Yasser  Toledo Cumapa

La primera novela que leí fue “Crimen y castigo”, de Fiódor Dostoyevski. Fue un regalo de mi abuelo Chucho. Es el mejor regalo que he tenido en esta vida, descubrí que las palabras convertidas en historias adquieren la inmortalidad cuando hipnotizan y seducen el alma.

Chucho fue un gran lector, pasaba horas encerrado en su habitación, leyendo y releyendo libros de historia, de filosofía, de medicina y de política, tomando notas de lo aprendido para conservar el conocimiento, pues su inquietud intelectual lo mantuvo vivo incluso en los días más grises, cuando los problemas atormentaban su existencia. Su cuartito posee una biblioteca respetable; al ingresar en ella, te sumerges en un mundo completamente distinto y ajeno al resto de la casa.

En aquel cuartito leí los primeros libros que enriquecieron mi vida, donde conocí a Jorge Basadre y la inmortal “Historia de la República del Perú”, en la Lima grisácea del siglo XIX y la guerra civil entre Nicolás de Piérola y Andrés Avelino Cáceres; a Balzac y la pasión desenfrenada de Eugenia Grandet; a las manifestaciones esquizofrénicas de Balta Espinar en “Fabla salvaje”; o el contrato entre “Fausto” y el diablo para entregar su alma y alcanzar los placeres efímeros.

No me alcanzará la vida para agradecerte los valores que inculcaste en mí, las enseñanzas y sermones que moldearon mi personalidad, los libros que me prestaste y que nunca te devolví, y por ser mi gran maestro. Ahora que yaces en la eternidad, me entusiasma la idea de que estás en un lugar mejor, ejerciendo el vicio solitario de la lectura.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Yasser Toledo Cumapa es estudiante de Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos