El próximo jueves Luis Bedoya Reyes cumple 101 años y le divierte ser un ‘capicúa’. Se sienta en su sillón favorito de la casa en la que ha vivido 70 años a conversar sin apuro ni tapujos. A esta edad, dice que ya no tiene dudas.
— Vamos a llegar al bicentenario y usted ha vivido la mitad de la vida republicana. Al revés, la mitad de su vida ha estado en el PPC.
Por primera vez, esta crisis es muy interna, doméstica; no había resistencia suficiente para aguantar una como la anterior, una invasión de Raúl Castro que se coronó por sí misma. Mi traslado del control del partido cuando asumió la presidencia Lourdes Flores estuvo muy bien, nunca tuve que conversar de eso con ella. Fatalmente, en el caso de Castro, tuve que intervenir.
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— Alberto Beingolea, actual presidente del PPC, ha tenido buena votación en Lima, pero no fue suficiente para saltar la valla.
No lo conozco íntimamente, es de una nueva generación y me he cuidado bien de mantener distancia, no porque la edad del anciano sea contagiosa, sino porque no es conveniente tutorar a personas que se están formando. Nunca tuve que intervenir con Lourdes, y con Castro mi decisión fue: “No piso el partido”. [Él] se llenó de ira y renunció.
—¿Beingolea le pide consejos?
Siempre ha mantenido la distancia de edades. Le ha gustado salir a mi lado pero no interrogarme. Le ha gustado ser autónomo y me parece bien. Ha nadado con comodidad dentro de su ambiente similar. Lo que hay que preguntarse es si él y su ambiente están en el camino.
—Y preguntarse por qué el partido está tan concentrado en Lima y no hay suficiente arrastre nacional.
Esta era la tarea que pensábamos haber hecho cuando Lourdes en su candidatura presidencial llegó a alcanzar tres millones de votos. Cuando el dirigente no está bien formado, es víctima de espejismo y muchos confunden que alcanzar la presidencia de un partido es convertirse automáticamente en candidato a presidente de la República. O sea, los estatutos dejan de funcionar y el automatismo es “aquí estoy yo”.
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— En la última campaña les ha ido bien a los partidos que han hecho un trabajo intenso de acercamiento en las regiones.
Ni siquiera se han cuidado de decirnos en qué consiste su programa; simplemente han hecho adhesión, simpatía, contagio.
— El 2019 nos estremeció...
Sí, el pasivo gana al activo moralmente.
— Tenemos un presidente que no hizo campaña para serlo. ¿Eso lo limita?
Era una sucesión para terminar un mandato muy largo, se necesitaba experiencia. Nuestro mandatario actual ha tenido algunos aciertos sorpresivos, pero se ha quedado en dos o tres lemas.
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— Uno de ellos es la lucha contra la corrupción.
Todo se ha conocido por delaciones, no por investigaciones. Y los delatores cómplices de los actos están muy bien. Los actores son los que están pagando.
—Usted dijo una vez que con los técnicos no hay problema, porque se alquilan. ¿Qué pasa cuando los ministros son técnicos?
Le damos el nombre de técnico al que era segundo o tercero en el ministerio. Muchos simplemente ascienden. ¿Iniciativa, objetivos, metas? Se gobierna con metas, no con personas. El ministro es un operador, no es un dueño.
— ¿A los políticos se los juzga con mucha severidad?
En eso hay una especie de demasía y una costumbre. Siempre quien está arriba recibe patadas de quien está abajo.
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— El año pasado hubo un tremenda noticia. Alan García se mató.
Siempre supuse que Alan era de decisiones no meditadas, audaz, y que por esa misma razón era sorpresivo. Así gobernó gran parte de los problemas en el Perú. [...] En el caso del Apra, solo Haya tuvo adhesiones incondicionales. Algunos [apristas] tenían más adversarios que seguidores como [Luis Alberto] Sánchez; otros tenían muchos seguidores, pero los celos de Haya, como [Manuel] Seoane.
— ¿Ha leído las memorias de Alan García?
No, porque sé, por las mías, que son un papel pasado; en el que uno cuenta muchos detalles que cree importantes y no lo son.
— He leído ambas y celebro que los políticos publiquen memorias. Vizcarra se ha enfrentado al Congreso y eso fue fuente de popularidad. ¿Ha abusado de ello?
Es una pregunta difícil de responder. El presidente Vizcarra es una persona singular ante un conjunto de fuerzas que, normalmente, luchaban más que cooperaban. Son estados de ánimo condicionados por la posición en que se está. Es muy humano. El que está afuera dice: “A este le gusta la popularidad”, pero no sabe cómo conseguirla.
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— El enfrentamiento llevó al cierre del Congreso. Beingolea dijo que fue un golpe.
Un batacazo como cualquier otro pensando que era un tren de emergencia que hacía un tramo del recorrido. Viene un Congreso de un año y los nuevos parlamentarios no han terminado de enterarse de cómo es el asunto.
—¿El cierre era justificado? ¿Fue un golpe?
No puede definirse en otra forma la provocación permanente de hacer cuestión de confianza, y que se tenga el veneno enfrente con la capacidad de embutirlo. Ha jugado mucho la figura de “te voy a disolver” hasta que lo disolvió. Y no pasó nada. [Fue] la emergencia de un necesitado. Si no lo hacía, era pisado. O tú o yo.
— ¿Fue arrojado?
¿Alguien puede imaginarse que el actual presidente supuso que podía ser presidente? Es un improvisado total que ha hecho lo que ha podido. No lo condeno, simplemente carecía de la experiencia suficiente para comenzar a gobernar con los zapatos en el suelo.
— En unos meses tendremos una campaña más grande y prevista. ¿Puede imaginar el perfil del presidente del bicentenario?
Lo imagino maduro, sereno, con visión histórica del pasado, pero con visión más presente de las metas necesarias. El bicentenario es un hito para mirar hacia atrás e imaginar hacia adelante.
—¿Ese hombre tiene que ser desprendido, con capacidad de llegar a acuerdos con otros?
Tiene que tener mucha visión de pedalear entre cronista e historiador y orientar al país cuando está pisando 100 años más.
—La virtud de sentarse y llegar a acuerdos está escaseando.
Es muy difícil. [...] Somos normalmente angurrientos, “el poder para mí y de lo demás se preocupan ustedes”. Pero, mire, ahí está el Frepap, ¿quién imaginaba que se iba a colar ese conjunto de barbones?
— ¿Conoció a Ezequiel Ataucusi?
Claro que sí, estaba siempre en las laderas mirando hacia el norte. Me visitaba a veces. Un buen hombre pero se creía un apóstol pues, bien forrado. Fue un problema para mí, porque era un misterio.
—¿Algún preparativo especial para el cumpleaños 101?
No, esto es repetitivo para mí.
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