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El adiós definitivo
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En el 2018, con solo 17 años, fue asesinado Joaquín Oliver en un tiroteo en su escuela secundaria. Sus padres se convirtieron en activistas en contra de la posesión de armas en Estados Unidos. Hace dos años, una empresa tecnológica especialista en IA, les ofreció crear una réplica o avatar de su hijo. Ellos aceptaron y así crearon una versión digital y la utilizaron en campañas en favor del control de armas en Estados Unidos. En los videos difundidos, se ve a Joaquín, como todo chico contemporáneo, utilizando la jerga de su grupo de edad. El padre de Joaquín está convencido de que esta creación tiene mayor llegada a los jóvenes y formará en el futuro a más ciudadanos conscientes del peligro de las armas de fuego.
Inclusive dieron un paso más y el avatar de Joaquín fue entrevistado por un conocido periodista. Ya en este caso, el cuestionamiento ético se volvió mayor. Una cosa es una rendición audiovisual, generada por inteligencia artificial, y otra, un ser que es tratado como un ciudadano más: autónomo e independiente. No tenemos forma de saber la verdadera opinión de Joaquín en muchos aspectos y facetas de la vida y la política. La IA solo puede deducir sobre la base de la trayectoria grabada (en la nube) de este muchacho.
El tema de preservar a los muertos y reencarnarlos digitalmente ha sido tratado en varios foros. Uno de los más interesantes fue un episodio de la serie “Black Mirror” (episodio “Ya regreso” o “Be Right Back”). En este, una joven viuda acude a un servicio de IA para resucitar a su esposo; al principio se genera una réplica que interactúa vía correos electrónicos, mensajes de voz y redes sociales. Al avanzar la tecnología, gracias a la robótica, recupera a su esposo, en forma audiovisual y también física. El episodio nos muestra que la réplica sirve para acompañar a la viuda, pero no tiene la capacidad de duplicar las complejidades de una relación humana y sus constantes transformaciones e imprevistos. La réplica no puede ajustarse a nuevas situaciones o, si lo hace, queda muy expuesta a descubrirse la fantasía o el fraude. No tiene empatía.
En el pasado, hacíamos algo parecido pero muy limitado. Manteníamos viva la memoria de las personas famosas con estatuas, documentales, biografías, calles y jirones. Así, ingenuamente, las manteníamos hasta la eternidad. Las nuevas tecnologías, sin embargo, permiten que estos seres replicados sigan activos en la vida política, participando en debates, mítines y campañas electorales, etc. Pero, al hacerlo, estamos violando la libertad del ciudadano difunto y poniendo palabras en su boca. Para ser plenamente ciudadanos es necesario que sean libres y soberanos, y no solo un reservorio de recuerdos.

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