Diego Macedo, bartender y asesor de Sastrería Martínez.
Diego Macedo, bartender y asesor de Sastrería Martínez.
/ SOCIALES > CECILIA HERRERA
Redacción EC

El día que Diego Macedo solicitó una visa para los Estados Unidos por primera vez, se la negaron. La segunda también. Él era un joven de 19 años cuando soñaba con ir a Hollywood a trabajar como actor, algo que en ese entonces, a un oficial de la embajada de ese país puede que le haya costado creer. Hoy, Macedo dirige Sastrería Martínez, uno de los bares speakyeasy pioneros en Lima y en él ha logrado construir y consolidar parte de su sueño actoral: su escenario. Sastrería Martínez está hoy en día entre los 3 mejores bares del mundo en lo que refiere a ambientación y diseño, al quedar entre los 3 finalistas del premio Best Design Awards en 2023 lo que convierte al lugar – en palabras simples- en el bar más lindo del Perú. Ese es el escenario en el que se desenvuelve el discreto mixólogo Diego Macedo.

Todo empezó cuando Macedo, a sus 19 años, preparó un Garibaldi, ese cóctel colorido a base de Campari y jugo de naranja. Después de ser probado, el líquido fue directamente a la basura. “Era la cosa más espantosa que había probado en mi vida”, dice hoy desde su posición de bartender principal y socio del speakeasy limeño que se encarga de trasladar a sus visitantes a los años veinte, las épocas de la ley seca en Estados Unidos, la prohibición de vender bebidas alcohólicas y la necesidad de convertir a los bares en negocios fachada – como puede ser una sastrería- para seguir en funcionamiento. Macedo sacó la receta, aquella de su fallido Garibaldi, de un libro de fascículos coleccionables de bartenders de El Comercio, allá por los años noventa. “Mi hermano estudiaba hotelería y turismo, entonces mi papá comenzó a coleccionar los fascículos del coleccionable de bartender de El Comercio. Hasta hoy mi hermano tiene ese libro. El otro día le dije: dámelo, esta es mi alma mater, pero no me lo quiere dar”. Dice Macedo y suelta una risa de actor, así, de lado y bajando una de las cejas. Hoy, ya con Sastrería Martínez posicionada en el circuito no solo peruano sino mundial, Macedo trata de quitarle a su hermano mayor aquel coleccionable que le mostró de reojo el mundo de la coctelería y lo distrajo de sus sueños de actor.

Macedo empezó su acercamiento al bar por el lado del servicio, como mozo. De chico, sabía hablar muy bien inglés y quería hacer algo emocionante con su vida, claramente no sabía lo que le esperaba- así que postuló a una empresa de cruceros como barman. La experiencia más cercana que tenía con el bar era en el servicio y también de aquella vez en la que el cóctel hecho con Campari terminaría en el tacho de la basura. Su meta era otra, una más juvenil: subir a un crucero, probar suerte en algo que le guste y, al final del camino, llegar a Estados Unidos para cumplir su sueño de ser actor. Antes de eso, tenía que ser aceptado como barman en el crucero.

“Yo había estudiado inglés y además siempre me quise ir a Estados Unidos porque yo era actor, estudié actuación. Se presentó la oportunidad del crucero y dije: ¡esta es!”, cuenta Macedo que en ese entonces solo debía hacer dos cosas para ir al país norteamericano: hablar inglés (check) y aprenderse las 52 recetas de la mayor institución de ese tiempo en bartendería, la International Bartender Association (IBA). Debía hacerlo todo de memoria.

“La IBA sacaba 52 recetas que tenías que saber casi de paporreta”, dice Macedo. Cócteles como Bacardí coctel, White Russian, Margarita, May Thai, entre varias otras. Se las aprendió de memoria. Con esas herramientas fue a la entrevista para el crucero. Ya en la oficina de entrevistas la pregunta fue directa “¿A qué puesto postulas?”, al bar, dijo Macedo con ese tono de calma en su voz que conserva hasta ahora. “A ver, ¿dame la receta del White Russian?” dijo el entrevistador (todo era en inglés). La dijo. “La del Bacardi Coctel”, Macedo también la dijo y así se hicieron algunos etcéteras con varios cócteles. Nadie en esa oficina sabía que el futuro bartender tenía memoria de actor. Días después, el teléfono sonaría para decirle que embarcaría en Miami y pensó que de ahí iría al Caribe, pero en lugar de eso fue a Bahamas, Hawái y Alaska. Fue un sueño que duró seis meses.

Es en ese momento donde todo comenzó. Ya en el crucero, no vio el bar ni de reojo. Salvo un par de veces. Lo que le tocó fue lavar platos, ser parte del equipo de limpieza y eso que llaman “pagar piso”. Igual y sin dudarlo, ahí donde empezó todo. De vuelta, desembarcó en Los Ángeles y se quedó casi por un año. El joven Macedo tenía el presentimiento de que su sueño de actor estaba ahí. En 2002 vuelve a Perú. La búsqueda de lo actoral no dio los frutos que imaginó, en el camino aprendió otras varias cosas de las que se daría cuenta más adelante.

Ya en Lima, a inicios de 2003, recibe una llamada de Europa. La propuesta era viajar a finales de ese año. Era otro sueño, uno más sobre un crucero. La empresa le aseguraba que iría con una compañía italiana como asistente de bar. Esta vez leyó muy bien el contrato. Empezaba una nueva gira.

Al tiempo de llegar al crucero europeo le tocó ser el encargado del bar del restaurante, iniciaba una nueva parte de su aprendizaje, esta vez rodeado de vinos. “Yo no tenía ni idea de vinos. Sobre todo italianos”, me dice Macedo otra vez con su gesto de ceja abajo y una sonrisa de como quien cuenta un secreto. Eran buenos tiempos para él y el crucero que hacía la ruta del Mediterraneo, una ruta de seis meses en la que se detenían en los principales puertos: Barcelona, Marsella, Génova, Nápoles, Túnez, Palma de Mallorca. “Aprendí y me divertí muchísimo”, una vez más la sonrisa y esa ceja cada vez más hollywoodense.

Macedo ya había empezado a agarrarle el gusto al bar, los cruceros y demás, hasta que finalizó el viaje y se asentó en Madrid, siempre con el sueño de la actuación bajo el brazo. “El bar era un hobbie y mi profesión era la actuación”, cuenta. Empezó a trabajar en los bares de Madrid y fue la demanda de personal y su talento lo que hizo que le fuera mucho más que bien. En los primeros años del nuevo siglo iniciaba un boom en barras especializadas. “Comienza en el 2007 el boom de los Gin Tonics y comienzan a abrir bares ya más especializados en coctelería, entonces había una necesidad de mano de obra grande y no habían bartenders. Yo por mientras hacía lo de la actuación, hice buenos cursos, estaba actuando, pero llegó un momento en el que dije: vamos a cumplir treinta años, si hasta los treinta la actuación no me ha dado lo que yo deseo vamos a intentarlo en el bar”, Macedo miraba la realidad con otros ojos, sus habilidades, como ingredientes de un gran coctel, estaban respirando, reposando, macerando, preparándose para ser servidas.

Es justo por esos meses en que Macedo tiene un bajón en su carrera como actor, así que se decantó por el plan “B” el plan bar. Dejó de actuar y se enfocó en su carrera de bartender. Es en ese momento en que el mundo del bar explota para Macedo. “Me llamaban de todos lados, abrían nuevos proyectos, cosas interesantes, me la pasaba bien, le agarré la pasión, me permitía hacer acting también, era un escenario, uno en el que me movía y dije: quedémonos por acá”, el joven bartender empezaba a mezclar sus propios ingredientes de vida.

En 2011 conoció al socio con el que compartiría su primer gran proyecto en España. Y en 2012, en plena crisis económica española, abrieron La Villana Madrid, bar que hasta ahora funciona en la capital hispana y que ya se va por los 14 años de existencia. Digamos que esa fue una de las huellas más grandes que dejó Macedo en esa Europa que hoy en día conoce muy bien.

En 2014, justo antes de volverse a Lima, vende su participación en La Villana Madrid con la condición de quedarse con el nombre. El plan era abrir La Villana Lima en Perú. Ya tenía bastante experiencia en el mundo empresarial, en negociación, y como bartender, habían pasado más de 10 años desde ese primer crucero en el que no leyó bien la letra pequeña del contrato. Se volvió a Lima finalmente e intentó abrir en Miraflores La Villana Lima. Dos kilos de burocracia después, con el negocio apretado por los alquileres, y la pérdida de dinero, aborta la misión. Estuvo a punto de coger sus cosas y volverse a España, la realidad lo volvía a sentar. Pero entre pensar si volvía o no a Europa, se comenzaron a abrir puertas, las asesorías. En pleno boom gastronómico peruano, la capital no contaba con muchas barras ni nadie que las implemente, diseñe o desarrolle la experiencia. La bola de nieve de las asesorías empezó a crecer rápidamente hasta que finalmente abre, de la mano de Coque Ossio, Bar 7 en un conocido club de playa limeño. El guion cambiaba nuevamente para Diego Macedo, aunque esta vez lo encontraba con capacidades totalmente nuevas y desarrolladas, además de una maceración personal y de temperamento que ya tomaba cuerpo.

En el 2019, Macedo junto a sus socios se lanzan a buscar un local para un bar a pie de calle, ya no dentro de un club de playa. ¿Dentro del local que meses más tarde sería Sastrería Martínez, uno de sus socios le muestra una maletita que contenía el concepto del nuevo proyecto, elementos prohibidos en la ley seca de 1920 de Estados Unidos. Macedo que ya había pensado en ese concepto, respondió a ese acto con una pregunta: “¿me estás hablando de un Speakyeasy?” dijo, seguramente con su sonrisa de actor y la ceja hacia abajo. Macedo y su socio estaban hablando justamente de eso.

En ese 2019, con el ánimo al tope para entrar a un rush de creación del nuevo proyecto vendría otra crisis. No como la de España, no como la de Europa, sino a nivel mundial. La Covid – 19 golpeó fuerte, pero esta vez, nada pudo tumbar el sueño con el bartender asentado totalmente. Un Macedo fuerte, con tanino, con carácter, como diría un sommelier.

Diego Macedo es un sobreviviente, sobrevivió a la crisis de España en 2012, dos cruceros y una pandemia. Sastrería Martínez abriría en 2020, en el momento del boom de los roofs bar, esa búsqueda de las personas por espacios abiertos producto de los que fue la pandemia. Mientras la gente buscaba lugares al aire libre Macedo abría un bar oculto en un sótano. Él ya estaba acostumbrado a lograr cosas imposibles.

En mayo de 2021 Sastrería Martínez, con un año de vida ya empezaba a posicionarse como uno de los principales speakeasy de Lima.

Hoy, para Diego Macedo estar en el medio del salón de Sastrería Martínez es estar en su escenario. Macedo es un Bartender, un empresario y un actor y todos esos oficios los ejerce en el mismo momento, en un solo acto. Él vive contando historias con sus cocteles y con el lenguaje que Sastrería Martínez le permite. Aunque el sueño de la actuación sigue intacto y hasta, de tanto en tanto, lo ejerce. “El cine es algo que me tengo que quitar, me tengo que quitar la espina. Teatro he hecho, televisión he hecho, pero cine no”, dice Macedo, y mientras lo dice, su ceja de actor podría ganar un Oscar a mejor actor de reparto. “Cuando todo esté asentado, quiero retomar la actuación”, sentencia el mixólogo.

Sastrería Martínez es un poco esa pasión que de tanto en tanto se le escapa por los poros a Macedo y que ahora, sin querer queriendo, es parte de su vida. La mezcla ideal agrega actuación, negocios y bartender, y darle un buen shake a esas habilidades hace de esos elementos un trago, uno fuerte, con carácter, noble y de múltiples sensaciones: Mr. Diego Macedo. Salud.

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