El impromptu fujimorista de pedir un ‘adelanto del adelanto’ (del 2024 al 2023) no pintaba bien. Nació en el partido, no convenció a toda la bancada (Tanía Ramírez se rebeló, y un par optó por el viejo truco del ausentismo) y fastidió mucho a la derecha (más detalles en mi crónica “Los ‘fujis’ se adelantan”). La izquierda, que se supone debía respaldar la premura, receló de su polo opuesto y se entercó en la condición de la asamblea constituyente. Fuerza Popular estaba prácticamente sola, en posición adelantada, impedida de anotar en el arco. Al final, se perdió la votación en primera instancia que ya se tenía para elecciones en el 2024, se perdieron dos reconsideraciones y, más grave aún, se pateó el nuevo proyecto del Ejecutivo.
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Carlos Anderson, no agrupado y locuaz observador de los extremos, me dice que está convencido de que los fujimoristas “aplicaron el mutatis mutandis, que algo cambie para que todo siga igual. Esto es teoría del juego”, me dice Carlos y me explica cómo así los fujimoristas conocen lo que piensan todos en el Congreso y difícilmente podrían haber planteado algo como esto creyendo que iban a tener respaldo. Ergo, lo habrían hecho para que no pase nada nuevo. Le digo a Carlos que me resultaría más convincente esta teoría si asumimos que sus protagonistas no son conscientes, al actuar e incluso al hacer cálculos, de qué es lo quieren en el fondo.
Veamos lo que pasó el viernes y nos dejó consternados. Ilich López, ‘niño’ de Acción Popular, planteó una confusa cuestión de orden para no debatir el proyecto del Ejecutivo en esta legislatura. Se votó y perdió. Allí fue que Alejandro Cavero aprovechó para plantear una objeción más de fondo basada en el Art. 78 del Reglamento del Congreso: que si un proyecto es rechazado, “no podrá presentarse la misma proposición u otra que verse sobre idéntica materia hasta el siguiente periodo anual de sesiones”. El mismo reglamento establece, que esa objeción se puede anular con la mayoría simple de votos. Pue se votó y la objeción se mantuvo en pie. Adiós adelanto. No hay ningún indicio de que Cavero coordinara con López y de este, niño enigmático, es difícil explorar sus intenciones. Lady Camones, que lucía extraviada, se plegó a la objeción y luego hizo declaraciones confusas. Hablé con un dirigente de su partido, APP, que me dijo en varios idiomas que no sabían que ella haría lo que hizo. Nota para dejarlos en evidencia: el año pasado, ante la insistencia de un proyecto referida a la derrama magisterial, aprobaron que sí se podía plantear nuevos proyectos alrededor de la materia mientras tuvieran cambios. Era el caso del adelanto.
Que estos congresistas encarnen esa inconsciencia o automatismo político nos queda como posible explicación. O sea, en el fondo querrían quedarse el mayor tiempo posible, pero nos engañan y se autoengañan abrazando los pretextos ‘adelantistas’ con convicción, hasta que, ante la oportunidad de sabotearlo todo, ¡zas!, lo hacen. Es una teorización seductora la del juego, pero faltan más elementos. Faltan los partidos y falta considerar si Williams, de la bancada de Cavero, resistiría una moción de censura y sería presidente si Dina renuncia.
"Que estos congresistas encarnen esa inconsciencia o automatismo político nos queda como posible explicación"
Antes que caiga Dina
Hay operadores partidarios que no están en plan de quedarse, sino de posicionarse ante los nuevos escenarios del poder, ya sea la renuncia de Dina Boluarte y nuevas elecciones. He conversado con algunos. Pero sus planes chocan contra la indisciplina de sus bancadas, la desconfianza de sus aliados y la impredictibilidad de las votaciones. Para colmo, hay bancadas que no tienen operadores partidarios, como Avanza País, el Bloque Magisterial, Perú Bicentenario o ya no responden a estos, como Cambio Democrático-JPP o Renovación Popular.
Cuando los operadores partidarios de Fuerza Popular lanzaron a su bancada a apostar por el ‘adelanto del adelanto’, buscando –me lo dijo uno de ellos- diferenciarse del resto de la derecha y sintonizar con la demanda popular; subestimaron a todos. Causaron mucho fastidio en aliados y enemigos. Hay otros operadores partidarios con mejores o peores cálculos. Por ejemplo, José Luna Gálvez, presidente y actual congresista de Podemos, difundió el viernes en la noche un pronunciamiento en el que comunicó la renuncia de su correligionaria Digna Calle a la segunda vicepresidencia de la mesa y reclamando que esta se recomponga. Luna querría presidirla. No se lo creí a una fuente que me lo dijo dos semanas atrás, pues el personaje es muy controvertido. Ahora creo que mi fuente tenía razón. Le haré más caso.
El lunes pasado se había producido una suma cero en el pleno, pasando a un cuarto intermedio de dos días. El miércoles hubo un espejismo de consenso. Hubo diálogo, pre acuerdos, concesiones mutuas. Pero la suma siguió siendo cero. FP contaba con su fiel aliado desde el 2021, APP, e hizo las paces con Avanza País (con Renovación Popular, hablan poco o nada). Formaron un trío de mediadores, ‘Nano’ Guerra García como líder de la Comisión de Constitución y del debate, Lady Camones por APP y Alejandro Cavero por Avanza. La suma que el trío cosechó no fue suficiente. Noten que los dos últimos patearon el viernes el tablero.
Dos añitos
Tanto el Bloque Magisterial como Acción Popular pidieron que se asuma que las elecciones serían complementarias para presidente y para el Congreso. FP y sus aliados acogieron la idea, confiando en que así ganarían votos. Tampoco les pareció un horror. He oído y conversado con políticos y analistas que rechazan esa condena gratuita de dos poderes a la inestabilidad. ‘¡Porqué los congresistas nos van a condenar a los cortos plazos, qué tal raza, qué desincentivo para los próximos candidatos!’, he oído exclamar con mucha razón.
Sin embargo, he conversado con congresistas a los que la complementariedad les parece razonable. Uno me dice que, aunque no lo comparte, el gancho de que al ser complementario puede haber reelección, es seductor. Claro, podrían volver a presentarse, como algunos lo hicieron en el 2020, pero serían pocos y con mucha suerte si lo logran. Otro me dice que le parece coherente que si las elecciones van a ser tan apuradas, no lo hagamos para un periodo largo. Tras oírlos no puedo menos que pensar que la ‘inestabilidad se está institucionalizando’ y los congresistas ven normal y justo heredarnos su condición efímera y precaria. Los desaprobamos y ellos se vengan. No descarten como teoría complementaria, la revancha de los congresistas frente a su desaprobación, desprestigio y abucheo entre ellos. Un solo ejemplo: Lady Camones fue censurada de la presidencia de la mesa directiva por una nimiedad, ahora ella pulsa botones rojos.
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Hace unas semanas, proyecté en una crónica, el escenario de que Williams cayera antes que Dina (“¿Y si cayera Williams antes que Dina”, 26/1/23). Conté indicios de movidas al respecto como una moción de censura que estaba haciendo correr Perú Democrático. También conté que Digna Calle evaluaba su renuncia (¡se cumplió¡). Pero cuando pedía nombres del posible reemplazo de Williams, los congresistas con quienes hablé se quedaban mudos. Ante la compulsión antipolítica popular, los candidatos buscan asomar tarde para que no los destruyan en el camino. Con mis fuentes, hablamos de perfiles y concluimos que el ideal sería un hombre o mujer ajena a los extremos de derecha e izquierda, en un rango que va, digamos, entre Cambio Democrático y APPP, y de origen regional. Pronto asomarán los nombres y apellidos, sin descartar una ratificación de Williams.
Ojo, el candidato tiene que ser miembro de bancada. No podría ser un no agrupado como Anderson, que ha jugado –quizá poniendo en práctica su teoría- deslizando un afán presidencial. Tendría que agruparse para serlo, igual que Flor Pablo, que ha sido voceada en medios y en redes, pero no en el Congreso. La próxima semana, aparecerán más señales al respecto.
El (auto)sabotaje del viernes es corregible. La reconsideración ya sería difícil plantearla pues Ruth Luque de Cambio Democrático, pidió una antes de que acabe la sesión y se desestimó. He conversado con expertos en legislación parlamentaria, en especial con César Delgado Güembes, y coinciden en que el pleno es el órgano jerárquico superior y allí hay varios mecanismos legales y políticos para revertir la decisión de la comisión. Un fujimorista me dijo que su bancada aún no se ha reunido para discutirlo pero presume que apostarán a que el estropicio se arregle en el Pleno y la comisión vuelva a discutir y dictaminar el proyecto a favor. O que eso se haga con un proyecto distinto.
Bancadas y partidos siguen procesando lo que ha pasado. El gobierno, probablemente, reiterará su pedido para que se apuren con el adelanto y sea dictaminado su proyecto o cualquier otro. Ya no les importa tanto si es para 2023 o 2024. Según una fuente cercana a Boluarte, esta no tiene afán de renunciar, menos aún cuando el Congreso está más enajenado de la realidad que ella.