Ricardo Uceda

Acontecimientos posteriores a los comicios del 28 de julio pasado han cambiado algunas referencias del debate respecto de la situación en . En agosto se trataba de ejercer toda la presión internacional posible para que las actas de la elección presidencial se difundieran oficialmente. Allí estaban las pruebas irrefutables del fraude (ya las había mostrado la oposición, pero sin efecto consagratorio). Llegaron a pedir su publicación gobiernos izquierdistas como los de , , y . En el , luego de la remoción del canciller , se discutía si su reemplazante, perjudicaría la causa al distanciarse del combativo protagonismo de su antecesor. Parecía posible alcanzar el objetivo de que no asumiera su tercer período presidencial, en enero próximo.

El tema de las actas dejó de ser resonante. Nicolás Maduro se ha afianzado y la oposición, perseguida por tribunales controlados por el régimen, se alista para una resistencia de mediano plazo. Ayer, sábado 28, convocadas por su líder principal, hubo manifestaciones de grupos ágiles y desconcentrados en Venezuela y distintos lugares del mundo. La situación cambió de cariz con el asilo en del candidato vencedor,

El tercer tiempo  de Maduro, por Ricardo Uceda (ilustración: Giovanni Tazza)
El tercer tiempo de Maduro, por Ricardo Uceda (ilustración: Giovanni Tazza)

El proceso comenzó el 29 de julio, cuando, sin que nadie lo esperara, González Urrutia ingresó a la residencia del encargado de negocios de los , Robert Schuddeboom. Lo hizo, según ha declarado, porque un funcionario de seguridad que trabajaba con él le recomendó que se refugiara. Había recibido información de los servicios secretos del gobierno en el sentido de que lo prenderían. La brutal represión ya había comenzado en todo el país.

En los días siguientes la fiscalía empezó a requerir a González Urrutia por delitos de conspiración y sabotaje, entre otros, obteniendo una orden de arresto en su contra. Al mismo tiempo recibió “amenazas extremas y presiones inenarrables”, según reveló. En una carta al Parlamento holandés, el ministro de Asuntos Exteriores, Caspar Veldkamp, dijo que decidió brindarle hospitalidad “durante el tiempo necesario”, lo que Schuddeboom le comunicó de manera explícita, incluso en la víspera de que se mudara a la residencia del embajador español, Ramón Santos. O sea que González Urrutia pudo quedarse allí, aunque probablemente Maduro no hubiera permitido su salida del país. La cancillería venezolana protestó porque Schuddeboom no informó que había alojado a una persona con imputaciones criminales.

González Urrutia, de 75 años, no es un político de carrera, ni un combatiente que disputara un liderazgo en las filas de la oposición. Su vida era la de un antiguo diplomático. Devino candidato presidencial cuando el régimen impidió candidatear a María Corina Machado y a la reemplazante de esta, la académica Maduro erró al considerar que él, con su perfil apocado y su oratoria vacilante, sería incapaz de atraer el enorme caudal de sufragios de Machado. Lo dejó participar cuando los plazos de inscripción ya habían vencido. Pero, una vez ganador, su persecución dentro de Venezuela representaba para Maduro un problema mucho mayor que el de su peregrinaje por el mundo reclamando que lo reconocieran como presidente. Era una afrenta mayor contra los ocho millones de personas que lo votaron. Por eso, el régimen facilitó –y hasta podría decirse que buscó– que se asilara en España bajo algunos requisitos.

Las presiones que recibió el refugiado estaban destinadas a obtener esas condiciones. Durante los días que estuvo en la residencia de Schuddeboom, González Urrutia razonó de la manera que contó el 20 de setiembre a la agencia Reuters. “Podría haberme escondido, pero tenía que estar libre para poder hacer lo que estoy haciendo. Transmitir al mundo lo que ocurre en Venezuela”. Además de su seguridad, quería salvaguardar la de sus familiares y propiedades, dijo. Les explicó a los holandeses su intención de mudarse a la residencia del embajador de España. Ya había entrado en contacto con el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, un conocido valedor de Maduro, quien actuó en inteligencia con Eudoro González, un político de oposición cercano al refugiado.

A continuación, dentro de la residencia del embajador de España, se produjeron acontecimientos que solo fueron conocidos cuando el exiliado ya estaba en , hacia donde fue trasladado el 7 de setiembre. El día 9 circuló un mensaje de González Urrutia, que comenzaba agradeciendo el acogimiento que recibió en las embajadas de los Países Bajos y de España, y continuaba resaltando valores como la paz, la democracia y la libertad, pero ninguno que reivindicara su victoria electoral. Respecto de su decisión de abandonar el país, dijo que no era un acto de ambición personal, sino un intento de tender la mano a todos, un gesto que esperaba reciprocidad. “Soy incompatible con el resentimiento –añadió–. Solo la política de diálogo puede reencontrarnos como compatriotas”. ¿Qué quiso decir? En ese momento sumaban 2.000 detenidos (cifra de Maduro) y 24 muertos por la represión a las manifestaciones posteriores al fraude.

A la semana siguiente se conoció que González Urrutia había firmado una carta en la que aceptaba la decisión del Tribunal Supremo de Justicia que ratificó el triunfo electoral de Maduro. González Urrutia aclaró inmediatamente que la suscribió bajo coacción y amenazas. Le salió al frente Jorge Rodríguez, el presidente de la Asamblea Nacional, conminándolo a rectificarse. Mostró el contenido de la carta y anunció que difundiría pruebas demostrativas de que González Urrutia actuó por voluntad propia. Intervino Maduro por televisión, insultándolo y asegurando que le había pedido clemencia. Aparecieron luego las grabaciones ofrecidas: se ve nítidamente a Jorge Rodríguez y a su hermana Delcy, la vicepresidenta, frente a González Urrutia, que firma un documento sobre una mesa. De espaldas se aprecia al embajador Ramón Santos. La escena fue tomada en la residencia de este, momentos antes de que González Urrutia fuera llevado al aeropuerto.

Por supuesto, González Urrutia firmó la carta bajo coacción, y cuando se conoció el documento desconoció sus términos. Los dirigentes del derechista Partido Popular le saltaron al cuello al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, pidiendo su dimisión. ¿Cómo fue posible que el extorsionado González Urrutia renunciara a sus derechos en las barbas del embajador? ¿Cómo así este permitió ingresar a los dos emisarios de Maduro, a fin de que negociaran inaceptables términos para su partida? ¿Cómo así filmaron subrepticiamente una reunión? Albares repuso que Santos dejó entrar a las personas con las que su protegido quiso entrevistarse. González Urrutia confirmó lo dicho por el canciller, y reiteró que los amenazantes fueron los hermanos Rodríguez. La grabación pasó desapercibida para el embajador.

De todos modos, tan cierto es que el gobierno del socialista logró rescatar a un político democrático necesitado de seguridad, como que permitió que fuera chantajeado por sus perseguidores en territorio español. Diversos especialistas encuentran en ello una violación del derecho de asilo por parte del concedente (una falta realmente rebuscada). Protocolos al margen, aunque el repudio a Maduro crece en el mundo, los mecanismos para derrotarlo desde el exterior se han demostrado insuficientes durante muchos años. El trío Brasil-Colombia-México no tiene ninguna incidencia, y ni se hable del Perú. Lo principal seguirá dependiendo de los y laDentro de Venezuela, a María Corina Machado le espera un camino de sacrificios y riesgos. En algún momento deberá optar entre la clandestinidad y el exilio. Sin embargo, en el frente interno reside el mayor peligro para Maduro. Después de las elecciones, los militares que lo sostienen saben que la gran mayoría de la población está en su contra, y que cambiar ese ánimo ya no será posible.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Ricardo Uceda es Periodista