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Atravesar un bosque a ciegas: la crítica de José Carlos Yrigoyen
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Los poemas de “Esta canción no termina de salir de mi boca”, el más reciente libro de Roxana Crisólogo Correa, no admiten ser contemplados, solo ser entrevistos. Son bosquejos de la realidad que no se muestran del todo: el claroscuro territorial, la difuminación de los contornos, las imágenes que brotan bellamente incompletas, rudamente sugerentes, son la regla en un libro que parece ser la oscura y proteica contraparte de su poemario anterior, “Dónde dejar tanto ruido” (2023), conjunto empático y melancólico que evidenciaba la convicción de Crisólogo por edificar una obra lírica que al mismo tiempo fuera bitácora de sus quejas y contentamientos. Esta certeza ya se vislumbraba desde el lejano “Animal del camino” (2001), en el que la poeta cantaba desde el incesante tráfago de sus primeros años en Europa, caracterizados por una inmersión en una realidad cambiante, expresados en una continua reflexión social y privada que basculaba entre la adhesión y desarraigo.
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“Esta canción no termina de salir de mi boca” corrobora la impresión que tenemos ante los últimos trabajos de Crisólogo: el de encontrarnos con una poeta que libro a libro ha ido completando la inconfundible figura de una poeta mayor. Estamos frente a una de las obras más perfiladas y coherentes entre las surgidas en la llamada generación de los noventa y tal vez una de las más disconformes en cuanto a los ecos y reflejos de nuestra tradición: su decir está más cerca de poetas escandinavas como Tafdrup, Torp o Stenberg que de los referentes más próximos a nosotros.
Como dije, esta es una poética de lo entrevisto, de lo que se desnuda para ocultarse. Crisólogo no va a los detalles, sino a lo que sostiene todo: el lenguaje. Interpela tanto sus límites y carencias (“A la lengua le falta un poema fundacional que la explique / una invasión que la demarque en territorio / una conquista que la inspire / una lengua se libera de sí misma cuando se emborracha”) como sus urgentes necesidades (Estas palabras disfrazadas de ingeniero de construcción / se reúnen para buscar más socios más inversionistas / más fondos”), para, finalmente, ilustrar y sintetizar esta circunstancia en la derrota de la incomunicación cotidiana (el azerbaiyano le dice al armenio / este idioma no se parece a nada / dígame alguna palaba que se parezca a las cosas terribles / que cuenta / algo que me ponga piel de gallina”).
De esas interpelaciones surge otro derrotero: el del sístole y diástole entre la memoria y el presente. Como dije, la Crisólogo madura entrecierra los ojos para ver con más claridad lo que acontece y nutre sus sentidos y su conocimiento, pero al mismo tiempo expande su visión para capturar las esquirlas del pasado y especialmente de la infancia (“a los once años no sabía que ya escribía poesía (...) yo no sabía que aquello que escribía en la arena / era poesía”). La poeta, con cara de póker, elige bien qué mostrar y qué no, y de ese modo este discurso surte un efecto duradero en el lector. Porque como dice, la vida es “atravesar un bosque a ciegas” y estos poemas son testimonio fiel de ese camino.

Una canción que no termina de salir de mi boca
Roxana Crisólogo
AUB, 2025. 60 pp.
Relación con la autora: cordial.
Valoración: 4 estrellas de 5 posibles.










