“La cumbia no solo debería enseñarse en las escuelas, sino ser declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de nuestro país”, nos dice Miguel Laura, de quien podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que es una de las personas que más saben sobre cumbia en el Perú. Miguel no solo es arreglista, pianista o productor, sino que ha compuesto más de 300 canciones –”Si te vas qué haré” o “Júrame” entre ellas-, que han sido interpretadas por grupos como Armonía 10, Los Hermanos Yaipén, El Grupo 5, Amanda Portales, Dina Páucar, Agua Marina, Los Destellos o Néctar. Además, ha dedicado los últimos 15 años de su vida a investigar a fondo el origen e historia del género, a través de los testimonios de sus protagonistas. Antes de “Historia de la cumbia peruana”, Miguel publicó “La rica cumbia. Las voces que hicieron historia” (2010) y “Cumbia Perú. Los creadores” (2012), material que le sirvió de insumo para definir la ruta de su ambicioso nuevo libro.
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Para Miguel Laura, la historia de la cumbia en el Perú tiene su primer hito en 1970, cuando el “45 que contenía el tema Elsa de Los Destellos vendió más de un millón de copias, superando a los mismísimos Beatles y a otros artistas internacionales. Al lanzar El avispón, en febrero del 1968, el mismo grupo había dado el “play de honor” al género. Antes de aquel momento, fenómenos o géneros como la Nueva ola, el rock, la música criolla en todo su esplendor, los boleros o la música cubana, con la guaracha, la guajira y el son, eran lo que más se oía en esta parte del mundo y lo que, según Laura, “amamantó a los autores, compositores y músicos gestores de la cumbia peruana, impregnándola de todos sus sentires”. Por eso, para él, la cumbia peruana “Es integradora. Es democrática. Es como un corazón que reúne todas las sangres. Pasan por ese corazón sangre de campesino, sangre blanca, negra o mestiza”. Para el autor, no solo merece ser enseñada en el Conservatorio Nacional o en las grandes escuelas de música, sino ser declarada patrimonio nacional. De eso y mucho más hablamos en la siguiente entrevista.
¿Por qué sentiste que era necesario emprender una investigación como esta?
Porque pienso que la cumbia va mucho más allá de su significado artístico. Creo que alcanza ya un ámbito social y hasta filosófico. Además, tiene millones de oyentes peruanos y latinoamericanos, por lo que era necesario dejar un documento literario que cuente cómo se ha gestado la cumbia peruana y lo que significa para el pueblo, para el hombre sencillo, común. La cumbia no solo es la música que se escucha, sino que tiene algo más que es su “vestido espiritual”. Es una música que tiene mística, mensaje social, y que tiene una vena propia, netamente pueblerina, vena proletaria, del dolor, de la ternura, de la lucha, también.
¿Cómo fue hacer esta investigación? ¿Cuánto tiempo te tomó?
Desde que decidí escribir sobre la cumbia han pasado unos 15 años. Para ese momento yo no había escrito ningún libro, tampoco pasé por la universidad. ¿Cómo darle forma a una historia tan grande y tan rica? El único recurso que yo tenía para hacerlo era que pertenezco al gremio musical, soy compositor y también soy músico de alguna manera. Decidí entonces investigar, educarme, revisar otros libros, recurrir a mi experiencia de 40 años como compositor y contactarme con mis colegas músicos, pues conozco a gran parte de los intérpretes y compositores de la cumbia peruana. Escribir canciones es como escribir una pequeña novela en 16 versos, así que de cierto modo ya era escritor. Mi intención era escribir un libro desde adentro, para poder plasmar lo que brotó directamente del alma y el corazón de los creadores de la cumbia peruana. Fue dificilísimo encontrar bibliografía sobre el tema, y cuando lo hacía eran generalmente libros de sociólogos o antropólogos. Tenían sus puntos de interés, pero la cumbia peruana tiene aspectos musicales, poéticos, sociales y filosóficos y todos estos aspectos no estaban bien enfocados, porque se veía a la cumbia peruana desde afuera. Decidí, entonces, que era hora de cambiar la perspectiva. Además, la vida de los intérpretes, autores o compositores de la cumbia peruana es una vida de novela, eso es seguro. Es un arte nacido del dolor, de la incertidumbre, de la angustia, de la pobreza, y eso le da emociones y sentimientos hondos.
Como bien dices, es muy difícil encontrar libros anteriores que estudien, analicen o cuenten la historia de la cumbia peruana. ¿Cuál crees que es la razón por la que no se han emprendido antes proyectos similares?
Porque la cumbia peruana, en varios sentidos, siempre fue marginada. No marginal, ojo, marginada, por asuntos culturales, sociales, prejuicios o ignorancia, más que nada. Porque ha sido criticada desde diversos frentes. Se ha dicho de ella que es una música de cholos, de serranos, de achorados, una música básica, muy sencilla, pero no entendían que, justamente, esa sencillez es la que le da su belleza y su particular expresión. Hay asuntos de índole cultural y de racismo en esas observaciones. De hecho, hasta hace algunos años, el propio seguidor de la cumbia se sentía corto de decir que le gustaba. Hoy, al contrario, se siente orgulloso. Yo pienso que, en unos 20 años, la cumbia peruana puede ser capaz de ingresar con fuerza en las grandes ciudades del mundo, así como lo hizo el rock alguna vez. Si retomamos el estilo cumbiambero peruano, con el protagonismo de las guitarras y sus solos, y con letras un poquito más elaboradas, ese puede ser el futuro de nuestra cumbia.
¿Qué es lo más curioso que has descubierto en el origen de la cumbia en el Perú?
Creo que lo más curioso y anecdótico que he visto es a músicos rockeros descubriendo la cumbia y cambiándose de género para convertirse en cumbiamberos (risas). Yo tengo un estudio de grabación, por lo que constantemente estoy interactuando con músicos. Les voy hablando, les explico lo que significa la cumbia y van empezando a verla en su real dimensión. Los peruanos tenemos un gen andino en lo más profundo de nuestras venas. Cuando despierta ese gen, inmediatamente conecta con la cumbia, con el huayno, con la música de las montañas. Creo que los principales pioneros de la cumbia, como Enrique Delgado, son nuestros Mozart o Beethoven.
¿Cuál crees que ha sido el aporte más significativo de la cumbia?
Yo creo, sin temor a equivocarme, que la cumbia ha servido para humanizar más al pueblo peruano. Para darle ese matiz sentimental, acogedor. Saber que ha influido y educado su sensibilidad y sus emociones es lo más maravilloso que he encontrado. Y una persona sensible es una persona más humana.
¿Y musicalmente hablando?
El aporte fundamental de la cumbia peruana ha sido su improvisación en los solos de guitarra. En la cumbia se improvisa dentro de la pieza musical. Es como si hubiese otra pieza musical nueva, ya sea en el centro o al final. A esos solos se les conoce como “vacilones”. Eso, musicalmente hablando, es riquísimo. Los músicos del extranjero lo miran con admiración, como si estuvieran descubriendo algo completamente nuevo, porque ahí está la creatividad. Muchos de esos solos se improvisaban en el estudio de grabación, porque un vacilón no sale siempre igual. Los pioneros del género lo emularon de los guaracheros de Cuba. Ellos hacen esas impros con el tres cubano, en ritmo de guaracha y de son. Es el espíritu que emularon los peruanos y rehicieron a su manera, con un vacilón que era expresión genuina de nuestro pueblo.
¿Qué respuestas sobre la historia contemporánea peruana te ha dado realizar esta investigación?
De varias maneras, la cumbia peruana está sirviendo como un medio de identidad nacional, que une al pueblo, que lo hace sentir uno solo, pero no solo uno de identidad, sino también de orgullo nacional. Eso, desde el punto de vista social. Ahora, desde el punto de vista político es otra cosa. Por ejemplo, el 2007, cuando falleció Johnny Orosco y El arbolito rompió los prejuicios entrando a los hogares y discotecas de diversas clases sociales, sucedió algo increíble. Un presidente fue a su velorio. ¿Pero acaso Alan García lo hizo por la cumbia? No. ¿Fue porque había comprendido el valor cultural y social de la cumbia? No. Simplemente estuvo ahí porque quería ganarse la atención y el respeto de millones de peruanos que se condolían con la muerte de Johnny. Él usó la cumbia para su propio beneficio, igual como han hecho otros políticos para sus campañas, muchas veces sin siquiera reconocer los derechos de autor de los temas que manipulan. Por eso, si tenemos que vincular a la cumbia con algo de política, que sea para bien. Así que aprovecho este espacio para pedirle al señor Ciro Gálvez, ministro de Cultura, que la cumbia sea nombrada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación, por todo lo que significa y representa. Ojalá que él o alguien de su despacho evalúe seriamente este pedido.
En esta historia también es importante el trabajo de las disqueras que se mandaron a apoyar a los artistas emergentes de cumbia, allá por inicios de los 70…
Por supuesto. La cumbia no ha sido hecha por gente diplomada en las escuelas de música, sino hecha en base a talento, de lucha, autodidacta. Cada uno ha hecho su propio camino, y han logrado joyas que son orgullo nacional. Parte de eso fueron los productores y disqueras que confiaron en el género. Y no fueron las que venían de corporaciones multinacionales, sino pequeñas disqueras peruanas como Infopesa, Discos Horóscopo de Juan Campos, el Sello Caracol, de Los Ecos, Iempsa o Sono Radio. Cuando ya no había espacio en las disqueras nacionales por motivos económicos o de marketing, ellos mismos formaron sus propias empresas, con las limitaciones que eso tenía. Alrededor de la cumbia también hay que destacar estos grandes emprendimientos de visionarios como Ricardo Maraví o Juan Campos. Si hubiera otras políticas, ya seríamos potencia mundial en la música. Cualquier peruano puede darse cuenta de que cada 10 kilómetros –o menos- es posible encontrarse con un estilo musical diferente, lo que tiene cada pueblo. No sé si en el mundo se dé un caso similar.
¿Qué crédito le corresponde a la chicha? ¿Fue decisiva la aparición de Chacalón o Los Shapis para masificar la cumbia?
La cumbia es un árbol frondoso de muchas ramas. Una de las ramas de ese árbol frondoso es la mal llamada “chicha”. Particularmente, no acepto la palabra chicha porque es un término peyorativo, racista, acuñado cuando aparece definiendo a lo marginal como expresión de cultura. No se puede llamar “chicha” a la cumbia peruana, porque es un término excluyente, no inclusivo. No le podemos decir “chicha” a lo que hicieron Los Destellos, Pedro Miguel y sus Maracaibos, Los Girasoles, no podemos confundir. Hay, sí, una cumbia amazónica, una andina, una costeña, una sanjuanera, una urbana, huamanguina, nativa, son diversas ramas. La chicha, mientras siga teniendo ese matiz de racismo, de insulto y como algo peyorativo, no debe ser el término que se use para llamar a este género maravilloso. Chacalón y Los Shapis son cumbia con su propio matiz. Uno más occidental y los otros, más andinos.
Es natural que, con el paso del tiempo, la cumbia también se modifique o se adapte a distintos momentos históricos. Cada década definió también circunstancias diferentes. ¿Qué tanto ha cambiado lo que hacían grupos fundacionales como Los Diablos Rojos, Los Destellos o Celeste, comparado con agrupaciones actuales como Los Yaipén?
Es como todo en la dinámica social, va enriqueciéndose, transformándose, tomando un color, acento, sonoridad especial. Y la cumbia peruana está asumiendo una mistura de sonoridades. En sus inicios era solo dos guitarras, bajo y percusión. Después, con cierto temor, se agregó un teclado, un sintetizador y luego han surgido las orquestas con trompetas, trombones, y apareció también la cumbia romántica. ¿Qué tan positivo es eso para la cumbia? Es muy bueno, porque de todas esas fuentes la cumbia sale más enriquecida. Sin embargo, es importante que los cultores del género entiendan el valor y la importancia de usar siempre las tres guitarras en la cumbia peruana para conservar su esencia, su sonoridad característica, ese color que la hace más peruana. La cumbia está viva y constantemente salen nuevos músicos, grupos, autores, compositores. Hay otra rama maravillosa, que es la cumbia urbana. En la medida en que los músicos del extranjero vean la fuerza que tiene, van a fusionar y las fronteras de los géneros musicales se van a ir perdiendo.
¿Es posible hablar de la cumbia como un medio de empoderamiento social?
De empoderamiento personal, creo yo. Pienso que, de una u otra manera, te empoderas si cultivas la cumbia, la escuchas, eres un amante de la cumbia, porque sintonizas con millones de peruanos. Si tú, en tus relaciones sociales, no sabes nada de cumbia, o no la cultivas o no tienes la noción básica, te pierdes la posibilidad de conectar con millones de peruanos y latinoamericanos, porque hoy también en Chile, Argentina o México la cumbia es un género muy presente. Entonces, siento que la cumbia sirve como empoderamiento personal, como parte de la cultura de cada ciudadano. Si en la década de los 70 nos enseñaban a ver los clásicos, deberían enseñar hoy quiénes fueron los creadores de la cumbia peruana y sus historias. Yo estoy seguro de que si César Vallejo, el poeta de la ternura, y José María Arguedas, el maestro que dibujaba la belleza andina con sus historias, vivieran en la actualidad, ambos escribirían cumbias.
Esto me lleva a una afirmación que haces en tu libro, que hay poesía en la cumbia. ¿Se puede hablar de una vertiente poética dentro de la cumbia peruana?
Pero claro que sí. La cumbia es un género muy difícil. Un bolero, por ejemplo, tiene una pequeña introducción musical, una colita por ahí al final y luego todo es letra cantada. Es decir, si un bolero dura 3 minutos y medio, probablemente 2 minutos y medio tiene letra cantada. Y en ese tiempo tienes que contar una historia razonablemente bien lograda. En una balada igual. En la cumbia, en cambio, tienes que tener una intro, un mambo, unos coros, hay bastante aspecto musical y menos espacio para la letra. En esos 12 o 16 versos que encierra una cumbia peruana, tienes que sintetizar y usar, esculpir cada frase con la maestría de un poeta o de un escultor, para poder obtener un resultado realmente fascinante. Sí hay poesía en la cumbia peruana. Hay unas que son casi haikus. Piensa en temas como “Viento” o “Soy provinciano” y, dentro de su sencillez, vas a encontrar una gran profundidad poética.
Otra afirmación osada que sostienes en el libro es que la cumbia es “la música clásica” peruana. ¿Cómo así?
Es cierto. Para mí, es el equivalente a la música académica. Si esa música surge en Europa hace varios siglos, como expresión natural del sentir de esos pueblos, la cumbia también ha surgido así y está todavía en su etapa de infancia. Todavía no llega siquiera a la adolescencia. Imagina la maravilla que puede llegar a ser. Es un asunto cultural. Las personas que tienen educado el oído con música clásica o académica y escuchan Mozart, Chopin, Beethoven y sus piezas inmortales, las entienden, las captan, son “tocados” por ellas. Sin embargo, otras personas del pueblo que no tienen los oídos educados en esas armonías o esos giros melódicos, ni las entienden ni les gusta. Igual sucede con la cumbia peruana. Entonces, ¿Se puede comparar con la música clásica? Claro que sí, porque ha nacido del vientre puro de los pueblos del mundo. Y te lo digo de modo gráfico: el tema “Para Elisa” de Beethoven, fue conocido en el Perú y Latinoamérica, sobre todo, por la versión en ritmo de cumbia que hizo Enrique Delgado de Los Destellos. Lo grabó en cumbia con otro sentir. Yo conocí esa pieza como cumbia y recién a los 20 años me enteré que era de Beethoven. De hecho, me animo a decirte que, para mí, Chopin tiene una sensibilidad parecida a la de la cumbia. Cuando escucho una pieza de Chopin me causa el mismo estremecimiento interior que una cumbia. Lo siento como un equivalente. Yo no estoy teorizando, solo tengo la certeza de que es así, porque yo lo vivo así.
¿Ya sientes entonces, que la cumbia ha logrado ubicarse en un lugar en el que es menos subestimada o infravalorada?
Creo que la cumbia peruana no ha logrado todavía entrar en el tejido social A. Pero no nos interesa que entre allí. Nos interesa que entre en la dimensión más noble del ser humano. No dependiendo de su clase social, sino más allá de esa clase social. Nos interesa que la cumbia entre en el corazón y el alma de los hombre buenos, libres, capaces, inteligentes, superiores. De los poetas, de los escritores, de los músicos, de los filósofos, de las personas de buen corazón. Cuando la gente la valora, la aprende a querer y aprende también a respetarla. Por eso, los programas de música de las universidades ya deberían tener profesores que den cátedras de cumbia. Sin temor a equivocarme, ya es el género musical que más trabajo da a las personas en este país. Es, también, la música del futuro.
¿Cuál fue el más grande reto al escribir este libro? ¿Que la historia de la cumbia se sigue escribiendo aún?
Claro que sí. La historia de la cumbia, en este momento, mientras estamos conversando, ya está cambiando, porque están apareciendo nuevos autores, compositores, intérpretes. En este preciso instante, en un rinconcito olvidado del Perú, hay un compositor anónimo que está con su guitarra, tratando de escribir esa joya maestra que revolucione la música peruana.
10 CUMBIAS PERUANAS INMORTALES, según Miguel Laura
1. El Avispón (Los Destellos, 1968)
2. Arre Caballito (Manzanita y su Conjunto, 1969)
3. Elsa (Los Destellos, 1970)
4. Viento (Grupo Celeste, 1974)
5. Colegiala (Los Ilusionistas, 1977)
6. Soy Provinciano (Chacalón y la Nueva Crema, 1978)
7. Cariñito (Los Hijos del Sol, 1980)
8. Tu Amor fue una Mentira (Agua Marina, 1999)
9. El Arbolito (Grupo Néctar, 2002)
10. Júrame (El Lobo y la Sociedad Privada, 2005)
Bonus Tracks: El Aguajal (Los Shapis, 1981); Te vas, te vas (Grupo 5, 2005)
Historia de la música peruana
Autor: Miguel Laura Saavedra
Editorial: LP
248 pgs
De venta en: https://www.facebook.com/MukiRecords
Celular/WhatsApp: 999 123 453
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