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¿No has leído al Premio Nobel László Krasznahorkai? El cine puede ser un punto de partida
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Una buena puerta de ingreso al universo del húngaro László Krasznahorkai no necesariamente está en sus libros, sino en el cine. Desde los años 80, su compatriota y amigo íntimo Béla Tarr ha llevado algunas de sus novelas a la pantalla (como “Satantango” de 1994 o “Armonías de Werckmeister” del 2000) y también han escrito juntos los guiones de otras de sus cintas: “Damnation” (1988), “El hombre de Londres” (2007) y “El caballo de Turín” (2011).

En el 2018, durante una visita a Lima, pude entrevistar a Béla Tarr y le hice una pregunta sobre su trabajo con Krasznahorkai. “Yo lo considero coautor de mis películas –afirmó Tarr aquel entonces–. Porque el cine es algo que no puedes hacer solo, siempre necesitas a los otros. Si quiero que trabajes conmigo, tengo que conocerte, necesito tu opinión, que te involucres por completo. László es un gran escritor y no sabe casi nada de cine, pero en nuestra relación de trabajo los dos hablamos sobre la vida, sobre la naturaleza humana, sobre lo que vemos en la calle, alrededor de nosotros”.
Las cintas amargas, cáusticas y en blanco negro de Béla Tarr son una materialización visual muy certera del mundo de Krasznahorkai. El escritor de 71 años es distópico, tragicómico y melancólico en su tono y atmósfera; y denso y complejo en su prosa de larguísimas oraciones, que a menudo evade de los signos de puntuación. No es un novelista fácil, hay que decirlo; pero una vez entregados (y concentrados) es su escritura hipnótica, de mucho humor negro, y con particular atención a la belleza y el dolor, es más difícil desprenderse de su influjo.

LOCAL Y UNIVERSAL
Nacido en 1954 en la ciudad de Gyula –el lugar que inspira la mayor parte de sus historias–, Krasznahorkai fue desde muy joven un hombre de persona solitaria y reclusiva. Su primer libro, “Satantango” o “Tango satánico” (1985), retrata a los habitantes de un pueblo remoto y extremadamente gris, que parece condenado al olvido y al fracaso. “Melancolía de la resistencia”, de 1989 (la que inspiró la cinta “Armonías de Werckmeister”), vuelve también al tema de un colectivo de personajes sobrepasado por el caos y la fatalidad. “Guerra y guerra” (1999) es una obra extraña que deambula entre diversos escenarios y personajes marcados por la violencia y la locura.
Recién después de cumplir 30 años, Krasznahorkai salió de su país. Y fue Asia el destino que más lo fascinó y atrajo. Sus viajes y estadías en Mongolia, China y Japón motivaron varias de sus historias y ampliaron su sensibilidad. Como en la novela breve “Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río”, (2003) bellísima exploración de las cercanías de la ciudad japonesa de Kioto, que es a la vez una aproximación ideológica y la búsqueda de un jardín.

Varios de los libros de Krasznahorkai pueden encontrarse en español gracias al trabajo de la editorial Acantilado (y a la traducción de Adan Kovacsics), detalle que, ni por asomo, lo vuelve un autor lejano a nuestro territorio. Este jueves, la Academia Sueca tuvo a bien concederle el Premio Nobel de Literatura por “su obra poderosa y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”, según reza la sustentación del fallo.
Para un escritor de aspecto ermitaño, que suele decir que solo escribe “para el pequeño grupo de gente que aún lee”, un reconocimiento como este podría parecer poca cosa. No ha sido así en su caso. “No quiero mentir. Sería muy interesante recibir este premio –declaró hace apenas unos meses–. Sin embargo, me sorprendería mucho si lo ganara”. Esperamos que la sorpresa lo haya encontrado sentado, señor Krasznahorkai.











