Cuando el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, presentó a inicios de agosto un proyecto para mover la capital del país de Moscú a Siberia no estaba planteando una novedad. Él mismo se había sumado varias veces a las voces que han insistido con esa idea en la última década y las recientes visitas que ha hecho junto al presidente Vladimir Putin a la región más rica de la nación no han hecho más que avivar el viejo sueño de una nueva capital para Rusia.
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De Siberia como región para albergar la nueva capital se ha hablado incluso en tiempos soviéticos. La nación más grande del planeta –y cuya superficie se extiende por Europa del Este y el norte de Asia– ya ha cambiado su capital antes, la última vez hace poco más de un siglo. La idea casi siempre ha sido mover a la capital de la parte europea a la asiática del país. Entre las candidatas que resuenan ahora para tomar la posta de Moscú están Novosibirsk, en Siberia, y Ekaterimburgo, capital de los Urales.
La elección de los páramos helados de Siberia forma parte de un programa con el que Shoigú busca alcanzar el desarrollo de una región que, pese a sus ingentes recursos naturales, no ha dejado de perder población desde la caída de la Unión Soviética. La estrategia incluye propuestas de urbanización y de construcción de cinco grandes centros industriales y científicos en esa zona.
Nacido en la zona siberiana de Tuvá, Shoigú es descrito por Putin como la “locomotora del proyecto” que busca mover la capital. El ministro es un colaborador muy cercano del mandatario y, según la prensa, uno de sus posibles sucesores.
Colapso y centralismo
Moscú ya ha perdido esta batalla en el pasado. En 1712, Pedro el Grande la despojó de su condición de capital después de más de 370 años y le dio el título a San Petersburgo. Soñaba con una Rusia más moderna y creía que el camino era estar más cerca de Europa occidental. En 1918, tras el establecimiento de la Unión Soviética, Moscú volvió a ser la capital y mantiene su puesto hasta hoy.
Por estos días, la capital rusa –la ciudad más extensa del país y poblada de Europa– tiene varios puntos en contra que le hacen difícil defenderse.
Quienes se oponen a que Moscú siga siendo capital defienden que Rusia está hipercentralizada en torno a esta urbe y consideran que su superpoblación está afectando los intereses del país.
“Moscú se ha convertido en una especie de aspiradora que succiona personas, dinero y perspectivas del resto del país. El traslado de la capital a Siberia es un imperativo geopolítico y geoeconómico absoluto para Rusia”, dice a El Comercio Yuri Krupnov, jefe del consejo de observación de la ONG Instituto de Demografía, Migración y Desarrollo Regional y uno de los impulsores de la iniciativa para mover la capital.
Krupnov explica que el “desnivel crítico de la distribución de la población rusa se manifiesta también en el hecho de que el 68,5% de los rusos viven en la parte europea del país”. Agrega que “como consecuencia de ello, los jóvenes más activos tienden a trasladarse de las regiones hacia Moscú, San Petersburgo y Sochi, donde hay un constante desbordamiento de la población”.
Más lejos de Occidente
Sobre las ventajas de Siberia como capital, Krupnov apunta que la mudanza mejorará la capacidad defensiva de Rusia, pues ahora mismo la capital está demasiado cerca de los estados de la OTAN en Europa occidental. Y añade que el epicentro económico del mundo se ha trasladado al noreste de Asia, donde Rusia solo tiene el 5% de su población.
En suma, Krupnov menciona tres ventajas principales de mover la capital:
- El centro político del país permitirá establecer un segundo foco de actividad económica en el país, deteniendo el desbordamiento de la población hacia el ya superpoblado extremo oeste.
- Rusia tendrá la oportunidad de reorganizar completamente su espacio, el modelo de desarrollo y la composición y calidad de las élites.
- Además, el traslado se convertirá en un gesto que “exhibirá la capacidad de acción de Rusia como potencia mundial y la nueva subjetividad del continente euroasiático”, añade.
Sin embargo, en estos años la clase política ha calificado la propuesta como utópica. El traslado de la capital significaría gastos multimillonarios pues habría que movilizar toda la infraestructura estatal e incluso el escudo antimisiles de Moscú. A eso se añade que el adverso clima siberiano u oriental ruso hace poco atractiva la mudanza.
Aunque Putin se ha mostrado cauto sobre su respaldo al cambio de capital, ha permitido en los últimos años que algunas agencias nacionales y las oficinas de grandes empresas estatales se muden de Moscú. En cuanto al proyecto de Shoigú, el mandatario ha encargado al Gobierno que prepare las propuestas con minuciosidad.
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