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“Como sociedad, no hemos superado el desgarro de la guerra del Pacífico”
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“Como sociedad, no hemos superado el desgarro de la guerra del Pacífico”

“Como sociedad, no hemos superado el desgarro de la guerra del Pacífico”

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Esta conversación aborda dos libros y un curioso hilo conductor. La poeta y narradora (Tacna, 1952) ha publicado recientemente “No podemos explicar por qué lloramos”, que suma relatos y actualiza su conocido volumen anterior, “Atado de nervios”, publicado hace 25 años. En ese tiempo las mujeres de sus historias han cambiado, tanto en la forma de asumir las relaciones de pareja como de afrontar la desilusión. Como advierte la autora, sus personajes han descubierto que, aspirar seguir un modelo de felicidad es lo que nos hace más infelices. “Si aprendiéramos a disfrutar de un día de sol, de una conversación con amigos, de caminar mirando el mar, podríamos tener una vida mejor, mejores vínculos, una mejor actitud con los demás”, explica.

"No podemos explicar por qué lloramos", libro de Giovanna Pollarolo
"No podemos explicar por qué lloramos", libro de Giovanna Pollarolo

Así, sus relatos nos advierten que nuestra infelicidad se basa en el exceso de expectativas, con la falsa idea de que la felicidad se alcanza al conseguir la pareja perfecta, nuestra media naranja. Sin embargo, como nos revela Pollarolo, referentes clásicos como la Ana Karenina de Tolstói o la Madame Bovary flaubertiana ya no tienen sentido en nuestra época. “Ya nadie se mata porque un matrimonio previo le impida abrazar un nuevo amor. Desde los años cincuenta, el divorcio enseñó a las mujeres que podíamos probar otra vez. Así, lo probamos de nuevo y volvemos a fracasar. Entonces, nos damos cuenta de que no era por ahí la cosa”, comenta.

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Así, como escribe Vivian Gornick, la escritora estadounidense a la que Pollarolo cita en su libro, “el amor, como la comida o el aire, es necesario pero insuficiente. No puede hacer por nosotros lo que nosotros debemos hacer por nosotros mismos. Aunque los imaginarios tardan mucho en cambiar, en estos últimos 20 años la mirada de las mujeres ha cambiado. Recuerdo que antes te preguntaban si eras feminista, y casi debías excusarte por serlo. Ahora, la mujer que no lo se diga feminista puede ser cancelada. Hasta las más conservadoras se consideran feministas. Ciertamente se han registrado cambios, sean verdaderos o en apariencia”, afirma.

Hombres que no entienden a sus parejas. Padres que no comprenden a sus hijos. Diálogos imposibles. Dolorosos silencios. En sus relatos sobre parejas en crisis, Pollarolo construye metáforas para dar cuenta de un país, de una sociedad como la nuestra, en la que no sabemos escucharnos unos a otros. “Tendemos a juntarnos entre los que pensamos igual. La polémica nos resulta ofensiva, insultante, insoportable. No sabemos discutir, polemizar, dialogar, ese es uno de nuestros grandes males. Y eso tiene que ver también con los silencios, con lo que no decimos”.

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La otra ruptura

Escritores y escritoras definen parcelas de la realidad en las cuales los lectores elegimos habitar. Algunos nos dan aventuras; otros, incertidumbres. En el caso de Giovanna Pollarolo, el universo literario nos ofrece la experiencia del hastío y la desilusión de la pareja, el mundo de lo doméstico, la tensión que experimentamos frente a los demás. Si trasladamos estas preocupaciones a la historia, curiosamente encontramos una tonada parecida en “Tacna en el tiempo de Chile”, otro libro reciente de la escritora, en el que el tema de la separación, ya no de la pareja sino de los pueblos, nos habla de otro dolor, otra violencia, otro tipo de pérdidas experimentadas por los habitantes de Tacna y Arica. El divorcio, sea de cónyuges o de pueblos, funciona de la misma manera.

Tacna en el "Tiempo de Chile", libro de Giovanna Pollarolo
Tacna en el "Tiempo de Chile", libro de Giovanna Pollarolo

Pollarolo escribe desde la nostalgia, de un pasado perdido, de una Tacna convertida en arcadia, en paraíso perdido. “Efectivamente, Tacna es parte de mi memoria familiar. En los últimos diez años, cada vez que voy visito sus archivos, leo sus periódicos. Me interesa Tacna como tema académico, organizando jornadas con historiadores. Pero también lo hago mío, como parte de mi escritura”, explica.

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-¿Tacna y Arica se convierten para ti en una metáfora para hablar de la separación?

Así es. No es algo que yo haya vivido directamente, pero lo he contado desde la mirada de mi padre. Si lees a Basadre, él lo repite una y y otra vez: la decisión de los políticos de separar los territorios de Tacna y Arica fue casi unilateral, sin pensar en las consecuencias que ello podría tener para la gente. Aunque, es cierto, era muy difícil llegar a una solución tal como se habían llevado las cosas. Habían pasado 50 años de la guerra del Pacífico y había que solucionar la situación de ambas ciudades. Y encontraron esa.

-“Tacna en el tiempo de Chile” es una conversación familiar, un diálogo múltiple, entre un padre que quiere contar una historia dramática y los jóvenes hijos que se la toman a la broma. ¿Cómo ves el interés de los más jóvenes por esta historia?

Creo que tiene que ver con mi propia experiencia. Tarde me di cuenta de que debí conversar más con mis padres de este tema. En parte, para escribir el libro, tuve que inventarme una conversación familiar. En otros momentos, intenté recordar ciertos retazos de otros diálogos reales. Por ejemplo, tengo presente la imagen a un señor que, de niña, me parecía muy mayor y que mi papá saludaba con mucho cariño, se llamaba don Juan Auza Arce. Un señor alto, flaco. Mi papá decía que era escritor. Muchos años después, en un libro perdido me encontré con un testimonio de Auza Arce, que hablaba del poeta tacneño Federico Barreto, con quien muy joven trabajó en el Banco de Tacna, allá por 1910. ¡Yo tenía 12 años cuando lo vi! ¿Por qué no le pregunté a mi papá más sobre él? Nunca lo estudiamos en el colegio, nunca leí sus cuentos. Y, de pronto, lo encuentro en un libro. Y la única manera de recuperarlo fue escribir sobre él.

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-Hace décadas, quien visitaba Arica encontraba una ciudad desarrollada, con mucho movimiento comercial, mientras Tacna lucía empobrecida. Hoy día pareciera que la relación entre ambas ciudades se ha invertido. ¿Cómo ves esta complicada relación entre ambas ciudades tan complementarias?

Es todo un tema. Yo hace mucho tiempo que no radico en Tacna, pero cuando vivía allá, recuerdo claramente que la “peruanización” tras su devolución a nuestro país fue “exitosa”, en el sentido de que fortaleció la cuestión nacionalista y su distanciamiento de la otra comunidad. Piensa que entre Tacna y Arica hay solo 40 kilómetros de separación, una distancia que puede unir un corredor de maratón. Todo el siglo XIX y gran parte del siglo XX, el nacionalismo ha resultado la ideología más exitosa. Sergio González Miranda, el historiador chileno, cuenta que el 28 de agosto, el día de la reincorporación de Tacna al Perú, los chilenos instalados en Tacna volvieron a pie a su país. Es una imagen fuerte y poco revisada por la historia. Recuerdo aquella gran separación. De niña, íbamos con nuestros padres a Arica de compras y para salir a comer. También hacíamos excursiones, a pasar un día de playa en la playa de Arica. Pero teníamos muy pocos vínculos amicales. Las diferencias se profundizaban cada vez más.

-Hablando de nacionalismos, en tu libro hablas de lo que pensaba tu abuela, italiana, sobre las guerras motivadas por el nacionalismo, tanto en Europa como en ese rincón del desierto.

Ella salió de su país cuando Mussolini estaba en el poder y Hitler gobernaba Alemania. En el Perú no tuvimos el genocidio vivido con el nazismo, pero también conocimos de cerca la violencia de grupos como los llamados “mazorqueros” y las ligas patrióticas, que se parecían mucho a los camisas negras. Eran grupos civiles, cuyo financiamiento por el Estado está en discusión. El fascismo era algo que estaba ocurriendo en todo el mundo.

-¿Cómo ves el resurgimiento del nacionalismo, repitiendo hoy sus discursos y prácticas?

Como sociedad, los peruanos no hemos superado el desgarro, el dolor, el resentimiento de la Guerra del Pacífico. Se ha pasado de un discurso muy agresivo, muy nacionalista tras el fin de la guerra al discurso del gobierno de Leguía, en el que parece no haber pasado nada y que debíamos mirar al futuro. Y pienso que ninguna de estas actitudes construye la memoria de una sociedad. El pasado hay que enfrentarlo. Sucede lo mismo con el conflicto armado interno. O hablamos odiando, o no hablamos de eso. Aquí, silenciamos o despotricamos. Así no se puede construir una memoria sana.

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