En las elecciones del Bicentenario, que se convierten en las de la pandemia, curiosamente, lo único que tenemos seguro es la incertidumbre. (Ilustración: El Comercio)
En las elecciones del Bicentenario, que se convierten en las de la pandemia, curiosamente, lo único que tenemos seguro es la incertidumbre. (Ilustración: El Comercio)

La pandemia ha dejado ya un Estado perforado y una ciudadanía enormemente frustrada, que rechaza a los políticos y, por lo tanto, poco interesada por las . A eso se agrega una oferta de candidaturas, la más numerosa que se recuerda, con bajo atractivo, que no despierta pasiones, mostrando más flaquezas que fortalezas. Ciertamente, tanto para candidatos como para electores, la campaña se ha reducido ostensiblemente en su modalidad presencial, lo que complica cualquier intento de generar intención de voto. La campaña se ha trasladado y reducido a los medios de comunicación y las redes sociales, esto tiene como impacto el bajo interés ciudadano.

Todo lo anterior ha llevado a la alta dispersión del voto, que hace que los que aparecen en los primeros lugares (Yonhy Lescano, Hernando de Soto, Verónika Mendoza, Keiko Fujimori, George Forsyth y Rafael López Aliaga) lo sean con porcentajes tan bajos que resulte difícil proyectar escenarios de candidatos para una segunda vuelta. Las diferencias pequeñas permitirán un amplio margen para los crecimientos y contracciones de las intenciones de voto de los candidatos. La volatilidad de las preferencias de los electores es una dinámica que incluso ha llegado a aquellos que señalan que su voto era seguro.

En ese contexto voluble, los que han aparecido primeros, como George Forsyth y Yonhy Lescano, después de crecer se estancan y pierden, aun cuando más el primero que el segundo, erosionándose el centro político, que perdía fortaleza también por la ambigüedad de propuestas y mensajes.

En la derecha, nunca tan dividida, Rafael López Aliaga, el candidato que concentró el interés en el mes de marzo, encontró su límite de crecimiento al mostrarse como un candidato extremadamente confrontacional, una fuerte dosis de mensajes falsos y bajo manejo de sus impulsos. Keiko Fujimori es la que ha mostrado un ligero crecimiento y tiene a su favor un núcleo duro, pero el mayor rechazo de todos los candidatos. Es Hernando de Soto, a quien no le fue bien en el debate, quien más ha crecido y quien más ha capitalizado el descenso de López Aliaga. Lo bueno para el candidato de Avanza País es que a los que crecen en el último tramo les afecta menos la contracampaña. Estos días, si bien es una lucha por los indecisos, lo es también entre ellos por mayores porcentajes en la esquina de la derecha.

En el otro lado, en la izquierda —que parecía al inicio que tenía solo como candidata competitiva a Verónika Mendoza, por la poca capacidad atractiva de Marco Arana— salió Pedro Castillo, quien ha logrado atraer las simpatías del sector más radical de la izquierda, que difícilmente lo abandonará por ser un voto ideológico. El candidato de Perú Libre la podría alejar de la segunda vuelta si Mendoza no persuade al votante de izquierda que es su única alternativa.

En las elecciones del Bicentenario, que se convierten en las de la pandemia, curiosamente, lo único que tenemos seguro es la incertidumbre.

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