En un desolado estadio Alberto Gallardo, opacado por el cielo nublado y un viento que empezaba a soplar con fuerza, en el último minuto del encuentro, se escuchó el fuerte sonido de una bocina y el bendito grito de gol del único hincha celeste que estuvo cerca al recinto que cumplió ayer su sanción de jugar a puertas cerradas. Exactamente, en una de las casas que colinda con la explanada del escenario de los bajopontinos, el fanático de la SC, acompañado de una banderola que lo identifica con los colores de la institución, celebraba desde su ventana. Vio el gol desde la TV de su hogar, pero lo gritaba como si estuviera en las gradas con ese amor incondicional que desbordan todos los amantes del fútbol.