En los inicios de la selección peruana, a fines de la década de 1920, era imposible pensar que algún futbolista nacido en un país juegue por otro. Es más, era muy difícil que suceda en cualquier nación del mundo. El uruguayo Romeo Parravicini se ofreció vestir la camiseta bicolor en el Mundial de 1930, pero nunca le hicieron caso. En otro caso aislado, nuestro compatriota Julio Lores Colán jugó por México en esos años. Pasaron las décadas y el mundo se globalizó tanto que parece que no existen fronteras. Nuestro combinado patrio no fue ajeno a estos cambios en la humanidad.
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