La actriz Anna Karina, fallecida este sábado a los 79 años en París, fue el rostro frágil de la “nouvelle vague”, más concretamente de Jean-Luc Godard, con quien convivió en los años 60, inseparable de su icónico flequillo.
Nacida en Copenhague, Karina se trasladó muy joven a Francia, donde llegó en autoestop huyendo de su madre con solo 17 años y donde se instaló en pos de su carrera cinematográfica.
En ese periplo, su carrera se cruzó fugazmente con la modista Coco Chanel, que consideró demasiado enrevesado su nombre danés, Hanne Karin Bayer, y que en un tomo marcial le cambió el nombre por el de Hanne Karin, en un primer momento, para simplificarlo aun más por el de Anna Karina.
Con él, la modelo comenzó a aparecer en la portada de revistas como "Elle" o "Jours de France", aunque nunca dejó de perseguir su objetivo de ser actriz.
Fue gracias en uno de esos anuncios, en el que aparecía en una bañera cubierta de espuma para promocionar un jabón, donde su rostro llamó la atención de Godard, que quedó prendado, diría más tarde, de la profundidad de sus ojos azules
La relación no fue automática. Ella rechazó primero el papel que el cineasta le daba en "A bout de souffle", una de sus obras maestras.
El motivo es que su pequeño paso por la película consistía en levantarse la camiseta y enseñar los senos a Jean-Paul Belmondo, algo que ella consideró demasiado degradante.
Luego, cuando Godard, diez años mayor que ella, le ofreció el personaje protagonista de "Petit soldat", historia sobre la guerra de Argelia, fue la censura gaullista la que se encargó de evitar que su rostro llegara a la gran pantalla.
Para entonces el amor ya había anidado en la pareja, un romance que se prolongó en el trabajo, ya que Godard y Karina rodaron siete filmes juntos.
De uno de ellos, la loca historia de amor que protagonizó junto a Jean-Paul Belmondo en "Pierrot le fou", salió la fotografía que sirvió de cartel a la pasada edición del Festival de Cannes.
Pero también memorables papeles en películas como "Une femme est une femme", que le valió el premio a la mejor interpretación en el Festival de Berlín de 1962, o "Vivre sa vie".
El director la llamaba "Anouchka", el mismo nombre que dio a su productora y se casaron en 1961, cuando ella tenía solo 20 años, menor en aquella época.
Para entonces, estaba embarazada, pero sufrió un aborto que le sumergió en una etapa triste y de depresión.
De ahí, llegó la ruptura, que fue abrupta y que no se limitó a la vida sentimental y al cine. Apenas se hablaron desde entonces.
Ser la musa de Godard, confesó la actriz, le impidió rodar con otras de las vacas sagradas de aquel movimiento cinematográfico, como Claude Chabrol o François Truffaut, pero no le impidió ponerse a las órdenes de George Cukor, Luchino Visconti, Rainer Werner Fassbinder o Benoît Jacquot.
En paralelo a su vida de actriz, Karina tuvo una carrera musical, tan prolífica como la del séptimo arte, y que duró más, puesto que el año pasado publicó su último disco “Je suis une aventurière”. EFE