
La selva amazónica es uno de los pulmones más vitales del planeta. Sin embargo, su importancia va mucho más allá de la producción de oxígeno. La Amazonía es también el corazón de un ciclo hidrológico esencial, un motor invisible que genera agua no solo para los ecosistemas de la región, sino también para millones de personas.
El agua que consumimos en nuestras ciudades, que riega nuestros campos y sustenta nuestras industrias, tiene una fuente crucial: los “ríos voladores”, un fenómeno natural que surge gracias a los ecosistemas creados por árboles en nuestra selva amazónica.
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Especies de árboles gigantes de la Amazonía, como el milenario shihuahuaco, juegan un rol indispensable en este proceso. Estos no solo almacenan carbono y producen oxígeno, sino que, a través de la transpiración de sus hojas, actúan como enormes bombas de agua, extrayendo humedad del subsuelo y liberándola en la atmósfera.
Esta masa de humedad viaja miles de kilómetros, generando el “río volador”, un flujo de vapor que es capaz de transportar más agua que el propio río Amazonas. Al llegar a los Andes, alimenta los glaciares y nevados que, a su vez, abastecen los ríos y valles de la región andina y pacífica. Gracias a este fenómeno, millones de personas y comunidades podemos disponer de agua para beber, cultivar y para vivir.
Hoy en día, este flujo natural está en grave peligro. La tala indiscriminada y la degradación de los ecosistemas amazónicos están reduciendo la capacidad de los árboles para generar estos ríos voladores. En las últimas dos décadas, se han talado 2′774,563 hectáreas de bosques en el país, según cifras del Ministerio del Ambiente. Es una superficie similar a la de Haití. Al destruir la selva, no solo estamos perdiendo los árboles que permiten este ciclo vital, sino también poniendo en riesgo la propia existencia de las comunidades que dependen de esa agua.
Es urgente que entendamos que la Amazonía no es un recurso renovable que podemos explotar sin consecuencias. Su preservación debe ser una prioridad no solo para los gobiernos, sino también para el sector privado y la sociedad. En Grupo AJE hemos dado un paso importante al aliarnos con entidades como ARBIO que protegen al shihuahuaco, una especie que contribuye a mitigar el cambio climático.
Este tipo de alianzas resultan fundamentales para garantizar que los esfuerzos de preservación sean sostenibles. Es momento de que las empresas y las comunidades se sumen al objetivo de preservar el corazón verde del mundo.
La Amazonía no puede esperar más; su latido, esa humedad que conecta el cielo con la tierra, es el que permite que las ciudades florezcan, que las cosechas crezcan y que las industrias sigan en pie. Debemos actuar ahora. Su protección es una cuestión de vida: la vida de la tierra, la nuestra, y la de las generaciones venideras. Es momento de hacer el cambio, de tomar acción frente a la deforestación del bosque y así preservar el recurso hídrico que es vital para nuestra supervivencia.

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