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Willem Dafoe en exclusiva para El Comercio: habla el actor de las mil expresiones y director de la Bienal de Teatro de Venecia
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Willem Dafoe en exclusiva para El Comercio: habla el actor de las mil expresiones y director de la Bienal de Teatro de Venecia

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Cincuenta años de carrera y decenas de películas aclamadas para la posteridad. (Wisconsin, 1955) ha mantenido una actividad constante en el cine: su rostro de mil expresiones, ideal para representar las complejidades de la experiencia humana, lo ha convertido en una apuesta segura para cualquier estudio cinematográfico. Hay un Dafoe provocador para cada generación, sea proponiéndonos un humanísimo nazareno en “La última tentación de Cristo”, como un bipolar Norman Osborn en la épica superheroica “Spider-man”, o como el torturado y genial Van Gogh en “At Eternity’s Gate”.

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Sin embargo, primero que nada, Dafoe se presenta como un actor de teatro. Tras unos breves estudios universitarios, se zambulló en las artes escénicas desde muy joven; allí está su trabajo temprano en la compañía Theatre X, o su posteriores proyectos con el Wooster Group, comunidad de teatro experimental fundada por él que marcó huella en su país. Posteriormente llegarán sus interpretaciones en el cine, pegando fuerte con “Pelotón” (1986), que supuso su primera nominación al Óscar. Pero las cámaras nunca lo distrajeron de su permanente actividad sobre las tablas.

A puertas de cumplir 70 años el 22 de julio, su legado escénico justificó ser nombrado director artístico del Festival Internacional de Teatro de la Bienal de Venecia para sus dos próximas ediciones, lo que significa que estará a cargo de la programación y la dirección de uno de los festivales de teatro más prestigiosos del mundo. “Tengo algunos amigos peruanos y les pregunté por tu periódico. Me dijeron que es un diario muy importante, así que más me valía hacer una buena entrevista”, nos dice Dafoe entre risas, en este diálogo vía Zoom que lo encuentra en Nepal, donde filma su nueva película. Pero aquí solo hablaremos de teatro.

Willem Dafoe es conocido mundialmente por sus papeles en el cine. No obstante, él empezó en el teatro, donde estuvo por décadas mostrando lo mejor de su trabajo.
Willem Dafoe es conocido mundialmente por sus papeles en el cine. No obstante, él empezó en el teatro, donde estuvo por décadas mostrando lo mejor de su trabajo.
/ Andrea Avezzù/ Bienal de Venecia

Amor por las tablas

Ser el nuevo director artístico de la Bienal de Teatro de Venecia es para él un trabajo grande, interesante y disfrutable, nos dice. “Hace año y medio me propusieron hacer esto e inmediatamente empecé a pensar con qué puedo contribuir”, dice con el entusiasmo de un gestor cultural cuyo propósito en el festival es celebrar la importancia del cuerpo como núcleo de la actuación y el teatro como una experiencia efímera y ritual.

—Primero que nada, felicitaciones por este nuevo rol. ¿Cómo describiría el trabajo que ha hecho estos últimos meses en la bienal?

Como actor de teatro, solo pensé en invitar a gente cuyo trabajo admiro, gente con la que había trabajado y que conocía, para de verdad garantizar que podía expresar lo que creo que es único y fuerte sobre el teatro. Luego fue solo contactar gente, hablar con ellos sobre qué obra sería apropiada, y preparar. También está el elemento educacional; he estado viendo a algunos directores y creadores de teatro jóvenes.

—La bienal de este año explora las posibilidades del cuerpo. Usted empezó a trabajar en los años 70. ¿Era consciente entonces de las posibilidades del cuerpo sobre el escenario o fue algo que aprendió a lo largo de su carrera?

Probablemente ambas cosas. Siempre he sentido que actuar era entregarte a una acción y entonces la acción crearía una experiencia que expresaría una emoción. No haces algo para crear una emoción. Creas un mundo, te comprometes con ese mundo y tienes una experiencia que, con un poco de suerte, es lo suficientemente transparente para que la audiencia pueda ir en esta aventura contigo. Creo que lo que sentí es el núcleo, la presencia del cuerpo, la inteligencia del cuerpo. También estaba interesado en el teatro que es poético, no tan prosaico. Y en tercer lugar estaba interesado en la relación con la comunidad y el rito, la idea de ir al teatro y experimentar algo que sea efímero.

—Al hablar con actores y directores, suelen decirme que hay cierta energía en el espacio compartido del teatro. ¿Está de acuerdo?

Absolutamente. Sabemos que es biología: cuando la gente se junta en una habitación los cuerpos tienden a reaccionar unos con otros. A veces miro hacia la platea cuando estoy actuando y pienso: “Mi Dios, hay 500 corazones palpitantes ahí”. Y todos ellos son energía, todos están mirando. Todos, con suerte, prestan atención. Y hay algo precioso en eso.

—¿Diría usted que todas las posibilidades del cuerpo ya han sido exploradas en la escena o tiene aún sorpresas que ofrecer?

¡Por supuesto! Nuestros cerebros y cuerpos están cambiando; el cómo nos relacionamos unos con otros va a cambiar. Creo que el cuerpo es irremplazable. También estoy muy intrigado por el hecho de que, como actor, hay muchas cosas en nuestros cuerpos que no controlamos cuando nos comprometemos a una acción. Cuando actúas hay un elemento espiritual. Te estás entregando a una acción y algo está trabajando a través de ti. ¡Y tú no lo controlas en absoluto! No importa cuán consumado seas en el arte de la actuación; hay algo más allá.

—En la bienal, usted interpretará una performance en tributo al aclamado dramaturgo Richard Foreman. ¿Qué puede decirnos al respecto?

Richard Foreman falleció en enero y para mí su teatro era grande. Tuvo gran influencia en muchos otros creadores de teatro importantes. Tuve la buena fortuna de trabajar con él un par de veces. Él estaba enfermo y me llamó el año pasado a decirme: “¿La próxima vez que estés en Nueva York vendrías a mi casa? Quiero grabar algo”. Lo hice feliz. Él tenía unas 600 fichas con frases escritas que había estado juntando por años, creo. No era claro cuál era la intención de usarlas, pero eran frases abstractas. Las barajábamos como si jugásemos cartas. Yo tomaba la mitad, él la otra mitad, y luego las leíamos alternadamente. Básicamente, en la bienal lo que haremos será replicar esa experiencia. Estas frases son en apariencia abstractas, pero cuando dos personas se juntan y las ponen una junto a la otra, a veces forman debates filosóficos muy interesantes [risas]. Es sorprendente. A veces resulta un fallo absoluto, por eso lo llamo un experimento. Pero toca lo que es genial del teatro: al hacerlo no sabemos cuál será el resultado. Pero es un buen juego y espero que la audiencia lo disfrute.

—¿Fue Foreman un creador que gustara del juego?

Fue un hombre muy austero, pero dulce. Era muy torturado, muy inteligente, muy intelectual, muy oscuro [risas]. Pero también tenía un lado juguetón. Era incansable. Y siempre estaba sondeando, buscando nuevas filosofías y explorándolas. Al menos esa fue mi experiencia con él. Era una persona compleja, así que odiaría intentar explicar quién era, pero era alguien que, creo, hizo buen teatro. Nunca entendí exactamente qué ocurría en sus piezas, pero mi experiencia de ese teatro me abría a su imaginación. Me permitió pensar de manera distinta, una forma diferente de ver. Era en esencia una experiencia hermosa, porque lo que hizo fue estéticamente bello, raro, particular y a veces excitante. Había un imaginario subliminalmente sexual en su trabajo.

—¿Cuán determinante diría que fue el Wooster Group, compañía que se presentará en la bienal, para hacer de usted un actor?

Fue todo, me formó. Trabajé allí por 27 años todos los días. Solo me iba para hacer una película, y eso era muy raro en esos primeros años. Me enseñaron cierta aproximación a la performance, con la que aún creo que tengo cierta conexión hoy en día. Nuestra relación con la tecnología empezó de una manera muy práctica para ayudarnos a hacer lo que necesitábamos en escena. No era una cosa oculta ni fantasiosa; era muy evidente en el escenario, parte de lo que hacíamos. Algo muy importante que me preparó para hacer películas era que los actores de la compañía eran tan importantes como los técnicos y viceversa. En el Wooster Group a veces actúas y a veces eres técnico. ¡Y también los técnicos actuaban! Esa línea divisoria resultaba borrosa, y eso era muy importante porque inculcaba un respeto por el otro, apreciar el trabajo ajeno. El cine es particularmente un arte muy colaborativo; aprendes cómo abrirte a las contribuciones de las otras personas y estar agradecido por ello.

—¿Qué le hace sentir trabajar en el teatro después de tantos años?

Una de las cosas que amo del teatro es la sensación física. Tiene un elemento atlético, controlas tus ritmos. Sales allí y, no siempre, pero tienes el concepto de conseguir algo; algo que vas a hacer y has hecho antes hasta cierto punto. Y tu enfoque para hacer eso, cómo lo haces, se convierte en una meditación hermosa sobre tu vida. Así que el día antes de actuar, incluso si no puedes hacer la conexión, de verdad influye en lo que haces esa noche. Así que amo el hecho de que tengas algo aparentemente fijo, estructurado, pero que cada vez que te acercas a ello lo ves de una manera distinta, porque has vivido una vida desde la última vez que lo hiciste. Y esa es una forma muy saludable de vivir. No solo es vivir para la interpretación: se trata de apreciar que todo fluye hacia ese momento. Y cuando llegas a ese momento, tienes esta superconcentración cuando actúas. De verdad te sientes satisfecho, te sientes comprometido. Te sientes en contacto con lo que está pasando.

—Usted ha trabajado mayormente en teatro experimental. ¿Qué significa para usted hacer este tipo de teatro, en oposición al tradicional teatro de texto?

¡Me encanta la palabra hablada! Amo el lenguaje elevado, pero creo que, generalmente, en el teatro occidental hay una valoración desproporcionada por la dramaturgia; la psicología, la interpretación del texto como literatura. Lo que yo amo del teatro es que es un arte total y puede emplear música, tecnología, danza, pintura; todas esas cosas. Y creo que la interpretación en el teatro tradicional tiende a poner de pie y dar vida a un trozo de literatura. Francamente, creo que el teatro es más misterioso, poderoso y mágico que eso.

—En el marco de esta bienal, usted ha dicho que “en un momento de la historia donde nos apoyamos cada vez más en la inteligencia artificial”, quiere enfocarse en “el elemento de la resistencia humana”. ¿Cree que perdurará aquello que es creado por inteligencia artificial?

¡Esa es una pregunta para la posteridad! No tengo la respuesta a eso [risas]. Es una pregunta que nos haremos, ¡yo me la haré hasta que muera! Sabemos que la inteligencia artificial es muy lista, que puede hacer varias cosas. ¡Pero ya sabes que errar es humano, y lo humano es divino! [risas].

EL DATO
Festival Internacional de Teatro de la Bienal de Venecia.

Del 31 de mayo al 15 de junio del 2025. Más información en https://www.labiennale.org/en (inglés).

Crédito de la foto abridora: Andrea Avezzù (Bienal de Venecia)

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