:quality(75)/author-service-images-prod-us-east-1.publishing.aws.arc.pub/elcomercio/122d2690-0a70-4d79-baf3-9ad1fef5c61a.png "Fernando Cáceres Freyre")
El presidente estadounidense Donald Trump ha adoptado –en su ajedrez geopolítico global– la consigna de que el fin justifica los medios, aunque resta ver exactamente cuál es el fin que persigue.
Recientemente, acusó al presidente ucraniano (a grito pelado) de estar arriesgando al mundo con que se detone la tercera guerra mundial, tras que Volodímir Zelenski mostrara una posición dura contra Rusia y pidiera garantías de seguridad para un eventual alto al fuego. Además, el vicepresidente estadounidense James David Vance afirmó que la condena a Vladimir Putin solo había traído años de guerra.
Estados Unidos también se ha mostrado tajante respecto de que Ucrania no ingrese a la OTAN (lo cual le daría garantías de seguridad frente a Rusia), y ha declarado que es poco realista el objetivo ucraniano de recuperar sus fronteras.
Luego, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, Estados Unidos votó en la misma línea que Rusia, Bielorrusia y Corea del Norte, y en contra de las posiciones de los europeos, para aprobar resoluciones sobre el conflicto de Ucrania, que había pedido se reafirmara la integridad territorial de Ucrania y que Rusia retirara sus fuerzas.
En la asamblea, a pesar de que se aprobó la resolución propuesta por Ucrania, esta tuvo menos apoyo que en los años anteriores pues muchos miembros se abstuvieron. Incluso se dijo que funcionarios estadounidenses amenazaron con recortar ayuda a quienes no se alinearan.
Además, los diplomáticos de Estados Unidos promovieron –en la Asamblea General y en el Consejo de Seguridad de la ONU– una resolución que adoptaba una posición neutral sobre la guerra, evitando culpar a Rusia (cambió de bando) y pidiendo fin rápido al conflicto. Una postura que no se aprobó en la asamblea, pero sí en el Consejo y sin el apoyo de los cinco miembros europeos.
La tensión entre las posiciones europeas y Estados Unidos también se observó en la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde Vance afirmó que Estados Unidos reformará su gobernanza y que, si los europeos no seguían sus pasos, los valores compartidos desaparecerán y con ellos la garantía de seguridad Estados Unidos. Así como lo oyen.Respecto de otros organismos internacionales, Estados Unidos ha puesto fin a su participación en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas y en la Organización Mundial de Salud, y han retirado su adhesión al Acuerdo Climático de París.
En cuanto a su apoyo al desarrollo, cabe destacar que ha habido diversos recortes en USAID, habiéndose anunciado que eliminará más del 90% de los programas de cooperación internacional a su cargo (5.800 de 6.200 adjudicaciones de contrato multianuales) y US$60 mil millones en asistencia general a nivel global.
Por último, en el plano económico, Trump ya ha amenazado con imponer aranceles a las importaciones de Canadá y México (25%). La razón en este caso es forzar a los países a adoptar medidas en cuanto a el control al tráfico de drogas y la inmigración. Una estrategia que usó antes con Colombia por el asunto de las deportaciones.
Como es evidente, los medios que utiliza Trump no reparan en las reglas del orden internacional existente ni en el libre comercio, que el propio Estados Unidos propició a crear. ¿Cuál es el fin ulterior de las acciones del mandatario estadounidense?
La hipótesis de Marc Saxer (2025) es que el fin es un nuevo orden mundial, en el que Estados Unidos ya no actuará como garante de las instituciones multilaterales, incidiendo en el funcionamiento de Naciones Unidas y de la apertura de la economía global. En el nuevo orden, Washington llegaría a un entendimiento con sus grandes rivales, China y Rusia, “acordando mantenerse al margen de las respectivas esferas de influencia de cada uno. Si es así, el destino de Taiwán estaría tan sellado como el del Cáucaso”.
¿Será este el inicio de una nueva era global? ¿Se afectará la estabilidad y prosperidad globales? Me temo que hacia allá vamos.
