Travis Barker, Mark Hoppus y Tom DeLonge son tres señores alrededor de la cincuentena que interactúan haciéndose chistes sexuales, eructando y dialogando a la misma velocidad vertiginosa a la que van sus melodías. Ese podría ser el inicio de un mal chiste, pero no lo es. No choca, no incomoda. Por el contrario, acerca y hace que el público que corea y poguea se sienta arropado, abrazado por una convención que dicta, casi por consenso, que toca ponerse las Vans, dejar de pensar en las responsabilidad ―al menos unas horas― y recordar cuando querían ser rockstars sin miramientos ni temores. Un público que no sólo bebía cerveza al ritmo de un adolescente, sino que redescubría esa escala de valores de inicios del siglo XXI. Y aunque es difícil no dejarse atrapar por ese lugar común de la nostalgia, es inevitable echar mano de ella cuando se trata de hablar de la música que atravesó a una generación que ya creció. Esos tres señores son Blink-182.
La nostalgia, que para unos es sólo una añoranza o una mirada triste a eso que ya pasó, tiene otros componentes; tal vez más profundos como los códigos de vida que comparten quienes no andan tan lejos de los cuarenta y que a inicios del año 2000 se toparon con “Enema of the State”, el álbum que convirtió a Blink-182 en la voz de chicos y chicas que sólo querían ser irreverentes, pasársela bien, montar skate y burlarse del tsunami pop que dominaba la escena comercial con las boy bands. Fue con ese disco, que muchos por la edad y presupuesto consiguieron en cassette, que la banda que hizo saltar a entusiastas y fans en San Marcos, entró en el imaginario de la cultura pop por esta parte del mundo. La actitud de chicos malos y despreocupados que proponía un punk juvenil que poco tenía que ver con aquellos manifiestos políticos y estéticos de los setentas y ochentas, encontró un público al cual no sólo se dejaría cautivar por el desenfreno de las guitarras o los novedosos videoclips, sino que aprendería a construir su personalidad y a diferenciarse. Porque, ¿quién no abrazó esa rebeldía?
El último martes los rebeldes escolares y preuniversitarios de aquella década que coleccionaban pines y All Star ―cuando el dinero alcanzaba― tuvieron la posibilidad de estar cara a cara con la banda a la que le debían en parte quien son. Said Sosa, un publicista y músico de 37 años, quien asistió con sus amigos y estuvo “lo más adelante que se puede”, no sólo hizo un ejercicio de memoria cuando Travis, Mark y Tom abrieron el concierto con “Anthem Part Two”, sino que se apoderó de esa nostalgia para traerla al presente. “No sólo crecimos con ellos, sino que aprendimos a manejarnos en la vida. Antes veíamos MTV, pero no podíamos descargar o escuchar canciones online: comprábamos cassettes o CD’s y era un reto acercarse a la música, y a Blink en este caso. Todo eso también nos formó. Ahora verlos en vivo es como cerrar un círculo y qué mejor que compartirlo con quienes también compartí ese pasado”, reflexiona.
El punk, como la vida, va a los golpes. Para algunos es sencillo, para otros un grito de desahogo, un encontronazo con un extraño en el pogo o un simulacro de liberación. Sea como fuere, Blink 182 opta hasta ahora por tomárselo con humor, que no es lo mismo que no tomárselo en serio. Es por ello que Tom DeLonge decidió volver a la banda tras el diagnóstico de cáncer de Marc -por el que apareció el tema “One more time”- y tras el accidente de avión del que Travis salió con vida en 2022. Aunque nadie lo ha confirmado, tiene sentido ver a tres amigos que le cambiaron la vida a una generación juntarse antes de que pase algo y no lo puedan volver a hacer. De esta reunión aparece “Latin American Tour 2024″, cuya primera parada fue Lima y la siguiente será Buenos Aires.
La puesta en escena distó mucho de ser caótica: un espectáculo audiovisual acompañado de cañones de fuego y una máquina que echaba humo, se viese desde la grama o desde la tribuna, marcaba la pauta de que había momentos de todo tipo, menos de relajo. Salvo, por supuesto, durante “I miss you”, aquel tema cuyo redoble de batería anuncia que quizá es momento de reflexionar. Aquello le ocurrió a Joseph Vílchez, un diseñador gráfico que no se guardó ninguna emoción: “Durante esa canción no pude evitar derramar algunas lágrimas. La verdad no sé por qué fue exactamente, pero ahí estaba llorando entre un montón de personas con la linterna del celular encendida”, comenta.
Entre “What’s my age again” y “Stay together for the kids” estuvo, muy probablemente, el griterío más poderoso y genuino acompañando la voz de un Travis Barker de 48 años que no se ha escuchado desgastada. Ahí estaban tres hombres que, contrario a lo que se piensa, no se aferran a una juventud, no dan cringe, no se sienten forzados, sino que refuerzan esa idea de que ese estilo de vida los ha llevado a ser quienes son y a encontrar fanáticos leales.
"El punk, como la vida, va a los golpes. Para algunos es sencillo, para otros un grito de desahogo, un encontronazo con un extraño en el pogo o un simulacro de liberación. Sea como fuere, Blink 182 opta hasta ahora por tomárselo con humor, que no es lo mismo que no tomárselo en serio".
Para darle un cierre digno, aunque repetitivo (sin ser necesariamente una crítica) los tres amigos californianos no dudaron en posar con la bandera peruana previo a la venia correspondiente y al punto final de la noche.
Teloneros a la altura
No pudo haber mejor banda que The Offspring para tocar antes de Blink-182. Al menos no en este caso, pues los liderados por Dexter Holland ofrecieron esa energía característica y necesaria para entrar en calor con temas como “Original prankster”, “The Kids Aren’t Alright” o “Pretty fly”.
Tampoco faltó la cuota nacional, pues 6 voltios, el eterno grupo peruano cuya actividad ya se remonta a décadas, puso a poguear a más de uno con “Wirito” y a recordarle que puede que el tiempo pase, las etapas se quemen y el cabello se caiga, pero la rebeldía, al menos de espíritu, es para siempre.