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Atención con Atencio: un peligro para la democracia
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Atención con Atencio: un peligro para la democracia

Atención con Atencio: un peligro para la democracia

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Ronald Atencio Sotomayor, otrora dirigente universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Martín de Porres y representante de sus egresados en el Consejo de Facultad, es un abogado formado, litigante y dedicado a la actividad privada. Sin embargo, surge una pregunta que el Perú debe enfrentar sin ingenuidades: ¿puede un profesional de esa trayectoria encarnar el proyecto antisistema que hoy busca canalizar el resentimiento social en el sur del país?

Atencio, candidato de Voces del Pueblo y precandidato de la alianza Venceremos, se ha convertido en el único aspirante presidencial que se declara abiertamente marxista y reivindica la “lucha de clases”. Lo dijo sin rubor alguno en una entrevista con Mario Ghibellini. Lo más alarmante no es su sinceridad ideológica —que se agradece para saber a qué nos enfrentamos— sino la pasividad con la que la derecha, el centro y las fuerzas democráticas han recibido semejante declaración.

No estamos ante una anécdota universitaria. Estamos frente a un hombre que invoca la misma doctrina que inspiró a Fidel Castro, el Che Guevara, Lenin, Mao y, en nuestro propio suelo, a Abimael Guzmán y al MOVADEF, cuya inscripción fue rechazada por el Jurado Nacional de Elecciones precisamente para proteger a la República del veneno totalitario.

Recordemos lo básico:

El marxismo no es una corriente romántica, ni una poesía de justicia social. Es la abolición de la propiedad privada, la estatización de los medios de producción, el poder concentrado en comités “revolucionarios” y la legitimación del conflicto permanente entre ciudadanos.

Su destino, probado históricamente, es el totalitarismo.

Si Ronald Atencio sueña con un “gobierno de campesinos y obreros” o un soviet peruano, ¿pretende acaso convertir al Perú en una Cuba carente de libertades? ¿En una Unión Soviética rediviva? ¿O en la China Popular —que acumula crecimiento económico, sí, pero a costa de la pena de muerte, censura absoluta, persecución y control estatal total?

Ese camino no conduce a la justicia social: conduce al fin de la democracia.

Quien aspira a gobernar un país debe creer en la libertad, en la propiedad, en la pluralidad política y en la dignidad del individuo. Un marxista que reivindica la lucha de clases no busca reformar la democracia: busca superarla y reemplazarla. Eso se llama revolución, y todos sabemos cómo terminan las revoluciones marxistas: con hambre, silencio y miedo.

Lo conocí personalmente alrededor del año 2001, cuando ambos militábamos en un movimiento universitario llamado Justicia. Entonces era amable, sereno, y se le conocía como el charapa. Hoy, al escucharlo y observar su gesto rígido, confieso que noto un inquietante parecido físico con Abimael Guzmán. Espero de corazón que sea solo eso: parecido físico, y no ideológico ni histórico.

La democracia no muere con fusiles; muere con silencio, indiferencia y votos ingenuos.

Atención con Atencio.

El Perú no está para repetir pesadillas.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

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