Como muchas historias de terror, la de Georgia Laurie comenzó de manera bastante inocente.
En un albergue en un rincón de Puerto Escondido, México, Georgia está sentada, recién salida del hospital, jugando con su teléfono y rodeada de compañeros mochileros, tratando de entender lo que le ocurrió en los últimos días.
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Ciertamente, es material de pesadillas.
Ella y su hermana gemela Melissa, de Berkshire, en el sur de Inglaterra, decidieron unirse con algunos amigos a un paseo en bote por la cercana laguna de Manialtepec. Es un lugar inquietantemente hermoso, un sitio de una belleza natural virgen, con manglares repletos de la rica vida silvestre y aves.
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Sin embargo, sus aguas poco profundas también son el hábitat natural de cocodrilos y, sin que el grupo lo supiera, esta es la temporada cría.
“Era pelear o huir”
“De hecho, le dije al guía, ‘esto parece un lugar donde los cocodrilos hacen su hogar’”, me dijo Georgia con una sonrisa irónica. El vendaje ajustado con fuerza alrededor de su muñeca es evidencia de que tenía razón.
El guía -aparentemente un ciudadano alemán que no estaba registrado con la autoridad de turismo y que huyó desde entonces- insistió en que era seguro nadar.
Mientras el grupo disfrutaba de un chapuzón en el fresco de la tarde (no en la medianoche como se informó inicialmente), Melissa fue repentinamente arrastrada bajo el agua.
“Fue aterrador, ¿no?”, dice Georgia volviéndose hacia otras personas del grupo que estaban allí, quienes asienten con la cabeza.
En lo que un conservacionista local me dijo que probablemente era una hembra de cocodrilo defendiendo a sus crías, el animal atacó a Melissa en tres ocasiones distintas, hiriéndole el estómago y la pierna.
Sin embargo, en lugar de mirar impotente, Georgia entró en acción y golpeó al cocodrilo una y otra vez en el hocico.
“Era pelear o huir”, recuerda, “y uno tiene que pelear por la gente que ama”.
Una de las amigas, Ani, se subió a los manglares y pidió ayuda. Un barco cercano con un grupo de turistas diferente, escuchó los gritos y se acercó.
“Empujé entre la maleza con mi remo”, dice Lalo Escamilla, el barquero y ornitólogo local que se metió en las aguas poco profundas para ayudar a las gemelas.
Lalo me llevó al lugar donde ocurrió el ataque y me explicó que a los barqueros debidamente entrenados como él les preocupa que las acciones irresponsables de un guía deshonesto puedan dañar sus negocios.
“No son guías”, dice de los extranjeros que viven en Puerto Escondido y se acercan a los turistas para ofrecerles viajes baratos en bote, socavando a los lugareños. “No son expertos aprobados por el gobierno federal, no conocen este lugar. Ese es el problema”.
Recuperación
Una vez a bordo, se hizo evidente que las heridas de Melissa ponían en peligro su vida. Además de las laceraciones y los cortes profundos, tenía agua en los pulmones y su muñeca estaba rota. Más tarde desarrollaría sepsis por la ruptura de su intestino.
Tal era la adrenalina que corría por el cuerpo de Georgia que no se dio cuenta de la magnitud de sus propias heridas hasta que llegaron a un hospital privado en la ciudad.
“No fue hasta que la enfermera abrió mi puño para limpiarme la mano que me di cuenta de que también estaba herida”, dijo Georgia. Comprensiblemente, toda su atención había estado centrada en su hermana gemela, quien para entonces había sido puesta en un coma inducido.
Hacer la llamada a sus padres fue el siguiente momento difícil, ya que eran alrededor de las 04:00 de la mañana en Reino Unido.
“Cuando me dijeron que su condición se estaba deteriorando, tuve que avisar mi l familia”.
Afortunadamente, Melissa salió del coma. Después conversar con Georgia, ella se fue a visitar a su hermana en el hospital y dice que ya seve más fuerte.
“Estamos todos tan felices”, me dijo Georgia en un mensaje de texto.
Sin embargo, el camino hacia la recuperación total será largo. Los médicos mexicanos y la embajada británica han sido “geniales”, dice Georgia.
Pero Melissa debe superar sus lesiones físicas y ambas mujeres necesitarán tiempo para lidiar con las consecuencias emocionales y mentales de lo que han pasado.
Georgia dice que está luchando por conciliar el sueño y que las imágenes del ataque continúan llenando sus pensamientos.
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