Los mineros ilegales lo llamaban Mega 12. Era un campamento de palos y plásticos levantado sobre bosques muertos. Es un lugar árido cuando el sol arde y fangoso con las lluvias torrenciales. Esta zona localizada a poco más de una hora de Puerto Maldonado, en la región de Madre de Dios, sirvió hasta hace tres meses de refugio para una buena parte de los 6 mil hombres al servicio de los traficantes de oro. Mega 12 no es más su centro de operaciones.
Quedaron pintados sobre los plásticos que separaban burdeles y cantinas los nombres de mujeres obligadas a tener encuentros sexuales con los buscadores de oro. Mega 12, además de un alojamiento minero, fue un lugar fuera control, donde se cometieron delitos y crímenes sin temor a ser perseguidos por la ley.
Fue el segundo campamento levantado en La Pampa allá en el 2011. El primero fue uno llamado Mega 11, al borde del kilómetro 107.5 de la carretera Interoceánica. Y en los años siguientes se abrieron paso en la selva levantando más campamentos hasta llegar al río Malinowsky, en el límite con la Reserva Nacional de Tambopata. Y no se detuvieron.
Es difícil tener el número de niñas y mujeres explotadas sexualmente en la última década dentro los prostíbulos y cantinas de mala muerte a lo largo de toda La Pampa. Tampoco hay reportes oficiales sobre la cantidad de fosas clandestinas donde terminaron los asesinados por las mafias o por la violencia común que floreció en este infierno. Se sabe, sí, que casi 12 mil hectáreas de bosques tropicales fueron devastadas desde el 2007. Desde un helicóptero, La Pampa se aprecia como una gran herida abierta en carne viva y con pus.
“Aquí se juntaron todos los males de nuestra sociedad. Además de minería ilegal, encontramos contaminación, deforestación, trata de personas, evasión de impuestos, prostitución infantil, abuso de los derechos humanos. Vamos estar acá hasta lograr revertir la situación”, dijo el presidente Martín Vizcarra el último viernes al llegar a Mega 12 en un helicóptero del Ejército.
Aterrizó con el ministro del Interior y la ministra del Ambiente a evaluar los tres meses de la operación Mercurio. Más de 1.200 policías, 300 militares y 70 fiscales intervinieron La Pampa el 19 de febrero pasado y las autoridades del Ejecutivo la calificaron como una “operación sin precedentes” y “una decisión valiente del Gobierno en su lucha contra la criminalidad”.
Al 17 de mayo, según la policía, se habían incautado 1,093 kilos de oro y muchos bienes e insumos destinados a extraer este metal valorizados en más de S/235 millones.
También se encontraron 8.945 kilos de mercurio. Ese químico lo usan los mineros para lavar la tierra y separar el oro. Un informe de ONG Artisanal Gold Council estimó el 2018 que en esta región se arrojan cada año 180 toneladas de mercurio y el 79,5% de esta cantidad se vierte La Pampa. Desde ahí, la contaminación viaja por el río, a través de los peces y el agua, también se evapora y se esparce sobre la ciudad y la selva como lluvia. La enfermedad hizo metástasis. No es un asunto exclusivo de La Pampa. Ni siquiera es asunto exclusivo de Madre de Dios.
-Liberando la selva del enclave minero-
Mega 12 era uno de esos 24 megacampamentos que los mineros habían erigido para sus operaciones. La policía y el Ejército ya los destruyó. Pero de algunos asentamientos dejaron parte de las chozas precarias para instalar bases policiales y militares. Mega 12 es ahora la base central de operaciones de la Policía en La Pampa.
El 90% de los 6 mil mineros que operaban ya se retiró a sus lugares de origen en Cusco, Puno y Arequipa, pero un 10% se ha trasladado al corredor minero a meterse en concesiones privadas. El jefe de la operación Mercurio y director de Medio Ambiente de la Policía Nacional, general PNP Luis Vera Llerena, dice que los están investigando.
También se han descubierto a mineros entrando por las noches a las zonas más alejadas de La Pampa. De eso está al tanto el mismo presidente Vizcarra, quien fue drástico al decir esto: “Se van a hacer vuelos nocturnos para capturarlos y ponerlos ante la ley ¡Vamos a ir tras ellos! ¡No vamos a retroceder en esta decisión! ¡El Estado vino para quedarse!”.
Las operaciones de control han permitido detener a 152 personas. Pero solo una pequeña parte fue sentenciada, debido a que muchos quedaron detenidos solo por estar indocumentados. Según Karina Garay, coordinadora de la Fiscalía Especializada en Delitos Ambientales de Madre de Dios, a 12 personas se las acusó y sentenció inmediatamente, por tráfico de bienes, insumos y maquinaria destinada a la minería ilegal. Pasarán de 3 a 6 años en una cárcel.
Hay, además, unos 70 investigados. Según Garay, se están haciendo pericias para probar su culpabilidad. “A diario se detienen personas, pero no siempre hay elementos de convicción. Si a un detenido no se lo encontró extrayendo oro, es difícil acusarlo de minería ilegal”.
-Reverdecer los bosques muertos-
El período para consolidar el control sobre La Pampa se extenderá hasta agosto. Luego, empezaría la etapa de sostenimiento, como le ha llamado el Gobierno. El Ministerio de Agricultura y el Ministerio del Ambiente están preparando una estrategia para reforestar las 12 mil hectáreas de bosques destruidos, con ayuda del sector privado.
El día de su visita, el presidente Vizcarra y Lucía Ruiz, la ministra del Ambiente, conversaban sobre las posibilidades de reverdecer el lugar con las mismas especies forestales que crecieron durante siglos de forma natural. Hay que hacer los estudios, le comentaba la ministra.
Los fotógrafos y camarógrafos que seguían al presidente Vizcarra reaccionaron al verlo ponerse de rodillas y coger unos pequeños tallos verdes que habían brotado. Sus edecanes estaban visiblemente nerviosos e inquietos. Temían que ese suelo inestable se desmorone y el presidente caiga a una laguna de lodos marrones y verdes, donde todavía flotaban restos de botellas con barriles de químicos usados por los mineros. La selva que salvó era visible desde ese lugar, bien a lo lejos, pequeñita. “Ver esto duele y da cólera”, dijo Vizcarra y avanzó hacia el helicóptero que lo sacó de La Pampa.
*Con colaboración de Manuel Calloquispe