Antonio Gárate: No es justo atentar contra la memoria de Prado
Antonio Gárate: No es justo atentar contra la memoria de Prado
Enrique Planas

Se trata de una leyenda negra que nos enseñaron en el colegio. En 1879, el presidente Mariano Ignacio Prado huyó del país llevándose el dinero de una colecta para comprar armas en Europa. Una mentira tantas veces repetida, que en el 2014 fue reeditada en el libro "El expediente Prado", escrito por el congresista Víctor Andrés García Belaunde.

Tres años después, Antonio Gárate quiere limpiar el nombre de Prado y el de su familia. El capitán de navío en retiro de la Marina de Guerra del Perú, autor de los cinco tomos de la novela "Por 10 centavos de salitre" –que le demandó dos décadas de investigación en escritos de época–, aporta nuevos documentos y apela a los historiadores más rigurosos para deshacer las que él considera infamantes teorías de García Belaunde. "Yo no me habría atrevido a escribir un libro en contra de otro historiador, pero como el congresista es un historiador tan novato como lo soy yo, puedo lanzarme a eso", señala. "Quiero encontrar la razón por la cual García Belaunde siente tanta enemistad no solo por el general Prado, sino por sus hijos, sus nietos y bisnietos. No le encuentro explicación. En su libro solo encuentro odio".

—Vayamos al inicio. ¿Quién inventa la leyenda negra sobre Prado, acogida luego por la historiografía peruana?
Parte de la leyenda negra se inicia prácticamente con el edicto que da Nicolás de Piérola, acusando a Prado de fugarse del país llevándose los dineros de la colecta. Y después se dice que Prado se quedó en Europa para no volver nunca más. Esa leyenda negra quedó. Se fue disipando en las primeras décadas del siglo XX, pero cuando en 1930 Jorge Prado Ugarteche postula a la presidencia de la República, la oposición, apristas y antimilitaristas que venían desde la época de Pardo, empezaron a repartir volantes diciendo que "el hijo de un ladrón" postulaba a la presidencia.

—¿Hubo historiadores serios que asumieron ese discurso?
Ningún historiador, entre investigadores tan eminentes como Basadre, Paz Soldán, Vargas Ugarte o Tauro del Pino, dice que Prado se haya fugado robándose el dinero de la colecta. ¡Ninguno! Ya eso parecería suficiente para aclarar el tema. Sin embargo, para algunos, la leyenda negra no ha terminado. Prueba de ello es el libro "El expediente Prado". Y no sabemos por qué.

—En la reciente presentación de su libro, historiadores dejaron claro que el viaje de Prado fue un error político, pero jamás un delito.
Digamos que por un pecado venial algunos quieren mandarlo al infierno. Pero aun así, discrepo con lo que dices. Me pongo en la situación en que estaba Mariano Ignacio Prado en esos momentos, un momento terrible para un presidente de la República, un militar que sabía cuál era la situación de sus soldados. Prado sabe que en los últimos seis meses las tropas chilenas han hecho lo que han querido y sabe perfectamente que, de no hacer algo, la invasión de Lima era inminente. Además, los empresarios y los banqueros internacionales pedían la presencia de Prado en las negociaciones, él les significaba, como ningún otro, mucha confianza. Recordemos que en el año 1874, Prado había resuelto en Europa los temas de la deuda externa representando al presidente Pardo, y lo hizo muy bien. Allí hizo muy buenos contactos, incluso con el mismo Michael P. Grace. Su propio Gabinete había convencido a Prado de la utilidad del viaje, salvo su ministro José María Quimper, quien le anuncia que cometería un error político si salía del país. Quimper pensaba que, a lo mejor, la ausencia del presidente iba a repercutir en su popularidad y no podría ser reelegido en las elecciones al año siguiente. Prado puso entonces en la balanza sus intereses políticos y los intereses de su patria. No podía quedarse sentado pidiéndole a Santa Rosa de Lima que le enviara armas. ¿Qué otra cosa podría haber hecho?

—Piérola ya se había levantado dos veces contra Prado. ¿No fue ingenuo el presidente al ofrecerle la oportunidad de un tercer intento golpista?
La verdad es esa: no lo pensó. Cuando uno está llevado por el fervor patriótico, no piensa en los enemigos que tiene detrás, solo mira hacia adelante. Y es curioso, se le critica a Prado por haber salido del país, con la aprobación del Congreso, para conseguir armas. Pero Piérola es quien le da un golpe y nadie se lo censura. ¿Quién ha criticado que Piérola, en circunstancias tan difíciles, se haya atrevido a dar un golpe de Estado que prácticamente deshizo y desorganizó al país?

—¿Cree que a lo largo de las décadas ha habido una conjura para convertir a Mariano Ignacio Prado en un chivo expiatorio?
Creo que es eso. Había que buscar un chivo expiatorio para ocultar lo que hicieron muchos. Miguel Iglesias es el traidor más grande que tiene el país, ¡y sin embargo está en la Cripta de los Héroes! Ese hombre peleó al lado de los chilenos contra el ejército de Cáceres en la batalla de Huamachuco. Y Piérola igual. Cuando en 1884, terminada la guerra, Piérola sale del Perú, lo hace con un pasaporte otorgado por el Gobierno Chileno.

—Voy a hacerle una pregunta poco elegante, pero seguramente se la harán pronto: ¿alguien de la familia Prado le pidió que escribiera su libro? ¿Le auspiciaron su investigación?
¡Por supuesto que me lo van a preguntar! Y no tengo ningún problema en contestar. Soy un barranquino de clase media. Cuando los Prado estaban en la cumbre, mis hermanas trabajaban en el Banco Popular, donde mi cuñado era gerente. Pero a mí jamás se me hubiera ocurrido pensar en escribir sobre los Prado. Pero cuando apareció el libro de García Belaunde, escribí un artículo para dar mi opinión, lo que sentía como un investigador peruano que se da cuenta de la injusticia que se estaba cometiendo contra el general. Luego, cuando saqué el quinto tomo de mi novela "Por 10 centavos de salitre", donde hablo de Leoncio Prado, recién allí un miembro de la familia, José Ignacio Peña, me buscó para conocerme. Luego de conversar, surgió la idea del libro. Yo mismo le pregunté cómo era posible de que hayan pasado tantos años y la familia no haya hecho nada en cien años por lavar el nombre de su antepasado. Me pidió que escribiera sobre él y para mí ha sido un honor. Y comencé a investigar y escribir. Dos años después, cuando lo terminé, me dijeron que eso era lo que necesitaban. Por supuesto, yo no puedo financiar un libro que cuesta un montón de plata, así que ellos financiaron la publicación. Sería ingenuo pensar que yo, que no tengo dinero, me voy a encargar de publicarlo. ¿Cuál es el pecado además de salir a defender a una familia que merece todo mi respeto? ¿Cuál es el pecado de escribir un libro y recibir algo por el trabajo de dos años de investigación? No me parece injusto. ¿Quién escribe gratis?

—¿Qué habría pasado si Piérola no daba el golpe y Prado hubiera regresado de su viaje con las armas que necesitaba su ejército?
Eso es algo que nunca se preguntan los historiadores. En mi opinión, no creo que eso habría significado la posibilidad de remontar la situación y ganar la guerra. Eso no iba a suceder. Pero quizás no hubiéramos perdido Arica. Si Chile, que ya estaba contento con Tarapacá y sus tesoros bajo tierra, hubiera visto un Perú bien armado, hubiera considerado que la guerra podría alargarse demasiado. Posiblemente habríamos conservado Arica y la paz se hubiera firmado en ese momento. Nos habríamos ahorrado las muertes y la humillación de los 5 años siguientes.

—¿Prado habría tenido un margen de tiempo suficiente para volver con éxito de su empresa?
¡Por supuesto! Los ocho meses desde la batalla de Tacna, en mayo de 1880, hasta la invasión de Lima, en enero de 1881, era un tiempo suficiente.

—¿Por qué cree que Prado se quedó en Estados Unidos y no regresó inmediatamente cuando Piérola da el golpe de Estado?
En primer lugar, porque había un decreto supremo que lo amenazaba de cárcel apenas pusiera un pie en el país. Pero hay un motivo más importante: ¿qué hubiera hecho el general Lizardo Montero, amigo íntimo de Prado y el hombre fuerte en el país entonces si el presidente volvía al país? Pues simplemente llegaría a Lima con todas sus tropas para sacar a Piérola del sillón presidencial y poner a Prado como legítimo presidente. Pero eso hubiera significado una nueva guerra civil en plena guerra con Chile. Y Prado no quería eso. Sabía que Montero pelearía para reponerlo, y por eso desde Nueva York le mandó una carta a Piérola diciéndole que él sería el primero en felicitarlo si lograba el objetivo de terminar la guerra y sacar al Ejército chileno del país.

—Finalmente, ¿cree que ha pasado ya el peligro que significaba el proyecto de ley presentado por García Belaunde para retirarle a Mariano Ignacio Prado su condición de prócer de la independencia?
Por supuesto que sí. Supongo que debe haber dado marcha atrás. Las protestas no solo se dieron en Lima. Instituciones tutelares y patrióticas de Huánuco elevaron su voz hasta el cielo. Igual los estudiantes y ex alumnos del colegio militar Leoncio Prado estaban indignados por una aberración de ese tipo. ¡Quitarle el rango de prócer a un hombre que se batió en el Dos de Mayo! Prado es el conductor y el gestor de esa batalla contra el invasor español. Prueba del antimilitarismo que existe en el país es que, cuando se celebra cada año esta batalla, se le ningunea totalmente. Para muchos, el héroe de la batalla del 2 de mayo es el señor José Gálvez Egúsquiza, que murió en el torreón por un accidente al manipular mal las municiones. Es un héroe, claro, pero al igual que todas las 250 personas que murieron en el Callao ese día, y a ninguno se le ha hecho un monumento. La gente no sabe que en esa batalla estuvo Andrés Avelino Cáceres, Francisco Bolognesi, Isaac Recavarren, Belisario Suárez y Lizardo Montero. ¡Y nadie los menciona! Es más, también estuvo Leoncio Prado, embarcado en la goleta Tumbes frente a la escuadra española. ¡Un mozalbete de 12 años! Por ello fue nombrado alférez de fragata. Fue uno de los primeros beneméritos de la patria. A ese hombrecito, a ese héroe tan joven quiero dedicarle una nueva novela. Un joven aventurero, dispuesto a dar su vida no solo por su país, sino también por Cuba y Filipinas, contra el dominio español. No es justo atentar contra su memoria. 

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