En los últimos días de octubre de 1994, un grupo de arqueólogos liderados por Ruth Shady llegó al desértico valle de Supe, en Barranca (Lima), para iniciar una serie de exploraciones que cambiarían la historia. Sus trabajos le revelarían al mundo la existencia de la cultura Caral, la más antigua del continente americano y una de las cunas de la civilización junto con los primeros grupos que se asentaron en Egipto, China, Mesopotamia, la India y Mesoamérica.
Hoy, casi 30 años después, el complejo arqueológico –que debería ser motivo de orgullo para todos los peruanos– se encuentra en emergencia, cercado por la criminalidad y abandonado por las autoridades. El último fin de semana, durante la celebración del aniversario 17 del inicio de las investigaciones de la antigua Ciudad Agropesquera de Vichama, Shady advirtió que las amenazas que vienen recibiendo de traficantes de terrenos que buscan ocupar la zona se han recrudecido. Ella contó que delincuentes intentaron atacar a un funcionario de Caral en su propia casa, y que su abogado también ha sido amenazado. “Lo llamaron y le dijeron que, si me sigue defendiendo, lo van a enterrar junto conmigo cinco metros debajo del suelo”, relató.
El problema no es nuevo. En el 2020, Shady narró a este Diario que no había podido regresar a Caral tras la pandemia por miedo a sufrir algún atentado. Y el año pasado ella denunció que los invasores provocaron un incendio en la zona arqueológica para obligar a los trabajadores a dejar el lugar. Además, los delincuentes han dañado partes del patrimonio, entre ellos muros construidos hace 5.000 años de un valor incalculable.
Lo más preocupante de todo es que hace años, cuando la arqueóloga denunció esta situación, las autoridades asignaron cinco policías para Caral. Sin embargo, estos efectivos fueron siendo retirados progresivamente y hoy ya no queda ninguno. El desamparo en el que se encuentra el equipo de Shady refleja el desprecio que ciertas autoridades sienten por la cultura en un país que tiene a su archivo general en un sótano donde los documentos son robados o se malogran porque les cae agua del desagüe.
Es importante que las autoridades del Ministerio de Cultura y del Gobierno en general tomen el asunto con la seriedad y la urgencia que se merece. Tenemos la dicha de albergar en nuestro territorio una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad. No podemos abandonar a quienes llevan décadas trabajando en ella. Es nuestra responsabilidad con ellos y con la historia.