El pescador Justiano Hualpa, que se vio afectado por un derrame de petróleo el 15 de enero que involucró al gigante energético español Repsol, se encuentra junto a los conejos que vende para ganarse la vida, en Pachacutec, un área en las afueras del norte de Lima, el 09 de julio de 2022. (Foto: AFP)
El pescador Justiano Hualpa, que se vio afectado por un derrame de petróleo el 15 de enero que involucró al gigante energético español Repsol, se encuentra junto a los conejos que vende para ganarse la vida, en Pachacutec, un área en las afueras del norte de Lima, el 09 de julio de 2022. (Foto: AFP)
Agencia AFP

El pescador Justiano Hualpa ahora vende conejos para sobrevivir, porque desde hace seis meses no puede ganarse la vida en el mar por un derrame de 12.000 barriles de crudo que contaminó la costa central de Perú.

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“Con el derrame de petróleo perdimos nuestro empleo y, de momento, nosotros ya hemos quedado en cero, tengo seis meses desempleado”, se lamenta el pescador en su modesto hogar de Pachacútec, una polvorienta barriada de Ventanilla, el municipio más afectado por el derrame, 30 km al norte de Lima.

El derrame afectó a más de 700.000 pobladores y obligó al cierre de una veintena de playas en medio del verano austral. Esto dejó sin ingresos a pescadores, dueños y empleados de restaurantes, gente que alquilaba sombrillas en las playas y quienes vendían comida o gaseosas a los bañistas.

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Las olas volvieron a tener color esmeralda en la playa Cavero de Ventanilla, próxima a la refinería, pero los pescadores artesanales aseguran que siguen sin poder pescar porque los peces todavía están contaminados.

“En mi familia ha habido infecciones, con la pesca que hemos tenido, del mismo petróleo”, dice a la AFP el pescador Juan Castillo, de 32 años.

El mar se ve limpio, pero “las muestras, los datos, indican que todavía hay una gran cantidad de petróleo dentro del ambiente y esto va a perdurar en el tiempo”, explica a la AFP el biólogo marino Yuri Hooker, de la ONG Sociedad Peruana de Derecho Ambiental.

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El ministerio del Ambiente, impuso el jueves a la petrolera una multa de 1,2 millones de dólares tras incumplir con identificación de zonas afectadas por el derrame del 15 de enero.

Seis meses trágicos

Hualpa tiene ahora una nueva forma de ganarse la vida, pero apenas le alcanza para sobrevivir. Su esposa enferma no puede levantarse de la cama.

“Yo estoy ahora criando mis conejos para poder recabar un dinero suficiente para sostener a mi familia, porque no puedo conseguir un empleo fijo”, dice el pescador de 62 años a la AFP.

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En un pequeño cuarto de la casa tiene una jaula con una pareja de conejos adultos y una docena de crías.

En un buen día de pesca, este hombre ganaba hasta 150 soles (40 dólares), pero ahora recibe 30 soles (8 dólares) por cada conejo. Como se trata de mascotas y no alimentos, tienen menos demanda que el pescado.

La balanza que tiene en casa, en la que antes pesaba el pescado, se ha oxidado por falta de uso.

La petrolera, que financió la limpieza de las playas, entregó bonos de 500 soles (125 dólares) y un adelanto de indemnización por 3.000 soles (unos 810 dólares) a cientos de familias.

Pero muchos afectados alegan que fueron excluidos de estas ayudas, principalmente mujeres que fileteaban o vendían pescado, así como comerciantes ambulantes de las playas.

“Repsol como que nos cerró la puerta a las mujeres, porque están que discriminan a las mujeres, porque [nos dicen que] una mujer no puede ser pescadora”, dice a la AFP Yasmín Conde, viuda de 28 años.

“Estos seis meses han sido trágicos para mí, también emocionalmente porque yo soy la que para la olla en la casa”, agrega esta madre de cuatro hijos que antes vendía pescado frito en un carrito en la playa Cavero.

“No tengo como pagar”

Por estar desempleado, Hualpa no puede pedir un crédito para pasar este mal momento y tampoco ha podido pagar un préstamo anterior.

“Yo estoy en rojo, no puedo sacar un préstamo, no puedo buscar un financiamiento de las entidades bancarias”, dice.

“Eso me perjudicó tremendamente, porque yo no estoy laborando, entonces ahorita me están llamando para decirme: ‘Señor, pague su cuenta, pague su cuenta?, y yo no tengo de dónde pagarle”, agrega el pescador.

Hualpa cree que, por su edad, nunca conseguirá un empleo formal. Por eso su esperanza es poder volver pronto al mar.

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