Tiene horas en Lima pero mentalmente ha estado en nuestra ciudad a lo largo de los dos últimos años, el tiempo en que la pandemia postergaba la presencia de la delegación de autores portugueses, invitados especiales de la Feria del Libro de Lima.
Considerado el escritor portugués de mayor proyección en su generación, de José Luís Peixoto se ha publicado en nuestro medio su primera novela “Nadie nos mira” (2000), “Una casa en la oscuridad” (2002) y “Galveias” (2012). Aprovechando su visita, Penguin Random House trae su más reciente libro, “Autobiografía” (2019), en el que convierte al Nobel portugués José Saramago en su protagonista, a la manera de homenaje a un autor con quien mantuvo una profunda amistad.
-A diez años de su muerte, ¿cuán presente sigue Saramago en el debate cultural de Portugal?
Es muy importante. Este año se celebra justamente el centenario de su nacimiento, el 16 de noviembre. Y eso es decir mucho, porque Saramago nunca generó consenso en Portugal. Para mucha gente, que ganara el Nobel significó tragarse un sapo. E incluso después del premio de la Academia, personalidades muy importantes de la vida política portuguesa no llegaban a aceptarlo. Saramago es una figura que tiene una dimensión literaria, pero en Portugal también supuso una figura política y participativa muy fuerte, muy conectada con ciertos momentos de la historia, como la Revolución de los Claveles, por ejemplo. En mi novela, digo que Saramago despertará odios por varias generaciones. Por ejemplo, en el 2005, Saramago defendía la integración formal de Portugal a España. Muy pocas personas estuvieron de acuerdo con él en su país.
-Quizás este postulado tenía que ver de su profundo pesimismo: Saramago veía a Portugal como un país inviable.
Claro. Debemos tener en consideración que su relación con España era enorme. Y su visión ibérica iba más allá de resentimientos históricos mal resueltos. Con respecto a cuestiones como la pandemia o la guerra en Ucrania, la gente siempre se pregunta: “¿Qué pensaría Saramago de esto?”. Él siempre tuvo opinión sobre los grandes temas.
-¿La figura del escritor como autoridad moral sobrevive?
Personalmente, soy muy optimista. Tengo la teoría de que los libros, aunque no sean tan consumidos como otros productos culturales como las series de Netflix, por ejemplo, llegan a la sociedad a través de las personas que leen y difunden esas ideas. Los libros alcanzan una vida larga cuando son pertinentes, cuando se reconoce la importancia de las ideas que en ellos habitan. Eso no significa que toda la gente lea los libros y advierta qué ideas están presentes, pero creo que sí existe una influencia colectiva.
-¿Eres titular en el equipo de Saramago o juegas también para el de Lobo Antunes?
No, no. Con los años he profundizado en la lectura de Saramago, que fue un autor que me marcó muchísimo y tuve una relación personal. Pero Lobo Antunes es también un autor muy importante, incluso se puede decir que es el más influyente entre los narradores de mi edad. Es un autor que ha revolucionado la narrativa. Por eso me aburre tener que elegir entre ambos, literariamente no hay ninguna razón para ello. No son opuestos. Son dos personas que convivieron en su mismo tiempo, pero que, cuando desciendes a sus relaciones y atiendes las cosas que se dijeron, todo se pone más feo.