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Donald Trump vs. Venezuela
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"A estas alturas, parece que estuviera decidido, de momento, a acabar con la dictadura venezolana".
Ha quedado lejos el momento en que Richard Grenell, representante de Donald Trump, estrechó sonriente la mano de Nicolás Maduro en Caracas. Ahora, una poderosa flota estadounidense está posicionada frente a las costas venezolanas. Más allá de que, hasta ahora por lo menos, los barcos desplegados por Washington se mantengan en aguas internacionales, está claro que el dictador chavista siente que la presión sobre él y su gavilla va haciéndose cada vez más amenazante.
El elemento clave en esta trama es la designación de varios cárteles de la droga como grupos terroristas por la administración de Trump. Es lo que permite, en principio, desde el punto de vista de la legalidad estadounidense, tratarlos como amenaza a la seguridad de Estados Unidos y recurrir a los militares para combatirlos, incluso en el extranjero. Cuando se habla de combatirlos, significa, en muchos casos, bombardearlos y matarlos, como sucede con los terroristas islámicos. Es la suerte que fue reservada a los 11 ocupantes de la lancha destruida en el mar del Caribe y que, según Washington, eran miembros del Tren de Aragua que transportaban un gran cargamento de cocaína.
Ser considerado por la Casa Blanca el cabecilla del llamado Cártel de los Soles podría conllevar para Maduro tener un destino similar. Sin embargo, se puede pensar que, de primera intención, el despliegue de la flota de guerra, combinado con el ofrecimiento de recompensas millonarias por la cabeza del sucesor de Hugo Chávez y de sus principales cómplices, apunte a provocar una implosión del régimen chavista por un juego de traiciones.
Claro está, el presidente republicano es esencialmente errático y, por lo tanto, es muy difícil estar seguros de cuál es su objetivo y si lo mantendrá y no cambiará de postura. Sin embargo, a estas alturas, parece que estuviera decidido, de momento, a acabar con la dictadura venezolana. Se puede especular también que esté coordinando con María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, para asegurar una transición que evite el caos al que podría conducir la caída abrupta del régimen chavista.
En resumen, con Trump, todo es posible respecto de Venezuela, y lo contrario, también.
A pesar de la agitación que ha causado el video difundido por Donald Trump, donde se ve a un barco que supuestamente llevaba droga atacado por fuerzas estadounidenses, si se quiere entender lo que realmente pasa habría que respirar un poco. Porque ni los datos del presunto incidente están completos, ni la ecuación político-militar parece cuadrar.
Un informe de la ONU de junio pasado, sostiene que apenas el 10% de los narcóticos que van a Estados Unidos viajan por el Caribe, donde se supone que ocurrió el incidente. Por otro lado, InSight Crime, un centro que analiza la criminalidad en América Latina, afirma que el Tren de Aragua es más una marca que una gran organización dedicada al tráfico de drogas. Hay algo que no cuadra. Y acaso una evidencia de que la versión trumpiana –lanzada al aire con grandilocuencia por la red Truth Social– tambalea, es la cólera que ha mostrado Marco Rubio, el secretario de Estado, en su visita a Ecuador, donde ha clamado: “¡La ONU no sabe lo que está diciendo!”, porque Maduro está acusado en un juzgado de Nueva York.
Algo así como insistir en que la única verdad posible para entender la realidad es ‘made in USA’. No es necesario abundar en las clamorosas pruebas de que el régimen madurista es impresentable, corrupto, dictatorial. El problema es que la estrategia que parece estar montando la Casa Blanca para quebrarlo se muestra insustancial, gelatinosa.
Apela a levantar un incidente y un relato que generan dudas. Además, trae al presente la sombra de tormentosas incursiones norteamericanas en la región, que hoy serían inaceptables. Probablemente, lo que busca Washington es generar un quiebre adentro del núcleo de poder venezolano, mientras sus barcos destructores están allí, siempre listos.
Con qué facilidad olvidan los entusiastas de una incursión militar que un operativo de esa naturaleza causará una violencia que no sufrirán quienes la observarán por TV. Y que otros episodios del historial de intervenciones estadounidenses, como la de Iraq en el 2003, trajeron más problemas que soluciones, aparte de estar basadas en distorsiones de la realidad.

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