¿Cómo enfrentarse al cáncer? Se trata, sabemos, de una enfermedad traicionera, intempestiva, misteriosa, incierta. Y el ser humano, al descubrir que el cáncer se apodera del cuerpo, debe enfrentarse a él desde lo fisiológico, emocional y social. Y, a veces, también desde lo artístico. Teresa Orbegoso (Lima, 1976) libra todas estas batallas, y algunas más, en su nuevo libro, Abro el miedo, el cual nació como proyecto en 2016, cuando la autora terminaba su maestría en Escritura Creativa en Argentina. Esa etapa coincidió con un primer diagnóstico de la enfermedad.
Este libro es concebido como tu tesis de maestría. ¿Habría sido diferente si no estuviera condicionado a un trabajo académico?
Hay un tema con eso. Yo iba a presentar como tesis de maestría mi anterior libro [Perú], pero no me lo aceptaron porque al momento de presentarlo aún me faltaba llevar tres cursos. Entonces, cuando estoy cursándolos, me detectaron la enfermedad. Se trataba de un cáncer de mama grado cinco. Esto cambió todas mis perspectivas en ese momento. Empecé a estudiar el cáncer no solo desde la experiencia médica, sino también desde la literatura, la escritura y los escritores. Así nació, en 2016, Abro el miedo. Terminé la maestría en 2017 y el libro fue aceptado como mi tesis en 2018. Cuando la editorial Hanan Harawi me ofreció publicarlo aquí, recibí el diagnóstico de que el cáncer había vuelto, esta vez un poco más fuerte.
Esta noticia hizo, seguro, que en tu vida cambiaran cosas. ¿También cambiaron cosas en el libro antes de publicarlo?
Cambió mi vida pero no el libro. Yo vivía con mi esposo en Argentina, pero al momento del segundo diagnóstico decidí regresar a Lima. Los cambios que sufrió el libro fueron durante su proceso de producción, que duró poco más de dos años.
Al leer los textos de Abro el miedo se siente cómo miras al cáncer directo a los ojos. Es visto como un otro pero no como un parásito.
A mí me preocupa, hablando literariamente, el poder experimentar con el lenguaje desde la forma. Me refiero a que la idea no solo es trabajar con las palabras para transformar el cáncer en algo distinto a una enfermedad. Mi objetivo era trascenderlo a partir de mi experiencia, apropiarme de ese nombre, de esa palabra, y renombrarlo con mis propias palabras, como escritora y como paciente de cáncer. Mi objetivo, como paciente, era hablar de lo que uno siente, de lo que se vive, de cómo existes.
La existencia está muy presente en el poemario. Le das distintos usos para dejar en claro que el cáncer está ahí —existe—, pero tú también.
Es verdad. Uso mucho la palabra existir . Y lo hago, en parte, porque cuando te diagnostican cáncer parece que dejaras de existir como tú para convertirte solo en un paciente. Insisto en la existencia para demostrar que sigo viva en todas mis dimensiones.
Otra elemento recurrente es la referencia a la poeta y escritora danesa Inger Christensen.
Quería que mi poemario dialogara con ella, con su trabajo. Lo pensé así desde su concepción, y lo hago desde la entrada. Para escribir ella recurre a la fórmula Fibonacci, la secuencia aritmética de la divina proporción, y eso me pareció interesante. En su libro Alfabeto habla de lo que significa existir desde el espacio que ella conoce, y yo quería dialogar con su conocimiento para mostrarle el mío: mi espacio vital, el continente americano, mi forma de ver la vida.
¿Cómo hacer dialogar dos libros tan distantes?
En algún momento escribo directamente: “Inger, América existe”, pero el diálogo se da porque escribo Abro el miedo desde mi manera de afrontar la existencia, como ella hace en Alfabeto. Superar el cáncer no implica solo tomar medicamentos y quimioterapia. Superar el cáncer también implica hacerlo desde tu manera de ver el mundo, desde tu capacidad de transformar y de vivir. El cáncer no solo es una metáfora del mal, también es un maestro: te hace ver el mundo de otra forma y renombrarte a ti misma. Existir de otra manera.