Quienes conocen cómo se manejan los clubes árabes señalan que una de las medidas que toman cuando consideran que un jugador no cumple con sus objetivos es dejar de pagarles. Eso habría ocurrido con Christian Cueva y Álex Valera, quienes abandonaron hace unos días el Al Fateh.
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Desde el entorno de los jugadores se ha denunciado que a la falta de pagos se sumaron temas extradeportivos entre las motivaciones que determinaron sus salidas. “En su momento contaremos muchas cosas que ahora no se puede. Él (Cueva) seguramente por eso también está muy callado. Nosotros tenemos nuestra versión”, declaró Valera a PBO Campeonísimo.
Pero vayamos a los números: tras el fracaso de Perú en el repechaje, ‘Aladino’ jugó 9 partidos, dio 3 asistencias y no anotó un solo gol. El delantero, en tanto, apenas apareció en 5 encuentros de 11 posibles y tampoco marcó. Al Fateh ocupa el noveno puesto del campeonato saudí con 15 unidades, 14 menos que el puntero Al Nassr.
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Aunque el club ha negado tener deudas con los peruanos y los casos ya se manejan en el ámbito jurídico-deportivo, no podemos dejar de lado algunos aspectos que juegan en contra de los nuestros. En sus casi 15 años como profesional, Cueva ha vestido la camiseta de 12 equipos y no es la primera vez que se ve involucrado en un conflicto. Su disputa con el Santos, pendiente de resolución en el TAS, podría dejarlo sin jugar si no paga unos 7 millones de dólares de indemnización.
El gran limitante del talento de Cueva ha sido siempre su carácter. La historia de cómo dejó de asistir a un entrenamiento de la San Martín para jugar un campeonato que entregaba una vaca al ganador, ha sido romantizada como una travesura de juventud (ocurrió cuando apenas tenía 16 años), cuando deberíamos llamarla como lo que siempre fue: una indisciplina. Un hecho que, además, puede calificarse como una síntesis temprana de su distorsionado concepto de profesionalismo.
Las estadísticas tampoco le sonríen a Valera. Su paso por el torneo árabe solo tiene un calificativo posible: fracaso. Nadie duda de su profesionalismo, sus ganas de salir adelante, ni de sus justificados deseos por darle tranquilidad económica a su familia, pero se lo contrató para hacer goles y no cumplió. ¿Acaso no usamos los mismos términos con los extranjeros que no confirman sus condiciones en nuestros equipos?
No son los únicos seleccionados en problemas. Carlos Zambrano acaba de dejar Boca Juniors por la puerta falsa. Una insólita discusión con el entrenador Hugo Ibarra provocó su abrupta salida del xeneize, pese a las intenciones de la dirigencia por renovar su contrato.
Luis Abram no continuará en Cruz Azul tras un año de escasos brillos y el futuro de Álex Callens sigue sin estar definido a pesar del gran nivel que mostró en la MLS la temporada pasada.
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La posibilidad de que algunos de los nombrados continúen sus carreras en el país ha despertado un inusual entusiasmo, sobre todo entre los hinchas de Alianza y Universitario. Zambrano fue presentado en la Tarde Blanquiazul y recibió una sonora ovación. En la ‘U’, mientras tanto, no descartaban la vuelta de Valera, en una apurada versión 2.0 del Hijo Pródigo.
Sin embargo, cualquiera de estos retornos no debería ser tomado como buena noticia.
El pobre nivel de la Liga 1, aunada a la incertidumbre que la rodea por la guerra que sostienen los clubes con la federación por la televisación de sus partidos, no la convierten en el escenario ideal para que jugadores de selección puedan mostrar lo mejor de su desempeño.
Es cierto que a veces es mejor dar un paso atrás para saltar con más fuerza, pero lo que nuestros futbolistas necesitan es potenciar su talento y la exigencia del torneo local –el peor de Sudamérica según el ranking de la IFFHS del 2021– no lo convierte en el mejor lugar para hacerlo.
Todo ello no quita el legítimo derecho de cremas y blanquiazules de fortalecer sus formaciones de cara a las competencias internacionales que afrontarán próximamente. Pero bajo una mirada más profunda, debería llamarnos a reflexión lo difícil que representa para nuestros mejores futbolistas llamar la atención de los clubes del exterior y, cuando lo consiguen, mantener la consideración de ellos.
La cuerda floja por la que suele caminar el fútbol peruano nunca ha estado tan resbaladiza como en la actualidad. Ocho clubes profesionales acaban de anunciar que no participarán en la liga si no se resuelven sus líos con la federación, los futbolistas no han descartado una huelga y las perspectivas de la Sub 20 en el próximo Sudamericano son tan sombrías que deprimirían hasta al buenote de Ted Lasso.
Juan Reynoso debe estar más cabezón que de costumbre.
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