Carlos Azabache Díaz era un conocido y apreciado médico en Trujillo. Su especialidad era la neurocirugía y trataba a personas con tumores cerebrales y afecciones a la columna. Por voluntad propia, él había decidido no vacunarse contra el coronavirus, enfermedad que el último martes le quitó la vida a los 48 años.
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Se infectó a mediados de diciembre y, pronto, su estado se complicó. Ingresó a un hospital de Essalud saturando menos de 80 y la mitad de sus pulmones estaban comprometidos por el virus. Días después empeoró y fue ingresado a la Unidad de Cuidados Intensivos. Ahí batalló casi dos meses hasta morir.
Azabache, padre de dos niños, se negó a inocularse porque opinaba que la vacuna contra el SARS-CoV-2 era un “experimento” y su aplicación masiva se hacía “sin conocer el valor real de su protección”.
Más bien, él estaba a favor del uso de la ivermectina, incluso después de que el Ministerio de Salud (Minsa) retirara este fármaco de la lista de medicamentos que debían usarse en el tratamiento de pacientes con coronavirus. El neurocirujano trujillano defendía su uso en las redes sociales asegurando que impedía que el virus se adhiriera a las células, sin importar sus variantes.
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En el Perú se han contagiado más de 18 mil médicos y de ellos han fallecido 564 en lo que va de la pandemia. La mayoría de estas muertes (496) ocurrió entre abril del 2020 y abril del 2021, es decir, en el período en que no había vacunas o se estaba en pleno proceso de vacunación. Ya cuando gran parte del personal médico estaba vacunado, la cifra de muertes bajó. Entre mayo y diciembre del 2021, los médicos fallecidos por COVID-19 sumaron 58. En lo que va de la tercera ola han muerto diez galenos por COVID-19 en el país. Según el decano nacional del Colegio Médico del Perú (CMP), Raúl Urquizo, la mayoría de estos profesionales fallecieron, pese a estar vacunados, porque tenían una comorbilidad.
En el limbo
La cantidad de médicos registrados por el CMP es de 77.291, incluyendo a los que están en ejercicio y a los jubilados. De ellos, 72.107 han recibido las dos dosis de la vacuna. Entonces, hay 5.184 médicos peruanos, en actividad y jubilados, que no se habrían vacunado.
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La mayor cantidad de médicos que se ha vacunado (49.923) están en el rango de edad de 30 a 59 años. Son 14.009 médicos de 60 años a más que recibieron la vacuna contra el COVID-19. Finalmente, los galenos de 22 a 29 años que se inocularon suman 9.275.
Urquizo explicó que su entidad no tiene la precisión sobre cuántos de ellos ejercen, son jubilados, están en el extranjero o no se han inoculado porque desconfían de la vacuna, como el caso del doctor Azabache. “El médico que no se vacuna tiene responsabilidad como profesional, porque está exponiendo a sus pacientes”, señaló el decano.
Para el epidemiólogo Julio Cachay, es preocupante que un número importante de médicos no se hayan vacunado. “En algunos casos muy puntuales puede haber una contraindicación. Eso pasa cuando la persona anteriormente ha hecho una alergia grave (reacción anafiláctica) tras haberse colocado una vacuna. Ese es un tema. Obviamente también puede haber un grupo de médicos que no cree en las vacunas. Esto último en el caso en un médico es preocupante, porque su formación está basada en evidencias“, comentó.
Este especialista agregó que existen suficientes evidencias científicas en el Perú y en el mundo de que las vacunas reducen el riesgo de hacer la enfermedad grave y de fallecer por coronavirus.
¿Pueden atender?
Sobre la asistencia de médicos no vacunados a los establecimientos de salud, el médico Fernando Carbone, asesor en el Minsa, dijo que no existe una norma específica que lo prohíba, pero sí es aplicable la legislación general que señala que quienes laboran en un espacio cerrado –como los hospitales– requieren acreditar las dos dosis o tres dosis si son mayores de 40 años y, por lo tanto, un médico sin vacunarse no podría laborar en un establecimiento de salud.
Carbone también mencionó que existe una norma del Minsa aplicable para el personal de salud con factores de riesgo y se le permite realizar trabajo remoto, incluso teniendo las dos vacunas y la de refuerzo. “En este caso, hay médicos con comorbilidades que por su compromiso con sus pacientes deciden volver a atender en sus centros de salud y lo hacen firmando un consentimiento informado”, dijo.
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