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Tu bebé te imita y no te imaginas por qué: la razón por la que este simple gesto podría determinar su éxito en el futuro
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Hay momentos que, como padres, se vuelven inolvidables. No solo dejan una huella importante en nosotros, sino también en ese vínculo que día a día vamos construyendo con nuestros hijos. Uno de esos instantes ocurre cuando nuestro bebé nos mira fijamente y, al sonreírle, nos regala una sonrisa traviesa. Inmediatamente lo imitamos y él, entre risas, la repite. En esa interacción no hay palabras, pero sí un diálogo silencioso cargado de complicidad.
Este pequeño “juego de espejos”, que a muchos padres los llena de ternura, no es casualidad: es la forma en que tu hijo comienza a descubrir quién es y cómo relacionarse con el mundo.
¿Qué es el efecto eco y cómo se manifiesta en los primeros meses?
Según explicó Kristin Barrett, pediatra de Cleveland Clinic a Hogar y Familia, el efecto eco es la tendencia natural de los bebés a imitar lo que ven y escuchan de sus cuidadores y del entorno. Durante los primeros meses, muchas de estas respuestas parecen reflejas: abrir la boca al ver hablar a un adulto, mover los labios o gesticular al escuchar sonidos familiares. Sin embargo, hacia los seis meses esta imitación se vuelve más intencional: los bebés participan en pequeños “diálogos” de balbuceo, sonríen en respuesta a una sonrisa o levantan los brazos cuando quieren ser cargados.
Esta capacidad refleja cómo el cerebro del bebé ya está preparado para aprender a través de la repetición. En el primer año de vida, la imitación se convierte en una herramienta de comunicación previa al lenguaje formal. Gestos como aplaudir, saludar o imitar sonidos de animales son ejemplos de cómo el efecto eco prepara al bebé para logros más complejos, como hablar o interactuar socialmente.
“En definitiva, esta imitación temprana no solo es una forma de comunicación, sino también un medio para comprender el mundo, expresar emociones, adquirir habilidades cognitivas, sociales y lingüísticas, y sentar las bases del desarrollo temprano”, aseguró Liliana Tuñoque, psicoterapeuta de Clínica Internacional.
El origen de la imitación: ¿por qué lo hacen?
La imitación tiene un origen profundo en la relación con sus cuidadores. De acuerdo con la psicóloga Ruth Kristal, de SANNA Clínica San Borja, el niño empieza a construirse a partir de la mirada de la madre o cuidador, ya que en un inicio su mundo se concentra en esa figura que le provee estímulos y aprendizaje.
“Desde la teoría del apego de John Bowlby, este vínculo temprano no solo asegura protección, sino que también permite que el bebé desarrolle su identidad, repitiendo gestos y expresiones como una manera de sentirse uno con su madre”.

En la misma línea, la doctora Barrett añadió que la imitación funciona como una puerta de entrada al aprendizaje. Copiar gestos y sonidos ayuda al bebé a reducir la complejidad de lo desconocido y a transformar lo que observa en parte de su desarrollo motor y cognitivo. Más allá de la práctica, repetir una sonrisa o un movimiento fortalece el vínculo afectivo, ya que el bebé percibe que sus acciones generan respuestas en el adulto, lo que le brinda seguridad y conexión emocional.
Por su parte, la psicoterapeuta de Clínica Internacional destacó que estudios como el experimento de la “cara inmóvil” de Edward Tronick, muestran que cuando la madre deja de responder, el bebé se angustia, lo que confirma que desde muy temprano espera ese intercambio de gestos y respuestas. Así, imitar no es un simple juego, sino la forma en que el bebé aprende, se comunica y comienza a construir su mundo emocional y social.
Neuronas espejo y cerebro en acción
La imitación temprana no es un reflejo automático, sino un proceso ligado al cerebro en desarrollo. Como mencionó Ángel Samanez, neonatólogo y decano de la carrera de medicina humana de la Universidad Científica del Sur, este fenómeno tiene como base las neuronas espejo: células que se activan tanto cuando el bebé realiza una acción como cuando observa a otro hacerlo.
Desde edades tan tempranas como las dos o tres semanas, los recién nacidos ya pueden reproducir gestos simples, lo que confirma que la imitación es innata y esencial para el aprendizaje social y emocional. “Estas neuronas funcionan como un “radar” cerebral que, en conjunto con áreas vinculadas a la memoria, la atención y la emoción, convierten cada gesto copiado en una experiencia significativa de conexión y aprendizaje”, sostuvo Samanez.
Sin embargo, la pediatra Kristin Barrett precisó que la imitación no depende solo de estas células, sino de una red más amplia de procesos sensoriomotores que integran visión, audición y control motor. Esta mirada multifactorial explica por qué la imitación es tan versátil: desde reproducir un gesto hasta balbucear una sílaba.
Asimismo, ambos profesionales destacaron la importancia de la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro infantil para reorganizarse rápidamente con la experiencia. Cada intento de imitación fortalece circuitos que favorecen la comunicación, la motricidad y el vínculo social. Por ello, las interacciones ricas en miradas, juegos y turnos de voz no solo alimentan el vínculo afectivo, sino que también potencian el desarrollo cerebral.
Más allá del juego: ¿cómo construyen habilidades e identidad?
La imitación y las interacciones tempranas cumplen un papel esencial en la construcción de habilidades y en la formación de la identidad del bebé. Según Ruth Kristal, en ese ida y vuelta con la madre o cuidador no solo se reproducen gestos y sonidos, sino que también se captan estados emocionales. Esa sintonía permite que el bebé desarrolle empatía, reconociendo poco a poco que su madre puede estar alegre, cansada o triste.

“La imitación es motor del aprendizaje: repetir sonidos favorece el lenguaje, copiar expresiones fortalece la empatía y seguir gestos o miradas ejercita la atención conjunta, clave para la comunicación y la comprensión del otro”, agregó el doctor Samanez.
En este sentido, Tuñoque subrayó que lo determinante no son los juguetes, sino la calidad de las interacciones con padres y cuidadores. “La Academia Americana de Pediatría ha mostrado que los bebés que tienen más interacciones de ida y vuelta con sus papás suelen tener más facilidad para el lenguaje y mejores habilidades sociales. Por ello, se recomienda priorizar el contacto humano y evitar la exposición a pantallas en esta etapa”.
Además, es importante tener en cuenta que la imitación contribuye a que el bebé desarrolle su sentido de identidad, pues cuando un adulto responde a sus gestos o sonidos, entiende que lo que hace tiene un efecto en el otro. Eso le da la idea de causa – efecto, es decir, “yo existo”, “yo puedo provocar algo”. Entonces al imitar a sus cuidadores, va construyendo su propio yo en relación con los demás.
El efecto eco y el vínculo afectivo
El efecto eco es la base sobre la que se va construyendo el apego y el vínculo emocional. Como explicó Liliana Tuñoque, este “juego de espejos” es conexión pura: cuando el bebé llora y el adulto lo calma, o cuando sonríe y recibe de vuelta otra sonrisa, se genera en él la certeza de que es comprendido y acompañado. Esa sintonía alimenta la seguridad y el afecto.
En la misma línea, la psicóloga de SANNA indicó que tanto el bebé como la madre o cuidador necesitan un feedback afectivo. Ver que el niño incorpora lo que recibe —una palabra, un gesto o una sonrisa— refuerza en el adulto la sensación de estar contribuyendo a su desarrollo, mientras que el bebé, al percibir esta respuesta, afianza también su confianza. Se trata de un intercambio que fortalece mutuamente.
“Este fenómeno puede entenderse como un diálogo emocional en el que cada gesto encuentra una respuesta. Gracias a esa reciprocidad, el niño descubre que sus acciones impactan en quienes lo rodean, lo que consolida su sentido de seguridad”, expresó la doctora Kristin Barrett.
Por su parte, Karin Domínguez, psicoterapeuta y directora del Modo USIL de la Universidad San Ignacio de Loyola, resaltó que la imitación aparece en múltiples momentos cotidianos y enseña al bebé a compartir emociones y a integrarse socialmente. “Al reír, aplaudir o imitar hábitos como saludar o cepillarse los dientes, no solo aprende gestos de autocuidado y normas sociales, sino que también experimenta la alegría de participar en conjunto. De este modo, el efecto eco se convierte en un puente hacia su desarrollo emocional y social”.
¿Cómo saber si mi bebé imita lo que corresponde a su etapa de desarrollo?
De acuerdo con el pediatra Erick Olivera, de la Clínica Ricardo Palma, es posible reconocerlo observando ciertos hitos que aparecen de manera progresiva.
- Primeras semanas: Devuelven sonrisas, aunque su visión todavía es borrosa.
- 6 meses: Participan en pequeños “diálogos” de balbuceo, responden a las sonrisas y reproducen sonidos simples.
- 6 a 9 meses: Levantan los brazos para que los carguen, reaccionan cuando se les llama por su nombre y copian sonidos básicos.
- 9 a 12 meses: Aparecen gestos más complejos como aplaudir, saludar con la mano o imitar sonidos de animales.
- Al año y medio: Imitan acciones simbólicas como usar un teléfono de juguete o alimentar a un muñeco, e incluso empiezan a juntar palabras.
Sin embargo, como advirtió el experto, también existen señales de alerta. “Si un bebé no responde a su nombre alrededor de los 9 meses, no sonríe socialmente, no balbucea ni intenta copiar gestos simples como aplaudir o saludar al cumplir un año, podría tratarse de un retraso en el desarrollo social o comunicativo, muchas veces de origen neurológico. En esos casos, se recomienda acudir al pediatra para una evaluación”.

La buena noticia es que los programas de intervención temprana, aplicados desde el nacimiento hasta los tres años, han demostrado ser muy efectivos: “Cuanto antes se actúe, más fácil resulta apoyar el aprendizaje, la comunicación y el desarrollo integral del bebé”, afirmó Kristin Barrett.
Fomentar la imitación en casa: guía práctica
La imitación es una de las primeras formas en que los bebés aprenden. Por eso, como recomendaron los especialistas, lo más importante es que las actividades sean divertidas, afectivas y se integren en la vida diaria. No se trata de hacer algo extra, sino de aprovechar las rutinas y los juegos para estimular el desarrollo.
Actividades por edad
0 a 6 meses
- Sonríele y espera su sonrisa de vuelta.
- Saca la lengua o abre la boca y deja que te copie.
- Haz sonidos suaves y responde a sus balbuceos como si conversaran.
6 a 12 meses
- Juega a “¿Dónde está el bebé?”, “Taparse los ojitos” o “¡Acá está!”
- Aplaude juntos o levanten los brazos cuando digas “¡arriba!”.
- Enséñale a saludar con la mano (hola, adiós).
- Haz sonidos de animales y espera que intente imitarlos.
1 a 2 años
- Juegos simbólicos simples: Dar de comer a un muñeco, “hablar por teléfono”, “barrer” con algo.
- Usa objetos cotidianos: Peinarse, beber de un vasito, usar una cucharita.
- Canta canciones con palmas y gestos.
- Repite sus palabras o sílabas y añádeles algo (“pa” → “pato”).
2 a 3 años
- Juegos de roles: “Doctor”, “ir al mercado”, “cocinar”.
- Invítalo a repetir frases cortas o completar historias.
- Rutinas de imitación: Lavarse los dientes, guardar juguetes, decir adiós.
- Inventen juntos historias con gestos y movimientos.
Cómo integrarlo en la rutina
Los mejores momentos para estimular la imitación son los más simples: cambiarle el pañal, darle de comer, bañarlo o acostarlo. Durante esas rutinas, puedes acompañar con gestos, canciones, onomatopeyas o pequeñas acciones que él pueda repetir.
Por ejemplo, al terminar la comida aplaudir juntos, en el baño exprimir la esponja y esperar que lo imite, o antes de dormir repetir un gesto de despedida.
Juegos que siempre funcionan
Actividades sencillas como jugar frente al espejo, cantar canciones con gestos, leer en voz alta usando expresiones y sonidos exagerados, o explorar texturas seguras como agua y masa, resultan muy efectivas. Lo fundamental no es la complejidad del juego, sino la constancia y el entusiasmo con que se comparte.
Señales de progreso
Sabrás que tu bebé está avanzando cuando te mire con más atención, intente iniciar gestos o sonidos por sí mismo, use lo aprendido en contextos nuevos (como saludar solo) y disfrute de la interacción pidiendo repetir el juego.
¿Por qué la imitación en los primeros años es un regalo para toda la vida?
Como enfatizó la doctora Barrett, un entorno rico en interacciones imitativas fortalece las conexiones neuronales y potencia el aprendizaje a largo plazo. Los niños que imitan desde los primeros meses suelen desarrollar un lenguaje más sólido, mayor facilidad para aprender nuevas habilidades y más seguridad en la interacción social.
Además, estas experiencias tempranas promueven la empatía y la autorregulación emocional, competencias esenciales para la vida escolar y las relaciones futuras.
En la misma línea, el doctor Ángel Samanez destacó que la imitación favorece no solo la comunicación y las habilidades sociales, sino también la atención, la memoria y el aprendizaje, lo que se traduce en un mejor rendimiento académico y en niños más seguros y preparados para enfrentar nuevos retos.
Por su parte, la psicóloga Ruth Kristal recalcó que los primeros cinco años son fundamentales: sin un vínculo empático y comprensivo basado en la interacción y la imitación, el niño podría crecer con carencias afectivas que dificulten su capacidad para entender emociones, lenguaje y situaciones sociales. En cambio, cuando este vínculo se fortalece desde el nacimiento, la imitación se convierte en un puente que acompaña al niño en su camino hacia la autonomía y la construcción de su identidad.
“Lo más importante es que disfruten la imitación como un momento de conexión, no como una obligación. Cada sonrisa devuelta, cada balbuceo repetido o cada gesto imitado es una semilla que nutre el lenguaje, la confianza y el vínculo. Al final, lo más valioso no es solo lo que aprende el bebé, sino el lazo de amor que juntos van construyendo”, concluyó Samanez.











