(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Caroline  Gibu

Si algo nos ha dejado el 2021, y estos dos años de , es evidencias de la interdependencia entre quienes conformamos esta sociedad. Los individuos no podemos vivir de manera aislada, nuestro bienestar depende enormemente de los otros, tanto en lo económico como en lo emocional. Y nuestra salud y forma de vida se han visto afectadas de la noche a la mañana por un desastre sanitario, lo que nos recuerda ese frágil hilo entre el ser humano y el medio ambiente.

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Aun cuando nos digan que los peruanos somos egoístas, ganas de hacer y colaborar existen. La crisis actual ha hecho surgir actos solidarios que bien articulados pueden encaminarse hacia una cooperación sostenible. Durante más de 20 meses de emergencia, hemos sido testigos de movilizaciones de recursos económicos de privados y de personas voluntarias para mitigar el hambre a través de las ollas comunes, asegurar la continuidad de la educación a distancia facilitando equipos y asesoría, o construir plantas de oxígeno en distintas regiones donde no existían. Además, hemos visto que los teléfonos y las redes sociales pueden conectar personas desconocidas para brindar apoyo, dar la mano y aliviar al afligido.

Frente a ello, nos pueden decir que el Estado estuvo y está ausente, corrupto y carente de gestión. Tenemos mucho de ello, pero por suerte tenemos servidores públicos que lideran con empatía, para hacer más y mejor, como los guardaparques que en confinamiento fueron los únicos contactos entre las comunidades amazónicas dentro de los parques nacionales y el sistema de salud; o la red itinerante construida conjuntamente por el Ministerio del Ambiente (Minam) y otros ministerios para llevar remesas de alimentos desde el campo a la ciudad, rescatando una antigua práctica solidaria andina denominada Apachicuy en quechua; o aquellos docentes que han ido puerta por puerta para recuperar alumnos ausentes en la educación virtual. Las entidades públicas en pandemia han aprendido a sumar con otros, con públicos y privados, de forma acelerada.

El día de hoy, cuando algunos continuamos en las celebraciones navideñas, un grupo de profesionales de medicina y enfermería del sector público atienden en los vacunatorios para asegurar que más personas tengan la tercera dosis, y así evitar más contagios y muertes. Asimismo, se suman los equipos de voluntarios que ayudan con el desplazamiento ordenado de las personas. ¿Qué se requiere para convertir estos actos solidarios en cooperación permanente? ¿Cómo lograr que, más allá de una o muchas emergencias, el Gobierno pueda gestionar y consolidar acciones colectivas por un propósito común?

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En este momento histórico, en este territorio con sus diversas geografías, solo estamos nosotros y, por tanto, lo único que nos queda, entre la incertidumbre y la polarización, es aceptarnos iguales ante la ley, pero diferentes y diversos respecto a cómo pensamos, creemos y sentimos. La verdadera muestra de liderazgo de nuestros gobernantes y políticos será dar un paso al frente, no para golpear al otro hasta hacerlo retroceder, sino para invitar al oponente a dar también un paso adelante y asumir el reto de trabajar al menos un tema de manera conjunta. Así, maduraremos en ciudadanía.

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