He leído varios enfoques de colegas que, en un esfuerzo multidisciplinario, buscan explicarse el porqué del 25% de peruanos que aprueba a Pedro Castillo (según la última encuesta de Ipsos) contra tanta evidencia de inopia y corrupción. Algunos hacen hincapié en la victimización, que es un complejo proceso emocional que genera compasión con aquel que está duramente golpeado y que, si no fuera por ello, rechazaríamos. Otros ponen el acento en la identificación con un personaje que sigue poniendo por delante los rasgos del peruano postergado.
Sin menospreciar esos enfoques, prefiero buscar las claves del ‘25% renuente’ en el lado opuesto, el que se apunta a vencer y sobrevivir a Castillo. No buscarlo en una persona que no proyecta ni carisma, ni liderazgo, ni energía, sino en un sistema y en una oposición que, en el caso del Congreso, lo combate desde una aprobación ínfima (13% en la última encuesta de Ipsos). Es en esa dialéctica de voto/antivoto o apruebo/desapruebo opuestos que surgen claves más elocuentes que si nos centramos en Castillo.
Lamentablemente, nos faltan datos estadísticos sobre otras instituciones, además del Congreso: fiscalía, Poder Judicial, medios, policía, congresistas más y menos populares. Podemos presumir que la desaprobación de todos ellos es muy alta en promedio y muy desigual entre estratos y regiones (Lima vs. el resto del Perú, NSE A vs. NSE E). Una aproximación a ello nos la dan las cifras, menores a la desaprobación de Castillo (69%), de quienes creen que el presidente cometió los crímenes que se le imputan. Sin embargo, en aquellos casos, la cantidad de indecisos es muy grande, lo que indica que entre quienes desaprueban o aprueban hay una mezcla efervescente de incrédulos, desinformados y malinformados. Clamemos a las encuestadoras para que incluyan preguntas sobre otras instituciones en sus próximos sondeos.
El ‘cuarto renuente’ de peruanos que acepta a Castillo a pesar de tanto desmadre ve a los medios que informan sobre las cuitas del presidente, a la Fiscalía de la Nación y a los políticos que arremeten contra el Gobierno, con una pátina de sospecha, como si fuera una conspiración de amigotes institucionales con sede en Lima que hace cargamontón contra un pobre diablo mientras perdona los delitos de sus pares.
¿Cómo podría variar tal percepción? Ayudaría mucho una ‘deslimeñización’ de los voceros congresales, de las voces auscultadas, de los escándalos reportados. La elección de la ancashina Lady Camones en la Mesa Directiva del Congreso es un paso adelante respecto de María del Carmen Alva, que le añadió a la polarización estereotipos de caricatura. La aprobación de Camones (19%) es aún bajísima, pero muchos la desconocen. Sin pedagogía en la explicación de la corrupción, pluralidad de voces y transparencia judicial, seguiremos entrampados.