El velerista peruano que nos acaba de regalar, después de 32 años, una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos París 2024, en la modalidad dinghy masculino, es básicamente un hombre agradecido. Tiene 29 años y está convencido de que la gloria se alcanza con perseverancia y con un espíritu abierto al aprendizaje.
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—Si tuvieras que describir lo que ha significado tu historia de esfuerzo en la vela, ¿qué dirías?
El que persevera, triunfa. Ese es el significado de mi carrera olímpica, de mi carrera como navegante y como persona. Hay que disfrutar cada momento y cada dificultad es una raya más al tigre. Lo que no te mata te hace más fuerte. He tenido momentos muy difíciles en mi carrera, más difíciles de los que hubiera querido. Momentos como Lima 2019, momentos que desde chico experimenté como cuando crecí y ya no entraba en mi bote y seguía teniendo la edad para competir.
—Te refieres al Optimist...
Mucha gente se retira a los 13 años, cuando el límite es 15, porque crecen muy rápido. En mi caso, mi papá fue el gurú que me dijo quédate en el Optimist y aprende a navegar con la desventaja de velocidad que tienes por ser más pesado. Eso es lo que más me ha marcado, lo que me ayudó a superar la dificultad. Fue muy duro Lima 2019, ser abanderado en los Panamericanos ante 50.000 personas y no poder ganar una medalla dolió demasiado, pero tenía que continuar y perseverar. Aprender. Años más tarde tuve la revancha en Santiago 2023 y le regalé una medalla de oro al Perú, a la vela peruana. Antes de Santiago, los cuatro eventos más importantes de mi vida habían sido fracasos. La prensa los llamaba fracasos.
—¿Cómo los llamas tú?
Aprendizajes importantísimos, indispensables para poder estar luego en el podio olímpico. Imagínate si me hubiera retirado o si no me hubiera importado. Acá no se pierde, acá se gana o se aprende.
—¿A qué edad ya no podías entrar en tu bote?
A los 13 ya era muy grande para el bote. El peso ideal para el Optimist es 45 kilos y yo pesaba 56. A los 14 ya estaba pesando 60, a los 15 pesaba 68 kg. Pesaba dos tercios más que un navegante campeón mundial en ese momento. Lo único que hizo fue que yo buscara la manera de compensar técnicamente para competir. Al final logré ir a tres campeonatos mundiales y logré ser tricampeón sudamericano por equipos, campeón norteamericano por equipos. Cuando todo se equiparó en la categoría Laser, pude finalmente disfrutar de tener el mismo peso que todos.
—Debe haber sido complicado permanecer cuando pesabas más que los otros.
Muy complicado, pero me sumó muchísimo haber insistido. Mi papá me convenció de darle la contra, de no usar la excusa del peso. En esos años no logré ser campeón nacional individualmente porque no tenía la velocidad. Tuve que madurar, tuve que crecer, porque muchos chicos tienen la velocidad por livianos y se les perdona errores estratégicos. Mi única manera de quedar décimo era acertando absolutamente en todo mi estrategia. Leí hace poco que venimos de un país como el Perú en donde ser deportista es como jugar un videojuego en modo difícil, el más difícil. Es verdad. Mi entrenador Luis Miguel Camino Dancourt y yo hemos pasado por momentos duros, pero a pesar tener el viento en contra sí se pueden lograr cosas si te lo propones de corazón.
—Es verdad que en un momento sentiste que estabas en piloto automático.
Hace unos años sentí que competía en vela para hacer felices a mis papás porque habíamos conseguido buenos resultados; para hacer feliz a las instituciones, al Comité Olímpico, al IPD, a mis amigos, a la gente que me admira. Después de las olimpiadas de Tokio 2020 me pregunté: ¿estoy disfrutando? ¿Lo estoy haciendo por mí?
—¿Cuál fue la respuesta?
Que no, que lo estaba haciendo por muchas otras razones y otras personas y otros motivos. En Tokio me dije que la única manera de que volviera al deporte era disfrutando. Al final mi único objetivo se volvió una frase: “Demuéstrate a ti mismo de lo que eres capaz”. Entendí que a la única persona a la que tenía que hacer feliz primero era a mí mismo. Ese enfoque hizo que mi consistencia apareciera. De eso me he encargado en los últimos años, de demostrarme a mí de lo que soy capaz. Si después haces feliz a mucha gente feliz, a todo un pueblo, a todo un país, a tu familia bienvenido sea, pero primero debes disfrutar lo que haces.
—¡Y mira la felicidad que nos has regalado! Después de 32 años el Perú tiene una medalla olímpica.
Me dan ganas de llorar todavía por la emoción. Tengo que llegar al Perú y ver a la gente que amo y abrazar a familiares y ayudar en todo lo que sea posible para darme cuenta de la magnitud de lo que hemos conseguido después de 32 años.
—No habías nacido cuando ganamos la última medalla olímpica…
Eso me da más ganas de llorar porque es también la primera del siglo XXI. Todo es consecuencia de muchos años de trabajo. Ahora no puedo parar, tengo que seguir. Cuando vuelva será para darlo absolutamente todo y mejorar mis marcas. Ahora hay menos presión.
—No sé si piensas lo mismo, pero creo que los jueces fueron injustos con Alonso Correa.
Alonso es mi compañero de cuarto. Cuando le enseñé la medalla le dije que era de los dos. Creo que él también merecía una medalla. Se ha quedado por nada y nos ha regalado mucha alegría.
—Aprendiste a navegar a los 3 años. ¿Alguna vez temiste al mar?
Miedo cero. Respeto, muchísimo. El mar es muy duro, es muy traicionero y hay que conocerlo para poder maniobrar sobre sus aguas. El mar me ha enseñado a ser guerrero, a no bajar los brazos nunca, a mantenerme alerta. Por la cantidad de accidentes que he tenido, he aprendido a resolver lo más rápido posible. Mantengo la calma ante todo. Cuando compito, nada me mueve el piso para tomar la mejor decisión siguiente y no distraerme con mis emociones. Necesitas calma para llegar a la meta.
—¿Ya aprendiste a controlar las emociones?
Te diría que sí. De chico a veces miraba al cielo y le preguntaba a Dios por qué el viento había cambiado y llegaba último. Ya entendí que yo soy el responsable. Aunque me choquen, ya no me enfoco en el resto, sino en mí. En una carrera estás a 180 pulsaciones, tomando decisiones como si estuvieras jugando ajedrez. Puedes tener un buen primer día, pero después cometes un grave error que te cuesta entrar a la final. Gente que se presiona demasiado comete errores.
—Pero en la vida hay variables que no controlas.
Por supuesto y a veces te dan sorpresas para bien o para mal. Lo importante es entender por qué han pasado las cosas y tomar la siguiente mejor decisión. De nada te sirve quedarte en el fracaso porque te distraes.
—Todos los periodistas han hablado de la fotografía que tienes en tu chaleco, la de tu abuelo Alfonso Peschiera.
Mi abuelo que murió dos días antes de un campeonato sudamericano cuando yo tenía 13 años. En esa época me dio mucha fuerza mi papá. Me contó mucho sobre mi abuelo, me dijo que cuando yo logre mis cosas imagine lo orgulloso que está el abuelo de mí. Mi abuelo Alfonso es un claro ejemplo de resiliencia y perseverancia; fue al campo a los 16 años con un poco de incentivo de su padre, sin tener mucho trabajó tierras en Cañete y llegó a manejar más de 3.500 hectáreas. Fue el mayor exportador de algodón de Sudamérica hacia China en una época y construyó un imperio, hizo colegios en Cañete, la gente lo estimaba mucho. Y llegó la reforma agraria y llegó Velasco y le quitó el 90% de todas sus tierras, se las dio a quien las trabajaba y no la supieron manejar bien. Mi abuelo entró en depresión y con lo poco que tenía salió a invertir y creó otra empresa peruana importante, comenzó de cero con sus amigos y logró diversificar y prepararse para otro gobierno militar, para otro gobierno comunista. Es un resiliente.
—¿Resiliente como tú?
Me enseñó que lo único que no puedes hacer en esta vida es victimizarte, tienes que ver la manera de salir adelante. Mi papá nunca se ha victimizado. Él baja la mirada, piensa y busca la mejor siguiente mejor decisión. Eso es lo que me han inculcado. Me han enseñado a no sentir pena por mí mismo. Mi padre ha sido mi asesor secreto en mi campaña olímpica. Es la persona que más me exige y eso ha hecho que yo sea tenaz. Todo esto se lo debo a él y la manera en la que nos han criado. Me ha enseñado a ser humilde y agradecido. Lo mismo mi mamá. El respeto que se tienen mi papá y mi mamá; el ejemplo que nos han dado es lo que hace que hoy mis hermanas y yo podamos tener las cosas claras; invertimos nuestro tiempo de manera eficiente. Y sí confieso que lo único que ha hecho que yo llegue a la gloria olímplica es que pasé a ser una esponja. Quise aprender de los mejores, observar, escuchar, probar. Mi abuelo le decía a mi papá que la vela tenía que ser un hobby y que lo tuviera claro. Que tenía que ir a la universidad, trabajar y que no me iba a dedicar al deporte. Fue mi papá quien me dio la oportunidad. Hemos sacrificado un montón como familia. Les debo todo.
—¿Si hoy día pudieras volver a tu abuelo qué le dirías?
Me haces llorar… Sería increíble poder tenerlo y decirle que no me dediqué a todavía a trabajar y que sí tuve una carrera universitaria, pero que al final soy un deportista profesional y que eso está bien. Que le he regalado una medalla olímpica al Perú, que esté tranquilo y que espero que la próxima sea de un color más bonito y que no me critique porque solo sea de bronce. Simplemente le diría: “Gracias, abuelo”.
— Un sector de la izquierda ha dicho que eres un joven con privilegios y, como saben de tu posición política en contra del comunismo, han hecho comentarios muy mezquinos...
Yo les agradezco porque mis críticos siempre me hacen más fuerte. Que sigan, porque como dicen “Sancho, si ladran es señal de que avanzamos”. Yo voy a seguir callado, haciendo mi trabajo porque es lo que me hace feliz y hace feliz a la gente que tengo alrededor. Espero que puedan también ellos superarse y darse la oportunidad de salir adelante y respetarse. Yo sí creo en la libertad de expresión y la verdad que privilegiado contra las potencias mundiales nunca he sido. De hecho, me considero uno de los que tienen el menor presupuesto, pero sí me he ganado todo el apoyo que hoy recibo. Personalmente, no tengo una situación holgada. No me puedo dar lujos. Viajo con el apoyo del IPD y he tenido por momentos muchísimas deudas porque el Estado me da reembolsos y a veces se demoran seis meses, a veces tres. Vivo, como muchos otros deportistas, casi al día a día y quiero salir adelante por mí mismo. No quiero que nadie me regale nada. Así me han acostumbrado desde chico.
— Me alegra saber que estos comentarios mezquinos no te han perturbado.
Para nada. Yo soy una persona que ya está construida. Si te digo la verdad, no he leído esos comentarios, pero me han enviado mensajes que me generan risa. Yo estoy seguro de lo que pienso y seguro de lo que hago y de lo que hablo. Respaldo mis decisiones y soy muy responsable de mis acciones.
— ¿Sigues pensando que el comunismo y que la izquierda más radical son lo peor que le puede pasar a un país?
Sigo pensando que los extremos son lo peor que le puede pasar a un país, también el exceso de poder. El ser humano en general no sabe controlarse cuando tiene el poder y tiende por naturaleza a abusar. Yo critico los dos extremos, izquierda y derecha; pero no estoy lo suficientemente instruido como para opinar sobre política en general. Sí soy un vehículo, un instrumento para poder creer y crecer.
— Has agradecido al IPD y has dicho que el Estado Peruano sí te ha ayudado y mucho.
Ha ayudado a todos los deportistas que están en París 2024 de cierto modo. El apoyo es proporcional a tus resultados. Yo he tenido años en donde el apoyo fue menor porque mis resultados no fueron tan buenos el año previo. Y he tenido años con apoyo de casi el 100% porque había ganado competencias. Es el premio a tu esfuerzo y es proporcional. No estoy acá para criticar al Estado, sino para ayudar a crecer, sin importar quién esté al mando. Aquí se premia el esfuerzo. El IPD me viene ayudando desde que tengo 10 años y pienso que se podría hacer un mejor esfuerzo para apoyar a promesas y tener un programa de apoyo a deportistas con potencial. Con presupuesto e incentivos, con apoyo profesional total. Debemos tener gente apta en las federaciones para apoyar a deportistas desde el semillero.