Redacción EC

POR DIANA GONZALES Y JORGE PAREDES

Todavía era una adolescente cuando su hermano, el pintor , la llevaba a sus reuniones con artistas e intelectuales. Ahí Cely Gutiérrez conoció el ‘establishment’ cultural de Lima. “Era su hermanita”, dice ella, con una sonrisa, cuando rememora aquella época. Cely y Sérvulo eran hermanos de padre y compartieron durante buen tiempo su afición por el arte.

Cely está desde hace más de cincuenta años casada con el restaurador y pintor Max Gutiérrez, quien además es sobrino del artista y presidente de la Asociación Cultural Sérvulo Gutiérrez. Visitamos a ambos en su casa de Surco para que recuerden detalles de la vida del gran pintor iqueño.

¿Cómo fue el tiempo que pasó con Sérvulo?
Cely Gutiérrez: Desde chica me gustó el arte. “Ponte elegante que te voy a llevar a una exposición”, me decía. Le gustaba que las mujeres sean elegantes, pues él también lo era. Ahí conocí a los pintores mayores, digo mayores porque yo tenía 14 o 15 años en ese momento y Sérvulo tenía ya 40. En esa época cada cuadro podía costar 30 o 40 mil soles. Y así como ganaba dinero también se lo gastaba: le gustaba vivir y vestir bien.

Max Gutiérrez: En Lima  la familia Gutiérrez vivía en el jirón Trujillo 228, en el Rímac, en una casona muy bonita, donde había un taller de restauración. En esa casa yo nací (Max es hijo de Máximo Gutiérrez, hermano de Sérvulo).

CG: A mí y a Sérvulo nos gustaba el arte, por eso siempre andaba con él, más que con mis otros hermanos.

¿Cómo lo recuerda?
CG: Sérvulo era como mi papá, mi consejero. Cuando un novio no le gustaba me decía: “No te conviene”. Yo le obedecía, era bien dócil. Él no era celoso, solamente me aconsejaba. También me decía que una señorita siempre tiene que ser elegante: “Cuando hables, habla con los ojos, habla con tus manos”. Todo eso me enseñó. Después que me casé y tuve mi primera hija, Sérvulo vivía en mi casa. Como él tenía una hija que dejó de ver cuando se separó de su esposa argentina, le tuvo un gran cariño a mi hija mayor. Siempre lo veíamos pintar.

Pintaba muy rápido...
*CG:* Pintaba rapidísimo y le decía a mi hija de tres años: “¿Qué color quieres, ábreme los chisguetes, vuélvelos a cerrar?”. Eso sí, se concentraba mucho, se transformaba cuando pintaba. Yo me quedaba mirándolo extasiada. Podía hacer un cuadro en horas, parecía que ya lo tenía en la mente.

Hubo muchas pinturas que regaló.
CG: Él era así, era millonario, pero no le interesaba la plata. Cuando hacía una exposición, en la inauguración se vendía todo. Un día llegó un amigo de Sérvulo que había tenido mucho dinero, pero, como suele suceder a veces, ya no tenía nada. Entonces le dijo: “Ahora ya no tengo plata para comprarte un cuadro”. Y Sérvulo le preguntó: “¿Cuál te gusta?”. “Ese”, le respondió, “pero qué voy a poder comprarlo”. Sérvulo le dijo al dueño de la galería, Paco Moncloa, que ese cuadro era de su amigo, que lo pusiera como vendido. Al término de la exposición se lo entregó.

Tenía fama de mujeriego
MG: Bueno, ni siquiera buscaba a las mujeres, ellas venían a él, creo que porque tenía gran carisma, personalidad. No era buenmozo, pero caía simpático, era interesante. Cuando aparecía se prendía la luz.

CG: Pero no era de estar con una y con otra. Cuando estaba con una mujer se quedaba con ella.

¿Por qué se fue a Argentina?
MG: En el Perú se convirtió en campeón nacional de box de su categoría y entonces asistió a un campeonato sudamericano en Córdoba. Después del campeonato, se encontró con dos amigos íntimos, mayores que él. Uno de ellos era un anticuario (Pedro Velasco), que llevaba antigüedades de Lima para Buenos Aires. Sérvulo vivió con ellos y trabajó como restaurador de cuadros y porcelanas. Ahí conoció a la cuñada de Velasco (Zulema Palomieri) con quien se casó. De ahí nació Lucy, pero el matrimonio duró poco. Fue autorizado por la familia de la esposa para viajar a Estados Unidos, pero por esas razones del destino no llegó ahí sino a París. Eso fue motivo para la separación. En París empieza su vida de artista. No estudió en una escuela, él fue un autodidacta. Ahí visitó museos, galerías de arte y conoció a pintores.

Lo macanudo de Sérvulo, como mi padre Máximo, es que casi nacieron sabiendo dibujar y pintar. Para ellos era como un juego cuando estaban chicos. Cuando Sérvulo hizo esos huacos de los que tanto se ha hablado –y que hay en Buenos Aires y en otros museos de Estados Unidos y Europa–, Sérvulo tendría 15 o 16 años.

En París conoció a César Vallejo. ¿Fue una amistad breve pues Vallejo murió al poco tiempo?
CG: Se reunió bastante con Vallejo. Sérvulo era muy joven (tenía 24 años). A Vallejo le gustaba tocar la guitarra y Sérvulo cantaba el huaino “Paloma blanca” en francés. Dicen que lo cantaba muy lindo. Como era tan expresivo los franceses se quedaban asombrados. Después Vallejo pasaba el sombrero, reunían plata y se iban a comer.

¿Sérvulo era muy cercano a la familia?
MG: Así es, esta es una postal [nos dice Max mostrándonos la imagen] que envió Sérvulo a su padre cuando estaba en París y el papá todavía vivía: “Querido papacito, cuanto más me alejo de ustedes, más lo extraño y menos pierdo la esperanza de abrazarlo pronto”. Y esto no ocurrió porque Sérvulo estaba en París cuando su papá murió en Pisco. La madre murió cuando daba a luz a su última hija. Después el padre se volvió a casar y tuvo 6 hijos más. Cely es la tercera hija de este segundo matrimonio.

¿Cómo conoció Sérvulo a Claudine Fitte?
MG: Fue en Buenos Aires, a su retorno de París. Se conocieron, conversaron sobre los encantos de París y hubo química de inmediato. Estuvo con ella aproximadamente desde 1940 hasta 1946, hasta que apareció Doris Gibson. Cuando fui a Francia la encontré, ¡después de 55 años!, estaba igual, la diferencia era que tenía el cabello blanco. Ella fue su segundo amor.

Sérvulo murió por problemas hepáticos...
MG: Sí, tenía 47 años y los médicos dijeron que tenía una afección hepática. Pero recién me he enterado que cuando lo llevaron a la clínica, ahí estaba su amigo Lucho D’Onofrio, solo le conectaron dextrosa a la vena, pues no había médicos en ese momento para atenderlo. Lucho pidió que lo llevaran a otra clínica pero cometieron un error: le quitaron la dextrosa. Dicen que a raíz de esto convulsionó y falleció a los pocos minutos.

MÁS DATOS
ALGUNOS MITOS
Max Gutiérrez aclara algunos mitos sobre el artista: “Sérvulo nunca fue mozo ni trabajó en la carretera, eso es mentira. Tampoco bebía lo que sea, como se dice por ahí. Nosotros tenemos vales en los que figura lo que tomaba: pisco, whisky, vino y champagne. Nunca tomó ron, por ejemplo”.

EL HOMENAJE
Mañana lunes habrá un homenaje por el centenario de Sérvulo Gutiérrez en el Icpna de Miraflores (Av. Angamos Oeste 120). Participan Alicia Sacco, Maura Serpa, Miriam Reátegui, Amalia Cornejo, Ernesto Ráez, Jorge Villacorta. La actriz Delfina Paredes recitará poemas de Sérvulo. Hora: 7:00 p.m. Ingreso libre.

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