Si hay un lugar del mundo que vivirá una Navidad insólitamente triste es Belén. En esta ciudad palestina de la región de Cisjordania, los alrededores de la Basílica de la Natividad –donde según la tradición bíblica nació Jesucristo– están casi desiertos. No queda ni la sombra de los miles de turistas y peregrinos de todo el mundo que colmaban este lugar tan solo un año atrás. La pandemia de coronavirus ha trasladado las tradiciones religiosas y los actos festivos a la virtualidad.
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Antes de que se temiera al COVID-19 y sus variantes, los templos y las calles de Belén, a menos de una decena de kilómetros de Jerusalén, estaban completamente llenos en esta época del año.
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La religiosidad y curiosidad de los visitantes era tal que se hacía difícil recorrer el casco antiguo de la urbe, la Ciudad Vieja de Jerusalén o Nazaret sin toparse con alguien.
Según el diario “The Jerusalem Post”, un récord de 3,5 millones de peregrinos llegaron a Belén durante el 2019, cifra a la que ni por asomo se llegará este año. Viajeros de lugares como Estados Unidos, Rumanía, Polonia, Indonesia, Filipinas y el Lejano Oriente llegaron en buses repletos, listos para reportarle importantes ingresos económicos a la ciudad. Cruces de olivo y estampas religiosas están entre los artículos que más se vendían en estas fechas.
“El año pasado fue uno de los mejores años de la historia […] Abríamos la tienda a las 7 de la mañana, a veces a las 6. Recibíamos de 10 a 15 grupos grandes todos los días […] Cuando los turistas no vienen a Belén, toda la ciudad está muerta”, dijo al portal The Media Line, Maikel Canawati, propietario de una tienda de ‘souvenirs’ que lamenta las pérdidas económicas que sufrirá debido a la pandemia.
Este año, apenas unos pocos cientos de visitantes pasarán la Nochebuena en la ciudad, ha dicho el alcalde de Belén, Anton Salman, quien defiende que se haya minimizado la participación de la gente en actividades públicas por el bien de la ciudad. “Belén debe continuar su vida, pero no de una manera normal”, dijo a The Media Line.
“Por primera vez tras muchos años, la ciudad de Belén, en esos días en los que todo el mundo dirige sus ojos hacia ella, está vacía”, se lamentó, por su parte, el custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, según consigna la agencia Efe.
El COVID-19 relegó los lugares más sagrados del cristianismo a la pequeña comunidad cristiana local, que es en su mayoría ortodoxa y celebra la Navidad en enero.
La ciudad de la región de Cisjordania está en estricto confinamiento desde el domingo. De hecho, Israel –que también controla las fronteras de los territorios palestinos– veta el acceso de turistas desde marzo para intentar contener los contagios.
Ante las noticias de la variante del virus detectada en el Reino Unido, Israel ha cerrado los accesos aún más esta semana. El Ministerio de Sanidad ha pedido imponer un tercer confinamiento para hacer frente al creciente aumento de casos.
Una Navidad virtual
Aunque no ha acabado con los rezos y la religiosidad, el avance de la pandemia ha configurado una Navidad sin precedentes en Belén y toda Tierra Santa, con actos que serán seguidos en su mayoría de forma virtual y por televisión.
Tradicionalmente, los palestinos y los peregrinos celebran el inicio de las fiestas de Navidad en Belén con la iluminación del árbol en la plaza de la Mangeoire, delante de la iglesia de la Natividad.
Pero esta vez no hubo multitud en el lugar. Debido al toque de queda, el primer ministro palestino Mohammed Shtayyeh iluminó el árbol desde su oficina de Ramala, gracias a un dispositivo implementado por la municipalidad.
La ceremonia, que pudo ser seguida por miles de espectadores a través de Facebook, contó con espectáculos musicales protagonizados por artistas y orquestas locales, que entonaron canciones palestinas, villancicos y melodías navideñas, en árabe, inglés e italiano.
Pocas personas asistieron a la iluminación del árbol de Navidad, básicamente un pequeño grupo de residentes y líderes religiosos.
“Somos un pueblo acostumbrado a las dificultades, lo hemos aprendido durante años y siglos, a hacernos paso entre el dolor y los desafíos [...] Nos hemos levantado en el pasado y nos volveremos a levantar”, dijo alcalde de la ciudad, Anton Salman, durante un discurso como parte del acto.
Las tradiciones se seguirán rompiendo la noche del 24 de diciembre. No habrá misa con público en la Basílica de la Natividad, donde la gente se congregaba a contemplar, al menos por unos minutos, la cueva donde se cree que Jesucristo nació hace más de 2.000 años.
En su lugar, la misa de Navidad solo contará con la presencia de los sacerdotes y será retransmitida a todo el mundo a través de las redes sociales.
Otras navidades complicadas
Pero esta no es la primera Navidad difícil en Belén, donde la fiesta se ha visto a menudo enturbiada debido al conflicto israelo-palestino.
Cisjordania es un territorio palestino de 2,8 millones de habitantes ocupado por Israel desde 1967 y Belén tiene una de las poblaciones más afectadas por la política de expansión de los asentamientos judíos.
“La ciudad, rodeada de asentamientos israelíes, se encuentra al sur de Jerusalén, a lo largo de la frontera cada vez más estrecha entre los dos pueblos. Se ha convertido en un campo de batalla para sus temores y odios recíprocos”, dice al respecto el diario estadounidense “The New York Times” sobre la situación en la zona.
Belén está separada de Jerusalén por el muro erigido por Israel a partir del 2002. “La entrada a la cuna de la cristiandad está jalonada por seis puestos de control del Ejército que aíslan cada vez más a sus residentes”, indica el diario español “El País”.
Las navidades han sido especialmente tensas desde el estallido de la Segunda Intifada (alzamiento contra la ocupación israelí) en los territorios palestinos en el 2000.
Los episodios de violencia en esta época del año han sido habituales en Tierra Santa. La Basílica de la Natividad sufrió un duro asedio por parte de las tropas israelíes en el 2002. Después de ello un 10% de las familias cristianas emigraron, indica “El País”.
En diciembre del 2017, la decisión de Estados Unidos de reconocer Jerusalén como capital de Israel provocó manifestaciones casi diarias en los territorios palestinos y también en Belén.
En el 2015, una ola de violencia antiisraelí también alteró las fiestas de fin de año. En tres meses, 150 personas, mayoritariamente palestinos, fallecieron en Israel y los territorios palestinos.
Como ya era usual, en el 2019, Israel prohibió hasta el último momento que los pocos cristianos que viven en la Franja de Gaza, territorio palestino bajo bloqueo israelí desde hace 13 años, pudieran asistir a las celebraciones navideñas en Jerusalén y Belén. Recién en la víspera de Nochebuena, el Ejército entregó las primeras autorizaciones para poder abandonar el enclave costero palestino.
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