Cada mañana desde las 6:40 a.m., Luisa Maguiño Vega llega al Hospital de Huaycán y entra en ese refugio de supervivencia que es para ella el servicio de Ropería. Se cubre la cabeza y su único mandil con pedazos de bolsas para basura, y empieza la jornada clasificando sábanas, fundas, batas y uniformes.
A diario, Luisa recibe al menos 190 kilos de prendas usadas que debe enviar a la lavandería. Hasta hace poco, parte de aquello provenía también de las carpas para pacientes con coronavirus instaladas en dos áreas abiertas del hospital. La ropa y las cubiertas de cama no llegaban seleccionadas hasta ella. Eso todavía la tiene aterrada. A esta mujer de 54 años, el hospital no provee de un equipo de protección personal. Le han dicho que así va a seguir porque ahora los pacientes con COVID-19 utilizan indumentaria descartable, y porque no tiene contacto directo con ellos. Luisa Maguiño vive aterrada.
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El servicio de Ropería está a un lado del patio que servía como espacio de espera para los consultorios del hospital. Ahora aquí se realiza el triaje a los pacientes sospechosos de haber contraído el virus y hay carpas que albergan a los infectados más estables. Todos los días llegan a esta parte decenas de personas en busca de atención o una prueba de descarte. Luisa dice que lo peor ocurre de noche: hay pacientes que pugnan por acceder a las carpas y quedan largas horas tosiendo a la intemperie. Ella y sus compañeras han tenido que clausurar la puerta que daba acceso a esa zona de casos COVID-19, pero esto las ha dejado expuestas a otra grave amenaza.
El otro extremo de Ropería colinda con residuos sólidos, un espacio donde normalmente había bidones para el depósito de desperdicios. Los camiones recolectores municipales llegaban todas las tardes hasta este lugar, descargaban los botes y se llevaban todo. Pero desde hace 10 días, cuanto menos, bolsas repletas de basura y desechos hospitalarios fueron sepultando a los bidones y desbordando la capacidad del ambiente.
El cirujano Edwin Guibovich, vocal del cuerpo médico del Hospital de Huaycán, dice que la dirección nunca gestionó la segregación de residuos comunes y biocontaminados (de pacientes con COVID-19, por ejemplo), ni su recojo. Y que así, el material médico utilizado terminó por mezclarse en bolsas negras y rojas con envolturas, cartones o cualquier tipo de desperdicio simple. La Municipalidad de Ate ha decidido no seguir enviando sus camiones ni a su personal como medida de precaución. El lugar se ha convertido en un creciente foco infeccioso.
La semana pasada, la acumulación de bolsas con basura y residuos hospitalarios llegó hasta el baño para los internos por COVID-19 y al que utiliza el personal médico que los atiende. Guibovich indica que esto obligó a que algunos pacientes recurran a un espacio abierto del hospital para bañarse con mangueras y baldes, apoyados por técnicos en enfermería. Según sostiene, la escena se ha repetido varias veces en los últimos días frente a pacientes y trabajadores del hospital.
En un comunicado dirigido al ministro de Salud, Víctor Zamora, el municipio de Ate precisó que la acumulación de residuos en el Hospital de Huaycán era altamente peligrosa para la salud pública, y que el traslado y eliminación corresponde a empresas especializadas con autorización del Minsa. “Se debe cumplir métodos rigurosos para su eliminación y traslado”, anotó la comuna de Ate el pasado 20 de abril.
El director del Hospital de Huaycán, Jorge Loayza, detalló a El Comercio que el personal a su cargo ha disminuido casi a la mitad producto de la pandemia, y que la Municipalidad de Ate le notificó que ya no iba a realizar el recojo de basura después de cuatro días que había dejado de hacerlo. Loayza explicó que las bolsas con desperdicios se fueron amontonando desde entonces, y que la empresa contratada por el hospital para recoger los residuos biocontaminados ahora también está cargando la basura acumulada.
Cuando este reportaje estaba en desarrollo, trabajadores de la empresa contratada por el hospital llenaron un camión con varias bolsas de residuos, y se las llevaron. Pero esto no ha atenuado la contaminación en el lugar. Personal médico y de distintos servicios afirma que esta ya es una situación conocida: los recolectores no regresan en varios días y así el cerro de bolsas vuelve a crecer.
Clamor por protección
Hasta hace dos semanas, pacientes de todas las especialidades, incluso los casos sospechosos de coronavirus, ingresaban al hospital por la misma puerta. El médico pediatra que cuenta esto a El Comercio precisa que para entonces no había áreas de triaje diferenciado. Es decir, los asintomáticos y quienes presentaban características de COVID-19 podían caminar por todo el hospital o pagar en las mismas ventanillas, como cualquier persona que hubiera acudido para recibir atención por otra enfermedad.
El pediatra cree que así se han producido los contagios dentro del local. Al menos 18 trabajadores están infectados, de acuerdo con la información que le ha alcanzado personal de Laboratorio. En un registro parcial que tiene en manos figuran, por ejemplo, un vigilante, dos empleados de limpieza, médicos, técnicos y enfermeras. Los que aún no integran esa nómina laboran con pavor por la alarmante falta de mascarillas, guantes, mamelucos y otra indumentaria de protección.
La expresión más evidente hasta ahora quizá haya sido el pedido desesperado que la enfermera Socorro Angulo hizo durante una protesta interna: “Por favor, ¡auxilio! nos están atropellando, no nos quieren dar material de bioseguridad”, clamó casi en llanto. El video que da cuenta de estos reclamos corresponde a dos semanas atrás. Socorro Angulo aparece con otras ocho enfermeras del área de Emergencia que también acusaban maltratos y exposición al riesgo. Ellas aseguran que nada ha mejorado.
Protocolo a la intemperie
Debido a la emergencia en curso, actualmente los casos sospechosos de COVID-19 entran al sanatorio por la puerta de la cochera. El triaje y la toma de muestras para estos pacientes se realizan en el sector cercano a Ropería. Los más graves son destinados a unas carpas instaladas en la denominada loza de expansión, una zona situada al otro extremo del hospital.
“Algunos llegan muy graves a estas carpas y, por nuestra precariedad, ya nada se puede hacer”, lamenta Guivobich. Señala un espacio contiguo a las carpas y dice que la tarde del 15 de abril una mujer de 45 años murió allí, en una silla de ruedas, cuando empezaba a recibir tratamiento. Un trabajador administrativo fue advertido a las 3:06 p.m. de aquel día que el cadáver había sido dejado al lado de las carpas. Él mostró a este Diario imágenes y videos cortos que captó en horas diferentes, mientras corría la tarde y nadie se hacía cargo del cuerpo. A las 5:02 p.m., el trabajador informó lo que estaba ocurriendo al Ministerio de Salud. Entonces, afirma, los responsables de turno en el hospital recién entraron en alerta.
Se trataba de la primera víctima mortal de COVID-19 en el Hospital de Huaycán, y al parecer esto evidenció la falta de personal adiestrado para el manejo de pacientes fallecidos por la enfermedad. Algunos empleados dicen que no había indumentaria adecuada; otros, que nadie estaba preparado para atender un caso así. Alejandro Sosa, secretario general del sindicato de trabajadores del hospital, cuenta que dos vigilantes provistos de equipos de protección, a órdenes de un médico de guardia, tuvieron que trasladar el cadáver al mortuorio. Para ese momento habrían pasado más de tres horas desde el fallecimiento de la mujer. Por esos días, dos personas más murieron de COVID-19 en este hospital.
El médico pediatra sostiene que todas estas falencias obedecen a una falta de protocolo en el hospital para la atención y el seguimiento de los casos COVID-19. “El Minsa ha elaborado una guía que la dirección del hospital no está aplicando”, dice. En su caso, como especialista, tiene la orden de empezar a laborar en las áreas COVID-19, pero no ha sido capacitado para el tratamiento de personas con la enfermedad. Tampoco, en el uso de los equipos de protección. Asegura que lo mismo ocurre con anestesiólogos, ginecólogos o cirujanos que ahora deben atender y seguir el tratamiento de portadores de coronavirus. Algunos le han comentado que por el extremo peligro ya no irán a trabajar.
Consultado sobre estos casos, el director Loayza señaló a este Diario que la unidad de Epidemiología del Hospital de Huaycán es la que maneja todos los protocolos y directivas, entre estas, los relacionados con el traslado de cadáveres. Loayza negó de forma tajante que el cuerpo de la mujer haya estado varias horas sin ser recogido y que ya elevó toda la información correspondiente al Minsa.
El reto de continuar
La capacidad de todas las carpas para pacientes COVID-19 ya está colmada y a los más graves han comenzado a internarlos en las áreas de Cirugía, Traumatología y Pediatría. La crisis del hospital, sin embargo, no es menor en estas secciones. El doctor Guibovivh acusa que la red que abastecía de oxígeno al hospital está inoperativa hace meses y que por ello los médicos deben utilizar balones portátiles. Pero esta práctica de emergencia también entrañaba un severo riesgo hasta hace unos días. Alejandro Sosa señala que los balones no tenían manómetros, el instrumento que regula cuánto de aire debe salir de acuerdo con lo que necesita una persona. Los pacientes tenían que esperar en largas colas para el suministro de oxígeno o eran enviados de urgencia a otros hospitales mejor implementados. Recién este fin de semana, el sanatorio registró la compra de 10 botellas de oxígeno medicinal y 15 manómetros.
El de Huaycán es un hospital II-1, es decir, de baja complejidad o de atención general. No hay ventiladores mecánicos y, menos aún, una Unidad de Cuidados Intensivos. Desde el brote de la pandemia en el país, se han hecho aquí 773 pruebas. De estas, 91 salieron positivas (18 trabajadores del hospital y 73 pacientes), siempre de acuerdo con las cifras que personal de Laboratorio proporcionó a los médicos consultados para este informe.
La mayoría de casos de COVID-19 detectados en el hospital han sido derivados a cumplir cuarentena en sus casas, incluido el grupo de empleados que resultaron infectados. Hay unas 17 personas hospitalizadas en las carpas y en las áreas internas improvisadas ante la embestida de la pandemia. Pero la demanda de atención crece a diario. “Todos entran con mucha dificultad respiratoria, ya no podemos recibir más. Hay muertes casi a diario”, dice el pediatra, y da un resoplido. El área de hospitalización donde atendía diariamente a cuatro niños, como máximo, es ahora parte de toda la angustiante zona COVID-19. Y ahí debe trabajar desde hoy.
¿Quiénes son las personas que corren más riesgo por el coronavirus?
Debido a que el COVID-19 es un nuevo coronavirus, de acuerdo con los reportes que se tienen a nivel mundial, las personas mayores y quienes padecen afecciones médicas preexistentes como hipertensión arterial, enfermedades cardiacas o diabetes son las que desarrollan casos graves de la enfermedad con más frecuencia que otras.
¿Hay cura para el COVID-19?
Aún no existen pruebas de que alguna vacuna o medicamento pueda prevenir o curar la enfermedad. Sin embargo, los afectados deben recibir atención de salud para aliviar los síntomas; y si el paciente está grave, deberá ser hospitalizado.
La OMS coordina esfuerzos para encontrar la cura contra este nuevo coronavirus que ha acabado con la vida de miles de personas.