Selena Gómez acaba de ser dirigida por Woody Allen. Ante la renovada denuncia de Dylan Farrow sobre los abusos sexuales que habría sufrido de parte de él cuando era niña, diversos artistas han declarado que no volverán a trabajar con él. (Foto: IMDB)
Selena Gómez acaba de ser dirigida por Woody Allen. Ante la renovada denuncia de Dylan Farrow sobre los abusos sexuales que habría sufrido de parte de él cuando era niña, diversos artistas han declarado que no volverán a trabajar con él. (Foto: IMDB)
Maribel De Paz

En medio de su sala de ánimo minimalista, en su casa, revisa sus anotaciones de varias páginas que ha preparado para esta entrevista, subraya, anota, sugiere preguntas, propone un eje de conversación; ha hecho su tarea. Autora de varias publicaciones dedicadas al estudio de género y la sociología del cuerpo, la reconocida investigadora de la Universidad del Pacífico ensaya aquí una reflexión sobre la evolución (y probable extinción) del galanteo clásico. También aborda el serio contexto del fenómeno global de denuncias de acoso y abuso sexual a través de las redes sociales y el fiero debate desatado tras el manifiesto publicado en Francia por cien intelectuales y artistas entre las que destacan y la siempre polémica Catherine Millet. Veamos.

— Ante los incesantes destapes globales de #MeToo, cabe preguntarse qué es exactamente lo que estamos viviendo.
Está el tema del resquebrajamiento del sistema heteropatriarcal, el desmantelamiento del radicalismo de los feminismos que el manifiesto de las cien mujeres francesas muestra y, luego, está la incapacidad de la academia para definir conceptos: ¿dónde están los límites entre el abuso sexual, la violación, el acoso sexual o simplemente lo políticamente incorrecto? Y algo que también veo interesante respecto de este debate que se ha dado entre las cien mujeres y el hashtag del MeToo es el desencuentro tan tremendo, lo que me ha hecho pensar en la plataforma misma de enunciación en que se han dado ambos fenómenos. Los tuits se dan en el espacio digital, son 250 caracteres, un tema de denuncia, un texto metralleta, donde las mujeres que se sienten víctimas expresan visceralmente su enojo, su rabia, el hecho de no haber tenido un espacio para hablar, mientras que las cien mujeres francesas escriben en un diario impreso.

— Un manifiesto clásico, digamos.
Provocador en el sentido más literal de la palabra, de la disconformidad intelectual. Pero, además, en el caso de estas cien mujeres, el manifiesto es un texto argumentativo, intelectualmente elaborado, lleno de matices profundos, no es un texto fácil de entender. Y uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con conceptos que se han planteado ahí.

— ¿Con qué estás en desacuerdo?
Por ejemplo, plantean que la mujer no es una niña indefensa con cara de mujer y que, por lo tanto, no necesita ayuda. Eso me parece interesante a nivel individual. En este caso, son mujeres empoderadas, que ya lucharon por el lugar que tienen. Pero hay muchas mujeres jóvenes que están haciendo un camino de vida que sí necesitan acciones afirmativas del Estado. Además, ellas plantean la idea de que no hay una mujer monolítica, y eso es interesante y provocador, porque el discurso feminista ha sido un discurso que ha visto a la mujer como unidimensional: la mujer víctima que siempre está siendo objeto sexual, como si se moviera siempre en la misma dimensión de la victimización, una persona siempre sufriente. A mí por lo menos me costaría imaginar, respecto de los discursos feministas, a una mujer que goza. Si uno ve la narrativa, la representación que se hace de la mujer, es una mujer a la que le es imposible gozar porque tiene que estar luchando y emancipándose permanentemente.

Kogan: “La mujer también puede hacer un galanteo incorrecto al hombre, no siempre es víctima”.
Kogan: “La mujer también puede hacer un galanteo incorrecto al hombre, no siempre es víctima”.

— En alerta.
Permanentemente. Ahora, esto no significa que no haya violencia sexual. El problema es que cuando uno plantea este matiz, inmediatamente te dicen: “Tú estás diciendo que las mujeres no son víctimas, que no existe el feminicidio”. Plantear abrir un poco el discurso es criticado y, en ese sentido, hay un puritanismo intelectual… Pero, ojo, MeToo se ha convertido en un fenómeno global extraordinario porque las mujeres con apenas el acceso a un celular han logrado visibilizar la magnitud de la violencia sexual y la dificultad de denunciarla y, a la vez, MeToo se ha convertido en un espacio virtual para la solidaridad; la oportunidad de sacudirse del lugar de la víctima en el que nos pone el sistema heteropatriarcal ha sido puesto en escena. Ahora, creo que lo que asusta a los hombres, y lo que denuncian estas cien mujeres francesas, es que cualquiera puede ser convertido en un culpable de algo que de repente no ha hecho, o de algo que se ha malinterpretado. Estas mujeres se ponen también en el lugar de este espacio ambiguo.

— ¿De la seducción clásica?
Del galanteo clásico que ellas manejan. Y yo me preguntaba también por qué las chicas de ahora no se pueden mover en el espacio de la ambigüedad que sí podían manejar estas mujeres.

— ¿No pueden o no están dispuestas?
No están acostumbradas o no están dispuestas, son dos cosas que se articulan. Por ejemplo, que te cedan el asiento no está bien visto. Te puede gustar en el fondo, pero es incómodo aceptarlo.

— ¿Por qué?
Tengo una reflexión: que los discursos feministas que se han ido sedimentando sobre que las mujeres no son débiles, que estamos emancipadas, este tipo de discurso “yes, we can”, de alguna manera se vuelve un habitus corporal en todo sentido: “Yo puedo, yo soy fuerte, no me abras la puerta”. Cuando yo era joven, la batalla de ese momento era “no me pagues el cine”.

Catherine Deneuve, una de las firmantes del polémico texto de las cien francesas, se disculpó con las víctimas que pudieran haberse sentido ofendidas por el manifiesto.
Catherine Deneuve, una de las firmantes del polémico texto de las cien francesas, se disculpó con las víctimas que pudieran haberse sentido ofendidas por el manifiesto.

— ¿Ahora sí dejas que te inviten?
Ah, por supuesto. Ahora sí, que me coqueteen, que me inviten, todo. ¿Sabes por qué? Porque de repente ya tengo la edad de estas mujeres francesas. Yo pongo el límite donde quiero porque ya estoy empoderada.

— ¿Y en términos de seducción qué queda? Leí el otro día sobre una probable app que te permitirá hacer clic para aceptar previamente la relación sexual con todos sus detalles.
Un contrato, y eso es lo que de alguna manera está pasando y a lo que se oponen estas francesas. Habrá que ver si es bueno o malo, ya no sé a estas alturas de la vida.

— ¿Podemos ver sin culpa una película de Woody Allen?
O de Roman Polanski. Ese es otro tema complicado, porque estas cien francesas también hacen ahí un salto peligroso, cuando dicen que se está cortando la impertinencia. Y, efectivamente, la impertinencia es algo que permite el desarrollo intelectual y creativo. El tema es cómo separas el autor de la obra, y eso es algo difícil de responder. Ahora, siempre hemos sabido que Woody Allen era un hombre perverso sexualmente, pero ahora nos sentimos culpables porque es público, pero, en general, ¿qué pasa con la obra de arte de alguien que es valorado y de repente se convierte en violador? Son temas complejos porque se mueven en la ambigüedad, y nos cuesta movernos en espacios donde no hay respuestas claras. Ahora, sí tenemos que ser muy claros en que si un niño dice que alguien le hizo algo, yo no voy a dudar de que si fantaseó o le pareció, para mí esa persona tiene que ser tratada en principio como un culpable. El niño tiene que ser protegido. […] MeToo es la denuncia de injusticias en el ámbito del poder de los hombres sobre las mujeres, y en términos de denuncia es clara y contundente, mientras el caso de las cien mujeres es un manifiesto en el sentido más clásico de la palabra, un texto en un diario, argumentativo, pensado, discutido.

— ¿Ya no estamos para eso?
Estamos para todo. El error es tener un pensamiento totalitario. Tenemos que tener un pensamiento más flexible, debatir y abrir nuestra óptica, pensar en matices. El pensamiento único es el gran problema de las “tendencias” en las redes sociales, donde la opinión de un idiota vale igual que la de un premio Nobel. Por otro lado, las francesas dicen que quieren educar a sus hijas para que sean tan fuertes que incluso cuando las manoseen no pierdan su dignidad. ¿Cómo explicas eso? Es de una gran complejidad. Evidentemente tienes que decirles a los niños que se defiendan y no los toquen, pero lo otro es de un nivel de reflexión filosófica. Estamos ante dos discursos diferentes en dos plataformas diferentes. Ellas responden al fenómeno del MeToo, pero su respuesta es una respuesta argumentativa y densa de la que la gente simplemente saca cosas. Estas francesas están hablando desde otros códigos, y yo pensaba: “¿Cómo le vas a dar este manifiesto a una chica que ha sido violada?”. Ella quiere decir lo que siente, su enojo, y tiene derecho a llorar y a expresarse. Ese es un derecho. Pero lo que las francesas están señalando es el peligro del fenómeno mediático social, visto desde fuera, que está generando un pensamiento único, porque la gente cree que cualquier hombre que es acusado es un violador. Lo que ellas dicen es que la vida es compleja, pero, claro, algunas también han dicho disparates, como que la mujer puede tener un orgasmo mientras la violan.

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