Una torta y trece gaseosas. Eso es lo que les quedaba como ración a los 22 hombres que quedaron atrapados en el submarino Pacocha el 26 de agosto de 1988. Era la tarde de un viernes, cuando todo el equipo estaba a punto de regresar al puerto del Callao tras una jornada de entrenamiento. Pero un pesquero japonés los impactó por la proa y los hundió a más de 40 metros de profundidad. Reinaban la incertidumbre y la oscuridad total.
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