Queremos expresar nuestra más sincera y sentida solidaridad con la flamante canciller de la República, Ana María Sánchez. Ella es la más reciente víctima de nuestra impredecible coyuntura política.
Y es que tan solo un día antes de su nombramiento ministerial, la diplomática de carrera había sido designada como la nueva embajadora peruana en Francia. Las maletas ya estaban casi listas, el espíritu también. ¡La “joie de vibre” la esperaba en una de las ciudades más hermosas del mundo! Pero tan solo veinticuatro horas después, sus planes habían cambiado por completo.
¿Se pueden imaginar momento más penoso que el que le tocó vivir a esta servidora pública? Ya tenía el pasaje para ir a disfrutar de la primavera parisina cuando la llamaron de Palacio a decir que debía quedarse en esta extraña prolongación del opaco verano limeño. De golpe, tuvo que olvidarse de los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo y el Pont Alexandre III, para conformarse con el Campo de Marte, el arco del Parque de la Amistad y el puente Rayito de Sol de Castañeda. Así de cruel puede ser el destino a veces.
Si tan solo el gabinete de Ana Jara hubiese caído unos días después, ella estaría ya recorriendo la ciudad luz, lejos de los problemas políticos del momento. Pero no fue así. Y es que como bien dice el conocido dicho francés: en la puerta del horno se quema el croissant.