Editorial El Comercio

“Si no vengo en media hora, vas a recogerme y te comunicas con ‘Caretas’”, fue lo último que el periodista le dijo a su esposa, Margarita Patiño, antes de salir de su casa en su natal Huanta, Ayacucho, el 24 de noviembre de 1988. Poco después, Bustíos y Eduardo Rojas Arce, quienes se dirigían a cubrir el asesinato descubierto esa misma mañana de Primitiva Jorge y su hijo Guillermo a manos de , fueron emboscados por un grupo de militares vestidos de civil que –con una ráfaga de disparos– los volcaron de la moto que Bustíos manejaba.

“¡Corre, Eduardo, no es Sendero, es el Ejército, sálvate!”, le dijo Bustíos a su acompañante, segundos antes de que sus atacantes, viendo que aún respiraba, le colocaran debajo del cuerpo la granada que terminaría por matarlo. Alejandro Ortiz, que se encontraba a unos metros recogiendo alfalfa para su ganado y quien extrañamente aparecería muerto menos de cuatro meses después del ataque, contaría que oyó cuando uno de los victimarios le dijo a Bustíos “que te recojan con cucharita”. Cuando las autoridades levantaron su cadáver este ya no tenía rostro y solo encontraron uno de sus brazos, producto de la explosión.

Este , viuda de Bustíos, brindó a la Comisión de la Verdad y Reconciliación el 12 abril del 2002. Desde entonces, el Poder Judicial había logrado condenar a dos de los militares que participaron en el horrendo asesinato del corresponsal de “Caretas”, Víctor La Vera (a) ‘Javier Landa Dupont’ y Amador Vidal Sambento (a) ‘Ojos de Gato’, a 17 y 15 años de prisión, respectivamente, pero las sospechas de que había más involucrados siempre estuvieron en el aire. Y fue así como, en el 2007, Vidal Sambento le daría a “Caretas” el nombre de otro de los presuntos implicados: el del capitán (a) ‘Arturo’.

Dieciséis años después, la Tercera Sala Penal Liquidadora Transitoria condenó este miércoles a Urresti a como coautor del delito de asesinato con alevosía. La sala ha determinado que él y los efectivos Vidal, el ya fallecido Jhonny Zapata Acuña (a) ‘Centurión’ y otra persona no identificada participaron en el asesinato de Bustíos. El fallo representa un giro de 180 grados a la resolución anterior del Poder Judicial que en el 2018 a Urresti y ya ha sido saludado por organizaciones de derechos humanos y por instituciones como la Defensoría del Pueblo y la Asociación Nacional de Periodistas (ANP).

Sin duda alguna, se trata de una sentencia histórica por dos aspectos. Primero, porque no todos los días nuestro sistema de justicia logra una condena a un exmilitar por crímenes cometidos durante la época en la que el terrorismo desangró al país. Y, segundo, porque Urresti no es un personaje cualquiera. De hecho, hace apenas seis meses se quedó de obtener la alcaldía de Lima; esto, luego de haber postulado también a la presidencia de la República y de haber ejercido cargos importantes como el de congresista y ministro del Interior.

Evidentemente, Urresti llegó –o estuvo a punto de llegar– a varios de estos puestos por el voto de cientos de miles de personas… pero también porque algunos dirigentes o políticos oportunistas prefirieron taparse los ojos ante los graves señalamientos con los que cargaba para apadrinarlo políticamente.

El primero de ellos fue el expresidente , que lo tuvo durante ocho meses como ministro del Interior, incluso cuando la prensa ya había aireado su implicación en el Caso Bustíos, y que, no contento con ello, tuvo la desfachatez de convertirlo en candidato del Partido Nacionalista para las elecciones del 2016 (cuya plancha integraba también la exalcaldesa de Lima ), una candidatura de la que fue desembarcado al poco tiempo no por sus cuitas judiciales, sino por el poco respaldo que recibía en las encuestas. Tras esto, Urresti fue acogido por Podemos Perú, una agrupación cuyos líderes enfrentan , y que lo llevó al Congreso en el 2020 y estuvo a punto de catapultarlo hasta la Municipalidad de Lima en el 2018 y en el 2022.

Así, la condena contra Urresti por el asesinato de Hugo Bustíos es también una que alcanza a todos aquellos que lo catapultaron al cenit de nuestra política y que hoy, cuando más deberían aparecer, permanecen convenientemente callados.

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