carlos Cáceda trazaron la línea de fuego, en el Beira-Rio.
Los hinchas del Internacional de Porto Alegre no comprendieron la señal. Estaban enceguecidos en sus cánticos y en lo que debía dictar la historia: que el tercer equipo brasileño con más trofeos internacionales vencería, tarde o temprano, a un equipo peruano que jamás había clasificado a las semifinales de un torneo CONMEBOL.
Pero allí estaba Cáceda, con sus reflejos felinos, para arrebatarle la pelota al argentino Braian Romero en un mano a mano, en el primer suspiro del encuentro.
El razonamiento no tenía fallas: si el ‘Colorado’ había sacado un valioso empate en Arequipa con un jugador menos, cómo no iba a sellar la victoria en casa, con su torcida. El gol iba a llegar pensaban.
Lavallén, subcampeón de la Copa Sudamericana en el 2019, envió un once equilibrado al campo: Orzán, Tandazo y Arias en primera línea de volantes para sostener las embestidas de los brasileños.
El libreto era sencillo, pero no por eso ineficaz: primero había que ponerle un candado al cero, y luego hacer daño. No fue la mejor noche de Cuesta. Y no tenía por qué serlo.
El fútbol tiene dos especialistas: el delantero y el arquero. Los hombres más próximos al gol. Mientras alguno aparezca, la épica es posible. Y ayer Cáceda, que vio el repechaje por televisión y que en el último tiempo quedó fuera de la selección, cometió una salvajada: tapó tres penales consecutivos, en una instancia ‘caliente’ como son los cuartos de final de una Sudamericana, y en campo enemigo.
Ni Edenilson, ni Taison ni el uruguayo Carlos de Pena lograron doblarle los dedos o quebrarle los nudillos. Todos dispararon al arco, y todos cayeron rendidos ante la ‘Pantera’.
Pero durante los 90 minutos, Melgar también fue superior a su modo: aguantó la sapiencia de Patrick, las trepadas de Wanderson y las diagonales de Romero. Y a los 74′, cuando a Gabriel se le cruzaron los chicotes y le pegó innecesariamente al ‘Chaca’ Arias, por poco y lo gana.
Pérez Guedes, ese volante que no se sabe de qué juega pero que todo lo hace bien, tuvo en sus manos el triunfo anticipado con un zurdazo que Daniel mandó al córner. A propósito de Daniel, digno contrincante de Cáceda: le atajó un penal a Galeano, y más o menos ahuyentó diez ocasiones de gol en Arequipa.
Admirable la solvencia de Deneumostier para actuar como un consagrado y despejar el peligro; y la astucia de Orzán para entender lo que pide cada jugada.
A los 59 minutos, Pablo Lavallén también lanzó una señal, con el ingreso de Kenji Cabrera por Tandazo, que estaba como un rochabus, apagando incendios en el mediocampo. Fue una declaración de intenciones: o lo ganamos o lo ganamos. Una grata sorpresa, en medio de tanto técnico mezquino.
Y Kenji, que dignifica a su nombre, ofreció otra noche deslumbrante. Desmarque, pase, y grandes dosis de atrevimiento. Hay que ser un insolente para patear el primer penal de la serie, con 19 añitos.
A fin de mes, Melgar se verá las caras con Independiente del Valle. Un duelo de instituciones ejemplares. Los ecuatorianos son un modelo de cantera que debe replicarse en Sudamérica. Pero enfrente estará Cáceda y su inmensidad para resguardar el arco arequipeño. Desde el mítico Cienciano de 2003 no vivíamos algo así. Diecinueve años no son nada.