"Assange no tuvo tantos miramientos. Soltó todo lo que tenía en Internet cuando se cansó de la prensa, poniendo muchas vidas en riesgo".
Colaboré con Wikileaks como parte de un equipo del diario español “El País” en el 2011, cuando revelamos los cables secretos de la diplomacia estadounidense. Desde Washington, informé de la detención y el consejo de guerra a la soldado Chelsea Manning, quien sustrajo aquellos cables. Vi cómo condenaban a Manning a 35 años, mientras Julian Assange se negaba a rendir cuentas, huido de la justicia en la Embajada de Ecuador en Londres.
Durante semanas, los periodistas escrutábamos los cables de Wikileaks para seleccionar información, tachar nombres de civiles, evitar represalias y proteger a inocentes. Assange no tuvo tantos miramientos. Soltó todo lo que tenía en Internet cuando se cansó de la prensa, poniendo muchas vidas en riesgo.
Finalmente, Assange se ha declarado culpable de espionaje en Estados Unidos. Él y sus colaboradores intentarán convencernos de que era el precio a pagar por su libertad, pero el fundador de Wikileaks debe aún muchas explicaciones.
Primero, ahora que ya no lo buscan para extraditarlo, ¿será capaz de hacer frente a las dos mujeres suecas que lo acusaron de agresión sexual en el 2010 y que nunca consiguieron que se hiciera justicia con sus casos?
Segundo, ¿explicará por qué, al recibir los correos robados por la inteligencia rusa al equipo de Hillary Clinton en el 2016, prometió filtrarlos durante la campaña para “tener el máximo impacto”? Aquellas revelaciones fueron, según las encuestas, cruciales en la victoria de Donald Trump.
Tercero, ¿hará frente a las denuncias del fiscal especial Robert Mueller de que en agosto del 2017 ofreció al diputado republicano Dana Rohrabacher testificar que Rusia no tuvo nada que ver con las injerencias en la campaña electoral estadounidense a cambio de un indulto completo por parte de Trump?
Cuarto, ¿explicará por qué en el 2017 alertó, falsamente, de que España estaba al borde de una guerra civil y se disponía a cometer limpieza étnica contra los catalanes que habían organizado un referendo de independencia en contra de lo permitido por la justicia?
Es libre hoy de convocar a los medios y dar las explicaciones que algunos le pedimos desde hace tanto tiempo.
"Es, pues, un delicado equilibrio el que nos plantea el Caso Assange y el acceso a la información de interés público".
Largo ha sido el proceso que Julian Assange ha pasado para encontrarse en libertad y fuera del Reino Unido. El programador australiano se enfrentaba a una pena de más de 150 años años de prisión por 18 cargos relacionados con la publicación por Wikileaks, en el 2010, de un cuarto de millón de documentos militares y diplomáticos clasificados procedentes de filtraciones, quizás de las más grandes conocidas a la actualidad, de información gubernamental.
Reporteros Sin Fronteras expresaba sobre la liberación lo siguiente: “Habría sido el primer editor juzgado en virtud de la ley de espionaje estadounidense, lo que habría sentado un precedente profundamente alarmante para cualquier periodista o medio de comunicación que trabaje con información clasificada filtrada”.
Aún no es claro cómo logró su libertad Assange, pero es factible que esta se haya debido a la aceptación de alguno de los cargos imputados y a que el tiempo que estuvo detenido se haya considerado dentro de dicha negociación.
Luego de Wikileaks, se han venido suscitando revelaciones masivas, en muchos casos, de información tanto gubernamental como privada, por parte de ciberactivistas (en algunos casos, ‘hacktivistas’) que plantean que la información debe fluir lo máximo posible para que sirva en beneficio de la transparencia pública. Desde el 2010, han pasado 14 largos años en los que estas acciones han permitido conocer desde las revelaciones de los Panamá Papers con información de empresas ‘offshore’ hasta las que realizó ‘Guacamayaleaks’ sobre gastos militares.
Del otro lado, hay que sopesar estas revelaciones en torno de la información misma producida por los Estados. Esta debe entenderse en sus marcos de resguardo de información, pero también del lado del libre flujo de datos de interés público.
Es, pues, un delicado equilibrio el que nos plantea el Caso Assange y el acceso a la información de interés público, pese a que haya sido obtenida producto de filtraciones.