Un día, la muerte cayó del cielo. Tenía forma de ser humano y su identidad parecía familiar. Pero de todos los que estuvieron presentes cuando aquello sucedió, inexplicablemente, solo uno recordaba con detalles el hecho.
Caminaba con sus ojos concentrados en una lectura cuando el cuerpo chocó violentamente contra el suelo, justo frente suyo. Emilio (Giovanni Arce), entonces, se supo frágil y se sintió vivo. Su mente se llenó de preguntas: ¿se habría resbalado?, ¿se trató de un suicidio?, ¿de un asesinato? La curiosidad desbordaba su ser: había encontrado una razón para vivir.
Emilio llevaba una vida rutinaria en la que escondía un universo de problemas. Una particular relación con su pareja (Alejandra Saba), su negativa a la paternidad y las sesiones con el psicoanalista (Augusto Mazzarelli) lo tenían muy intranquilo. Él quería ser infeliz, se esforzaba por serlo, pero todos se esmeraban por encaminarlo.
A medida que transcurre el laberíntico texto de Carlos Gonzales Villanueva, autor de “El hombre intempestivo” (y antes de “Deshuesadero”), la trama se torna más compleja y la línea entre la realidad y la imaginación se desvanece. ¿Podría Emilio ser el mismo hombre que cayó del cielo? ¿O quizás un personaje más en la historia que se narra en el teatro del Centro Cultural de la Universidad de Lima? David Carrillo, el director de la puesta en escena que se estrena el jueves 17, deja todas las preguntas en el aire. Todas son verdad y todas son mentira.
EL NUEVO MANDAMIENTO
“Lo que me mueve de esta obra son las ideas de felicidad y éxito”. David Carrillo recuerda que hace algún tiempo, a los 39 años, le dio un infarto. Antes de ello, se sentía Superman, quería comerse el mundo para ser un gran profesional, padre y esposo. Se pasaba horas trabajando, tal vez para aminorar la sensación de estrés existencial y ser parte del sistema de exitocracia. Eso, dice, es algo muy común entre los 35 y 40 años, edad que tiene Emilio, y edad en la que, además, la muerte parece estar muy distante.
“Ahora estamos obligados a ser felices”. Carrillo destaca que en la actualidad, la socialización en redes consiste en subir fotos o historias, en sentirse bendecido, entusiasmado o feliz, y que la infelicidad es “casi un pecado”. “Ahora que todo es público –agrega–, pareciera que siempre estamos vendiendo algo o a nosotros mismos. Algunos escriben ‘Estoy aquí comiendo esto’, pero rara vez alguien comparte ‘hoy estoy comiendo huevo frito, qué cagada’”.
Esa aversión a los propios fantasmas podría ser un síntoma. Lo cierto es que, cada vez más, lo que se consume en los medios de comunicación está pensado en un público adolescente que huye de las complejidades y se recluye en el facilismo. “Acabo de ver ‘Guasón’ y aunque me pareció muy buena, me hizo preguntarme qué tan desacostumbrados estamos de ver películas con contenido para adultos que esta nos parece una maravilla. Esta es una cinta que en los 70 hubiera sido estándar, quizá como ‘Taxi Driver’ o ‘La naranja mecánica’. Solíamos estar acostumbrados a historias que hacían aflorar todas nuestras filias y fobias con contenido que se necesitaba procesar con una digestión lenta. Mucho de lo que se hace ahora es papilla para infantes”.
Por eso es tan interesante Emilio, un personaje que no quiere estar en paz y que, para lograrlo, se mete cabe cada vez que puede. “Su cabeza siempre está en ese proceso de digestión lenta, como si quisiera entender de qué quiere escribir. Es la cabeza de un dramaturgo que está tratando de fabular historias, y que parte de sus propias vivencias porque dicen que uno escribe sobre lo que le ha pasado, lo que no quiere que le pase o lo que le gustaría que le pase algún día”.
Por eso mismo, Emilio la tiene difícil. Incluso, en algún momento, se enfrentará a un burócrata (Claudio Calmet) que llega con una denuncia del Ministerio de la Felicidad; a su jefa (Quea y Saba se intercalan este rol), quien lo maltrata y quiere que su vida sea miserable; o, peor aún, a su pasado que vuelve a atormentarlo con recuerdos de una monja (Claret Quea) que se burlaba de su mal rendimiento y lo comparaba con sus compañeros más destacados.
¿Por qué se esmera tanto en pasarla mal? ¿Por qué se pone cabe a sí mismo cada vez que puede? “Es su forma de ser revolucionario”, sentencia Carrillo.
MÁS INFORMACIÓN
Lugar: Centro Cultural de la Universidad de Lima. Dirección: Jr. Cruz del Sur 206, Surco. Estreno: jueves 17. Horario: de jueves a sábados, 8:30 p.m.; domingos, 7 p.m.