Todo niño que haya practicado algún deporte ha querido ser el héroe de su equipo. Conseguir ganar con un acto heroico final: el gol del triunfo en el último minuto, el punto de la victoria en un reñido partido de voleibol o superar al rival un instante antes de cruzar la meta de llegada. Todos, por al menos un tiempo, conservan el anhelo; luego, con más resignación que preservación de la utopía, se van dando cuenta que el sueño vivía con la magia de la infancia. Pero algunos pudieron conservar el hechizo y seguir peleando para obtenerlo. Esto le sucedió al mexicano Julio César Chávez. El boxeador azteca, considerado en el top cinco de los mejores púgiles de todos los tiempos, materializó su deseo consiguiendo vencer a dos segundos del final de su pelea por el título mundial a Meldrick Taylor, estadounidense invicto y campeón olímpico catalogado como el nuevo Sugar Ray Leonard.
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Los puños del mexicano Julio César Chávez y el estadounidense Meldrick Taylor se cruzaron el sábado 17 de marzo de 1990. La batalla atrajo la atención mundial pues, tras la caída inesperada en febrero de Mike Tyson ante Buster Douglas, los fanáticos pugilísticos buscaban un nuevo referente y Don King les traía la contienda que todos esperaban. Así llegaron Chávez y Taylor, personajes antagonistas con récords invictos de 68 peleas y 55 nocauts para el mexicano y 24 triunfos con 1 nocaut para el estadounidense; pero, con el respaldo de haber sido campeón olímpico en Los Ángeles 1984 con 17 años.
La lucha se presentaba como la confrontación de dos estrellas con personalidades y estilos diferentes de combate. Por un lado, Julio César Chávez, carismático y talentoso, demostraba el orgullo mexicano y la tenacidad de siempre ir hacia adelante. Con ímpetu y técnica lograba dinamitar el cuerpo de su rival para luego atacar la cabeza y noquearlo. Por otro lado, Meldrick Taylor, titán de ébano, valía todo su arsenal de ataque amparado en su descomunal velocidad de puños y piernas, que recordaban mucho el estilo de Sugar Ray Leonard; pero, cuestionado por el peso sus golpes. Además, ambos eran campeones y estaban invictos, lo que hacía presagiar una confrontación del más alto nivel pugilísico en Las Vegas.
“Pero nadie estaba preparado para ver el guión que escribirían los puños de Chávez y Talor aquella noche del sábado 17 de marzo de 1990”
Campeones del peso superligero del Consejo Mundial de Boxeo (Chávez) y de la Federación Internacional de Boxeo (Taylor), la lucha se presentó como un reto personal para el mexicano pues en los primeros asaltos era muy notoria la superioridad del estadounidense. Julio César Chávez recuerda el momento como “el más importante en su carrera de boxeador”.
“Su velocidad de manos y piernas me sorprendieron, y tras perder algunos de los primeros rounds, comencé a sentirme muy frustrado. Todos sabían que la derrota era una posibilidad y mi récord invicto estaba en peligro", señaló Julio César Chávez para el especial emitido por ESPN de ‘Libra por Libra’.
“Fue la pelea más importante y dura de mi carrera. Nunca antes me había enfrentado a un campeón mundial, olímpico e invicto. Además, varios decían que era el sucesor de Sugar Ray Leonard”, detalla en el mismo programa con la emoción de quien narra la mayor hazaña de su vida.
Arbitrados por el juez de boxeo Richard Steele, memorable soldado del cuerpo de los marinos de Estados Unidos y reconocido por fiscalizar míticas confrontaciones como las que sostuvieron Hagler vs. Hearms, Tyson vs. Ruddock y Hagler vs. Leonard; pero, sería recordado en la historia del boxeo por su decisión en la batalla entre Julio César Chávez vs. Meldrick Taylor.
Los primeros rounds del combate fueron claramente para Meldrick Taylor. Impulsado por su velocidad de puños y pies, el estadounidense tomó ventaja conectado afilados contraataques a la par detenía las arremetidas del mexicano con precisos jabs. Julio César Chávez, atacado por la desesperación del desconcierto, apuntaba a sacarse un par de golpes gracias a su movimiento de cintura; pero, sin impactar el cuerpo de su rival.
“Recuerdo desesperación y preocupación”, declara el ex boxeador y actual figura de ‘Golden Boy Promotions’, Óscar de la Hoya. “Pensábamos que estaba perdiendo la pelea; pero, siempre manteniendo la fe”, precisa para ESPN el púgil convertido hoy en empresario.
Sobre la mitad de la pelea, que había sido anunciada como: “el encuentro del rayo con el relámpago”, el entrenador de Julio César Chávez, el español José María Martín ‘Búfalo’, cual padre desconcertado por ver perder a su hijo, funge más de psicólogo que como coach. Con una marcada pronunciación de la "z", le transmite al azteca lo que él ya sabía: “la pelea se perdía, el invicto, el título y el deseo de extender aún más su legado”.
Rápidos giros como los de un tornado, la pelea ingresó en su recta final. Sabiendo que estaba abajo por puntos, Julio César Chávez entendía que el nocaut era su única salvación. Lanzar un golpe devastador que termine con la humanidad de Meldrick Taylor y lo obligue a arrastrarse por la lona del ring mientras se oye el número diez. Chávez confesó años después de la contienda, que él sabía que tenía ese golpe y que esperaba el momento para tirarlo.
La decisión que tomó Steele en el último asalto ha sido motivo de diferentes estudios. Bajo la lupa del deporte, la medicina y la psicología, el round número doce de la pelea determinó para siempre la ruta que tomarían las carreras boxísticas de Julio César Chávez y Meldrick Taylor.
A falta de segundos para terminar la contienda, Julio César Chávez logró alcanzar con una contra de derecha sobre el centro del ring a Meldrick Taylor. El estadounidense tambaleó mientras que el mexicano sentía el daño que le había causado. Siguió persiguiéndolo, entendiendo que su rival estaba tocado, y le propinó un golpe al hígado, marca de Chávez y de los mexicanos. Taylor, entonces, se arrimó a Chávez para sostenerse; pero, en ese momento, el mexicano conectó un cruzado de derecha que envió a Taylor a la la lona. Taylor se levantó; pero, a palabras de Steele “el boxeador no sabía donde estaba y un golpe de ese calibre ponía en riesgo su integridad”. El árbitro decretó el nocaut faltando dos segundos para terminar el combate y el mexicano fue levantado en brazos con la figura de Don King al lado.
“Cuando lo tumbé yo estaba sumamente exhausto. No me importaba perder o ganar, lo único que quería era que sonara la campana pues quería vomitar, me quería desmayar. Había sido una pelea bastante, bastante difícil para mí”, señala Julio César Chávez.
Debido a la controversia que originó la decisión, Chávez y Taylor volvieron a tener un combate. El mexicano no tuvo problemas y lo noqueó en el quinto round. Meldrick Taylor no volvió a tener una pelea de ese calibre y su carrera se fue apagando con el triste sonido del silencio de fondo. Chávez siguió escalando y continuó reinando en la división de los pesos ligeros varios años más.
Gracias a YouTube hoy día podemos revivir la pelea entre Julio César Chávez y Meldrick Taylor. En la filmación se logra apreciar al mexicano antes de salir al round doce. Sentado, sudoroso y con la mirada extraviada, el azteca escucha a su entrenador decirle: “¡JULIO, TIRE LO QUE TENGA POR EL AMOR DE DIOS! ¡TIENE CON QUÉ, TIRE LO QUE TENGA! ¡USTED ES GRANDE Y VAMOS A SALIR DE ESTA QUE SE NOS HA PUESTO MUY FEA! ¡HÁGALO POR SUS HIJOS, JULIO! ¡HÁGALO POR SU FAMILIA, JULIO! ¡HÁGALO POR MÉXICO, JULIO!”
Y el boxeador, quizá recordando a aquel niño que deseaba ganar una pelea con un nocaut en el último minuto, pensó sólo para él y sin decirlo escuchó en su mente: “y pues por mí porqué no”. Y se levantó para salir al asalto doce y noquear a Meldrick Taylor a falta de dos segundos de terminar la contienda de la década de los 90′s un sábado 17 de marzo.
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