Una de las películas que debieron estrenarse a principios de año en las salas de cine fue este último opus de Jim Jarmusch –cuyo último título estrenado en Lima fue “Flores rotas” (2005)–. Pero antes llegó la pandemia, y es recién ahora que se estrena mundialmente por HBO GO. Escogida como filme de apertura para el Festival de Cannes del 2019, el recibimiento crítico ha sido ambiguo, sino más bien algo extrañado.
Pero quizá lo que requiere cierta facción de la crítica de cine, hoy en día, es paciencia. El de Jarmusch es el cine de un observador que se resiste a correr, a apresurar la historia, o a acelerar el ritmo de las cosas. El suyo es un cine que ha renunciado a la cadena de acciones y reacciones, a la intriga, y quizá también a la expectativa por alguna revelación trascendente. Los personajes de Jarmusch son sobrevivientes melancólicos.
Así, quizá, haríamos mejor en entender a dos policías –encarnados por Bill Murray y Adam Driver– de un pueblo imaginario, casi abstracto por su aspecto anodino y neutro, uno que podría ser cualquier condado olvidado de EE.UU. Junto con Chloë Sevigny, otra de las actrices-cómplices de Jarmusch, asistimos a una película paradójica, porque en su tono impertérrito frente a lo insignificante registra nada más y nada menos que el fin del mundo.
“Los muertos no mueren” es una película especial porque está llena de subtextos, símbolos y detalles alegóricos que se esconden detrás de lo obvio. Para empezar, Murray y Driver sintetizan tanto la torpeza de Chaplin como el rostro inmutable de Buster Keaton, y son tan graciosos como profundamente tristes. Luego, el espectador notará que esa tristeza está extendida como un modo de ser del mundo: todos están casi “muertos” sin saberlo.
A la vez, todo es político: empezando por el gorro con el lema “Keep America White Again” (“Conserva a América blanca de nuevo”) inscrito en el gorro de un lugareño racista (Steve Buscemi). Aunque a Jarmusch le interesa incidir aún más en un estado generalizado de decadencia vital: todos los zombis que salen de la tierra han vuelto por una obsesión consumista: pueden ser fármacos, artefactos, la comida o los videojuegos.
Hay otro personaje que otorga un aliento de fábula sapiencial a una película que, conforme avanza, va revelando sus secretas transgresiones. Se trata de Tom Waits, quien se disfraza de un huraño habitante del bosque: el primitivo por decisión propia. Este escapista de la civilización funge de narrador del apocalipsis que se va cerniendo sobre el pueblo: tiene de buen salvaje y de voz profética que comenta el mito fílmico.
Y en efecto, esta es una cinta muy consciente de ser un “texto de textos”, una “imagen hecha sobre otras imágenes”, en fin, un artilugio de superposiciones ficcionales. De alguna manera, aquí están, como fantasmas, las películas de zombis de George Romero, pero también todos los otros filmes de Jarmusch. Un solo ejemplo: Tilda Swinton, como maestra samurái, es una alusión directa al Forest Whitaker de “Ghost Dog” (1999).
“Los muertos no mueren” es una película-síntesis en tono menor, pero también es una película desafiante. La lentitud de sus personajes, los tiempos muertos que frenan la lógica narrativa, la primacía de la palabra para conjurar poéticamente una imagen cotidiana, hacen que el cine de Jarmusch sea un manifiesto por recuperar un tiempo perdido: el tiempo de los amigos, de los desclasados, de los que no creen en la velocidad sino en una conversación secreta. A la vez, Jarmusch no cesa de rendir homenaje una poderosa alma perdida de Estados Unidos: las alusiones a Melville y Scott Fitzgerald son prueba de ello.
LA FICHA
“Los muertos no mueren”
Calificación: ★★★★
Título original: “The Dead Don’t Die”.
Género: comedia, fantasía, horror.
País y año: EE.UU., 2019.
Director: Jim Jarmusch.
Actores: Bill Murray, Adam Driver, Tilda Swinton, Tom Waits.
Disponible en HBO Go.